Pichi Picún Leufú y las otras: ¿debate estratégico o por la caja?
Rubén Etcheverry *
Las regalías deberían estar cobrándose por los valores de mercado, o al menos equivalente al resto de la generación o de la renovable por ser conceptualmente equivalentes.

Con la inminencia del vencimiento de las concesiones hidroeléctricas del Comahue han aparecido numerosas ideas para definir su continuidad con diversas ópticas. Desde quienes pretenden mantener el statuo quo a quienes lo plantean como la solución a la planificación soberana y estratégica de la energía con encendidos discursos en defensa de las potestades provinciales.
Lo primero que debemos resaltar es que la situación de las mismas no es análoga, pudiendo agruparse en 3 categorías: las presas sobre el río Limay (Alicura, Piedra del Águila, El Chocón y Arroyitos), el complejo hidroeléctrico Cerros Colorados y Pichi Picún Leufú (HPPL). Mientras que las primeras vencen en el 2023, HPPL lo hace en el 2029 y ya tiene prevista una reversión hacia las provincias ribereñas de Río Negro y Neuquén desde su génesis.
En su totalidad fueron financiados a través de empresas pertenecientes al Estado nacional. La diferencia radica en que el complejo Cerros Colorados se encuentra sobre un río que pertenece a la provincia del Neuquén, mientras que los emprendimientos sobre el río Limay, por ser interprovincial le corresponde la jurisdicción nacional (Art. 75, inc. 13, de la CN).
En 1995, cuando asumí la cartera energética en el gobierno de don Felipe Sapag, HPPL se encontraba paralizada. El gobierno nacional había decidido no continuar aquellas obras que no resultaran rentables. Luego de la exitosa y eficiente transformación del sector eléctrico, mayores inversiones, bajas de tarifas, no fue fácil rebatirle los argumentos a Bastos. Luego de arduas negociaciones, en forma conjunta con la provincia de Río Negro, logramos un acuerdo que permitió continuar con esta obra sobre el Limay Medio.
Nación destrababa el financiamiento y las provincias renunciaban parcialmente al cobro de las regalías en los primeros años en forma escalonada. A sabiendas de que el 12% de una obra inconclusa era cero acordamos esta metodología que debió ser aprobada por las legislaturas provinciales. En Neuquén a través de la ley 2177 por unanimidad, que permitió recomenzar un emprendimiento que generaba empleo luego de las puebladas de la comarca petrolera.
Neuquén y Río Negro hicieron el esfuerzo. A cambio de ello logramos que al final de la concesión el 49% de las acciones de la hidroeléctrica en partes iguales se transferirán en forma directa a los estados provinciales.
Recuerdo anecdóticamente que me tocó viajar a Piedra del Águila a comunicar esto a un piquete de vecinos que reclamaban trabajo en HPPL. Mi entusiasmo se frustró cuando exigían empleo inmediato frente a mi supuesta buena nueva de inicio dentro de los siguientes 6 meses. Permanecí “secuestrado” unas cuantas horas en el gimnasio municipal mientras los manifestantes pretendían la presencia de Don Felipe para liberar al “ingenierito”.
Deberíamos focalizarnos en los ingresos actuales por regalías hidroeléctricas: a nivel país el 22% de la energía primaria proviene de la hidroelectricidad, pero solamente perciben el 7% de la remuneración. Sigue siendo castigada la generación hidroeléctrica fijándose su depreciado valor mediante precios políticos. Sin embargo, las regalías deberían estar cobrándose por los valores de mercado, o al menos equivalente al resto de la generación o de la renovable por ser conceptualmente equivalentes.
El mismo criterio que utilizó la Neuquén para ganar el juicio por las joyas de la abuela. Debería analizarse una inmediata solicitud de cobro de las regalías en especie por el 12% en kw/h mientras se evalúa el mérito y oportunidad del reclamo por las diferencias de precios.
Rescatando el pragmatismo de aquella negociación, y más allá de las buenas intenciones e intereses que se plantean hoy, pretendemos develar lo central de la discusión evitando inconducentes posiciones ideológicas para negociar con realismo.
Han surgido proyectos que crean empresas, comisiones, comités; realizan estudios, intercambian funciones de organismos, recuperan la tarifa Comahue y reviven Hidronor, o que lo plantean como la panacea y la salvación de las falencias de los sistemas energéticos regionales.
Simplificando: es la continuidad de una generación futura de energía. Convertible a través de una tarifa que la remunere en un flujo de fondos. No hay nuevas inversiones, transformaciones, generación de valor, riqueza o empleos. Podremos discutir quién y cómo los asigna, esa es la disputa.
Entonces la pregunta del millón (o de los millones) se reduce a quiénes van a alocar esos fondos (flujos físicos-energía en el tiempo o monetarios) y donde serán destinados. Una mera redistribución.
A quién pertenece, quién es el poder concedente, cuál es la jurisdicción, quién la autoridad de aplicación, si continua la misma organización, podrían ser debates de fondo, pero a veces estériles y sin consecuencias concretas. Lo vivimos con los hidrocarburos.
En 1997 las partes tuvieron la creatividad, grandeza y generosidad para destrabar la paralizada obra de Pichi Picún Leufú y así generar empleo y riqueza. Si hoy coincidimos en el destino, y la forma de asignación de la energía que nos brinda el Limay por los próximos años, habremos sido capaces como entonces de dar un paso sin conflictos.
*Exsecretario de Energía de Neuquén
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