NBA: Stephen Curry, el ingrediente que le faltaba al básquet

El base llevó a Golden State Warriors a la séptima consagración de su historia y logró su cuarto título personal. Más allá de ser elegido Jugador Más Valioso de las finales, su marca trasciende porque cambió la forma de jugar.

Una de las características que hacen único al básquet es su capacidad de transformación. Tanto en las reglas como en las diferentes competencias que hay en todo el mundo, las situaciones de juego no son lineales y están constantemente renovándose, cambiando, mutando.

Si hay una liga que interpreta esa capacidad camaleónica es la mejor del planeta. A lo largo de la historia, la NBA fue moviendo esquemas sin muchos tapujos y por eso desde mediados de los 80’ hasta hoy (y probablemente por mucho tiempo más) es uno de los mejores espectáculos deportivos que un televidente puede seguir a distancia o que un fanático puede ver “in situ”.

La incorporación de la línea de tres puntos en el básquet fue uno de los momentos más significativos en cuanto a esos cambios se refiere. Para la NBA fue 1979, cuando Chris Ford, jugador de Boston, marcó el primer triple de la historia.

Justamente los Celtics cayeron ante los Warriors, campeones en la madrugada del viernes al derrotarlos 103 a 90 en el sexto punto de las finales y quedarse con la serie por 4 a 2.

El líder y responsable fundamental de la consagración de Golden State es Stephen Curry, el máximo anotador de triples de la historia, quien con su inconfundible cadencia y estilo llevó a su franquicia al séptimo título y obtuvo el cuarto de su enorme carrera.

La discusión sobre los mejores de la historia siempre alimenta el ruido que hay alrededor del deporte. Sobre Curry se dicen muchas cosas y uno de los argumentos para sentarlo en la mesa de los grandes no son solamente los campeonatos, sino que su influencia en el juego lo pone en una consideración más que merecida.

Así como Emanuel Ginóbili trascendió a partir de “inventar” una jugada como el “Eurostep”, que es una simulación en la que el jugador que ataca pone su cuerpo para un lado y define hacia el otro, Curry rompió todos los moldes con sus lanzamientos kilométricos desde nueve o diez metros. Para colmo, cuando lo intentan limitar, tiene un amplio repertorio para penetrar y descargar, sobre todo cuando el rival ajusta las marcas.

Boston era un contrincante de cuidado a partir de su solidez colectiva cerca del aro propio y de tener al elegido mejor defensor de la temporada, Marcus Smart. Sin embargo, Steph y compañía fueron demasiado por los comandados por Ime Udoka. Los sacaron de su zona de confort, obligándolos con el tiro de tres a marcar muchas veces lejos del aro, dejando espacios para la velocidad de los Warriors.

Es que Golden State es mucho más que tirar de tres.

Steve Kerr, entrenador del campeón, le encontró la vuelta a los nuevos talentos como Jordan Poole o el todoterreno Andrew Wiggins. El juego de pasar y correr para encontrar tiros abiertos con pocos segundos en la posesión fue más efectivo que los planteos que intentó hacer Boston. El triunfo en el quinto juego fue un ejemplo de eso, donde Curry falló los 9 triples que intentó y los Warriors igual ganaron.

Pero hay otros tres protagonistas que son esenciales para entender porqué los Warriors se quedaron sin demasiada discusión con el séptimo anillo de su historia. Los referentes forman el carácter de un equipo. Draymond Green es el “bad boy” (chico malo) de la franquicia de la Conferencia del Oeste. No solo defiende como un animal sino que discute con los árbitros, tiene roces con los rivales y hasta con los fanáticos de los otros equipos. Dentro de los límites, pero siempre en la cornisa y tan necesario para sus compañeros brillen.

Sin anotar tanto como antes, el regreso de Klay Thompson le aportó fluidez al andamiaje del equipo. Se recuperó de lesiones durísimas y casi consecutivas que lo marginaron más de dos años de las canchas. Volvió para ser engranaje de un sistema, en un rol mucho más secundario pero al mismo tiempo importante para sus colegas.

El otro que cumple una función clave es Andre Iguodala. El veterano de 38 años tampoco tuvo mucha participación pero fue una máquina de aconsejar a jóvenes como Gary Payton II (el hijo del histórico base de Seatle), Poole, Otto Porter, Juan Toscano o Kevon Looney. En el tramo final de la temporada, esos líderes toman aún más relevancia.


Una de las características que hacen único al básquet es su capacidad de transformación. Tanto en las reglas como en las diferentes competencias que hay en todo el mundo, las situaciones de juego no son lineales y están constantemente renovándose, cambiando, mutando.

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