2022: ¿Qué espero para el año nuevo?
La psicopedagoga nos recuerda que no se puede “escribir un nuevo cuaderno” olvidando lo que escribimos en el anterior. Y todo este tiempo, de encierro, de tristeza, nos ha dejado enseñanzas
Laura Collavini
lauracollavini@hotmail.com
Una hoja en blanco suele despertar sensaciones diversas: ansiedad, temor, expectativas, emoción, angustia, pero lo que seguramente no sucede es pasar desapercibida.
¿Recuerdan en el colegio cuando algún docente decía: “Tomen una hoja”? La temida prueba… Si era sorpresa, peor.
Acá nos encontramos próximos a la hoja en blanco; a terminar el cuaderno anterior y comenzar otro.
Ese recuerdo de mi primera hoja del cuaderno nuevo la tengo muy presente. Quería apurarme a terminar el anterior que ya estaba medio ajeado, con notas que me habían encantado y otras tareas que las sentía desprolijas.
Un cuaderno nuevo, tapa dura y azul era mi oportunidad para empezar otra vez. Me esforzaba por llegar a una excelente nota en las primeras páginas. Que resalte lindo el verde, entre la letra azul.
Día a día ya la emoción iba cediendo, aunque siempre ese deseo íntimo en tener todo excelente. Existía. Claro, casi una fantasía. Porque mi desenvolvimiento era bueno o muy bueno, pero era una niña tradicional por ende algunas cosas me salían fácil y súper bien y otras no tanto. La vida misma.
De esta manera y con este preámbulo escolar los llevo hacia este 2022.
De mi parte escucho mucha sensación de agotamiento. De cuadernos muy baqueteados. Como si nos hubiese tocado tomar clases en el sótano durante mucho tiempo.
Se perciben sensaciones de agotamiento e ilusión. De deseo que más que el cambio de año, nos llegue la noticia que la pandemia finalizó.
Pero claro, sería una mentira pretender un Excelente grande si sumergirse primero en el tema a aprender.
Estos días
Cuerpos y almas silenciosas. Hay menos ruido en las calles, menos luces festivas en las casas. Como si este tiempo “festivo” fuese una necesidad de sentir que la vida continúa, de re encontrarse con afectos pero que tenemos un par de previas que nos hacen sentir mal.
Ahí va la invitación. A ver las previas. Las marcas desprolijas del cuaderno anterior. Lo que no llegamos a aprender.
Si creemos que vamos a estar bien escondiendo las malas notas, lo que no salió bien por no entenderlo, estamos complicados.
Es tentador llenarse de ruidos y subir la música.
Pero si eso es porque tapamos angustia, tarde o temprano volverá a aparecer.
Esta pandemia la padecí, la padezco. Lloré las pérdidas de seres queridos, recé mucho por los que estaban internados. Sentí miedo. Angustia. Impotencia. Denuncié por todos lados el abuso hacia la niñez.
No me fue gratis. Algunos medios que apreciaba me dieron vuelta la cara. Pero es mi posición. Eso me están enseñando estas clases intensivas en ese sótano en el que estuvimos todos tanto tiempo.
Sufrí por no ver a mis seres queridos, por no poder hacer teatro, ni zumba.
Pero aprendí a escribir obras de teatro y este bello medio me abrió las puertas para poder acompañar un poquito.
Acompañé a mis hijos hasta no saber más cómo hacerlo. Lloré con ellos, grité de más, o de menos, no sé aún…
Cuando terminé de escribir la obra de teatro seguí escribiendo mi propio libro. Basado en toda esta historia que me gusta compartir, entre Buenos Aires y el valle. Entre la cordillera hasta los basurales.
Esta pandemia tan dura me obligo a guardar mis alas inquietas. Las alimenté todo lo que pude. Las cuidé con los recursos que podía.
Un día salí. Un día quise trepar nuevamente las piedras. Ese día me dio vértigo y sentí que me caía. Tuve que sentarme. El corazón me latía fuerte y me dio miedo de mí ese síntoma. Entendí que fueron las secuelas del encierro.
Comencé a contarlo. Todos me relataron algún pequeño o gran síntoma.
Entendí entonces que ahí es donde hay que mirar. El síntoma. Eso que nos quiere decir. El mensaje que lleva.
Alzo la copa por esos cuadernos ajeados con clases donde pudimos tomarlas. Pero que son clases.
También lo hago por aquellos que dejaron la vida por nosotros. Mi honra a sus vidas y a sus familias.

Brindo y honro a los bebés nacidos en este tiempo, que se acostumbraron a ver barbijos y no sonrisas.
Brindo por vos, que le pusiste el alma para ayudar al que podías hasta que un día, con permiso o no, le diste un abrazo.
Brindo por los mates individuales en las plazas de los adolescentes y por la infancia que con demasiada lucha reconquistó los recreos.
No nos olvidemos de nada, que podamos incluir la tristeza y la alegría.
Sabiendo que la vida es eso. Un recorrido de cuadernos con diferentes notas.
Abrazo de alma a alma.
Por un 2022 con consciencia de nosotros.
Laura Collavini
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