Atentos, que la pandemia sigue
La peor parte de la variante ómicron parece haber pasado en varios países. Incluso, a nivel regional, ya se habla de un futuro endémico. Sin embargo, expertos aseguran que es prudente no bajar un mensaje confuso. ¿Cómo continuamos?
Es probable que algunos países ya hayan superado el pico de la oleada de la variante ómicron. El número de casos está disminuyendo en los puntos más álgidos y, si siguen la misma trayectoria observada en Sudáfrica y el Reino Unido, se podría retornar a una tasa de infecciones mucho más manejable en poco menos de un mes.
Estos próximos meses se sentirán como un respiro, y con razón. Es probable que en los países donde los casos vayan bajando, se flexibilicen las restricciones a medida que se vuelva a un nuevo sentido de “normalidad”. Sin embargo, también debemos seguir preparados para lo que venga, porque hay pocas razones para creer que la pandemia terminó.
¿Qué nos depara el futuro? Primero, es posible, aunque poco probable, que la variante delta regrese y circule junto con la ómicron en diferentes poblaciones, lo que contribuiría a que persistan infecciones y hospitalizaciones. Independientemente de si la delta regresa o no, es probable que los casos sigan siendo estacionales. Eso significa que quizás veamos aumentos repentinos en algunos sectores según las condiciones climatológicas (ya que las personas pasarán más tiempo en espacios cerrados) y la época del año, sobre todo cuando haga frío. Además, podríamos con facilidad ver el surgimiento de una nueva variante que sea más contagiosa o mortal.
La conclusión es que a medida que disminuya la oleada de la ómicron, entraremos en un período de incertidumbre, con niveles bajos de infecciones pero con oleadas repentinas y difíciles de predecir, ya sea de las variantes actuales o de nuevas variantes futuras. Por lo tanto, debemos usar los próximos meses para prepararnos.
En primer lugar, decenas de millones de personas a nivel global, incluida la población infantil, siguen sin vacunarse, e incluso más personas no han recibido la importante dosis de refuerzo. Las iniciativas para llegar a los no vacunados o a los que le faltan dosis deben continuar. Más allá de eso, necesitamos una Operación Warp Speed 2.0 para desarrollar de forma agresiva nuevas vacunas específicas para las variantes, así como vacunas intranasales que estimulen la inmunidad de las mucosas, algo fundamental para la prevención de infecciones y la creación de vacunas contra el pancoronavirus. No sabemos cuáles funcionarán, pero debemos realizar la inversión de estudiarlas y crearlas.

En segundo lugar, hay que entender que las pruebas son clave para estar preparados. El año pasado, cuando las infecciones disminuyeron, la producción de pruebas se redujo al mínimo. Cuando se necesitaron con urgencia más pruebas durante la oleada más reciente, la producción se tuvo que iniciar casi desde cero. No podemos volver a cometer ese error. Debemos garantizar tener una gran reserva de pruebas rápidas caseras, y debemos continuar aumentando la producción de materias primas, incluidos los reactivos. Estos esfuerzos también deben anticipar una transición hacia pruebas más amplias, que sean capaces de detectar no solo el coronavirus sino también otras enfermedades respiratorias, para así ayudar a nuestro sistema de salud a detectar y clasificar diferentes infecciones.
En tercer lugar, las nuevas terapias de Pfizer y Merck, junto con los anticuerpos monoclonales y otros antivirales intravenosos deben ser la piedra angular de la gestión de infecciones durante futuras oleadas. Estos tratamientos pueden reducir sustancialmente la gravedad de las infecciones, pero si bien cada una de estas terapias ha demostrado su eficacia, no tenemos todavía la cantidad de dosis necesarias, y las que tenemos no están siendo distribuidas de forma equitativa.
Para el momento en que llegue la próxima variante, la mayor cantidad de personas posibles deben tener acceso a tratamientos antivirales de inmediato tras dar positivo. Debemos tener suficientes dosis disponibles, acceso a pruebas rápidas (porque estas terapias deben comenzar a aplicarse poco después de que surjan los síntomas) y vías clínicas claras para garantizar que cualquier persona pueda acceder a ellas. Su potencial para amortiguar de forma notoria la próxima ola justifica que realicemos inversiones significativas en reservas y protocolos efectivos, incluido lograr que los tratamientos sean gratuitos para las personas que den positivo.
Por último, tenemos el problema de la comunicación. Esta pandemia ha polarizado a nuestra nación. En casi todo el mundo se ha generado una división en dos bandos: quienes creen que la pandemia terminó y aquellos que creen que estaremos en esta pandemia por siempre. Desafortunadamente, el virus continuará siendo un problema por un tiempo, pero no tiene por qué dominar nuestras vidas. Necesitamos comunicar de forma clara el momento en el que nos encontramos, las acciones que la población debe realizar durante los periodos de baja infección y las medidas temporales que podríamos necesitar durante futuras oleadas (uso de barbijos, pruebas, etcétera). La falta de una comunicación clara se ha traducido en que en cada punto de la pandemia hasta el momento, hemos reaccionado de forma exagerada o insuficiente, y ambos resultados tienen consecuencias negativas. Nuestros líderes deben mejorar su forma de comunicar la situación actual, lo que está por venir y cuál es la mejor manera de prepararse.
Atender estas áreas cruciales garantizará que las personas no tengan que volver a sufrir interrupciones prolongadas en la escuela, el trabajo y la vida pública. También nos permitirá comenzar la larga tarea de construir una nueva y más saludable normalidad, incluso mientras continuemos lidiando con el virus. Además, debemos ayudar a las personas a comprender que lo peor de la pandemia ya quedó atrás y que tenemos las herramientas para manejar las próximas oleadas, independientemente de lo que la Madre Naturaleza nos envíe.
Por Ashish K. Jha, The Washington Post.-
Es probable que algunos países ya hayan superado el pico de la oleada de la variante ómicron. El número de casos está disminuyendo en los puntos más álgidos y, si siguen la misma trayectoria observada en Sudáfrica y el Reino Unido, se podría retornar a una tasa de infecciones mucho más manejable en poco menos de un mes.
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