Cien años de educación: escuela N° 57 La Gotera, del paraje Kilca


Concurrieron 500 personas a la fiesta de la escuela, celebrada con un gran almuerzo, con catorce costillares donados por estancias, el 90% exalumnos.


El libro histórico es el testigo de una institución educativa. De acuerdo con esto, el CEDIE, Centro de Información Educativa, del CPE posee digitalizado el material. En el encabezamiento de cada página está escrito Escuela 57, La Gotera. En 1937, la señora de Arellano manifestó “que la escuela no tiene nombre especial, entiendo que se la denomina La Gotera por haber sido el lugar donde fuera creada y cuyo paraje dista a unos metros de la actual ubicación. Por referencia de vecinos empezó a funcionar el 1 de mayo de 1922”.

También escribió: “Escuela rural enclavada a cien kilómetros al oeste de la estación terminal del FCS (Zapala) y a veinticinco de la frontera con Chile. Los niños concurren a pie casi diez kilómetros de distancia. La estafeta postal es Pulmary, a treinta y cinco kilómetros con un servicio semanal cuando la nieve no lo impide. En sus inicios funcionó en un rancho cedido por los señores Iriart, dueños del campo, siendo su director y fundador el señor Raimundo Col. Dos años más tarde, con la ayuda del Consejo Nacional de Educación, se construyó su edificio situado a doscientos kilómetros del primero, zona andina y paraje denominado Kilca. El primitivo edificio escolar data de 1924, sin antecedentes pues no existen archivos de esa época: era de adobe sobre cimientos de piedras con pisos de tablas de raulí y cielorrasos en parte de tablas y arpillera y techo de zinc. En su amplio terreno hay una gran plantación de árboles (álamos plateados, sauces), ciruelas, guindas”. En la foto el primer edificio y el actual.

Recordemos que estas escuelas ubicadas en la cordillera neuquina dependían del Consejo Nacional de Educación y el desarrollo de sus actividades era informado a través de los inspectores: uno de ellos era Daniel Ezequiel Gatica. El 12 de septiembre de 1929 se hizo cargo la señora Ida F. de Arellano que, a través de sus informes (era el personal único de la escuela) daba cuenta del vocabulario, palabras de origen indígena que designaban el lugar, algún accidente topográfico, ríos, entre tantos otros. Ya en 1936 uno de los informes elevados a la superioridad sobre la marcha de la escuela informa que está alejada de los centros poblados. Pobladores montañeses, en su mayoría nativos, eran impermeables a todo lo que no se amoldase a sus costumbres. Sin embargo, la acción constante de la escuela demostró confianza y la obra fue efectiva.

Con el transcurrir del tiempo, tuvo una biblioteca llamada Sarmiento con libros, revistas, diarios, además un museo formado por piezas de mineralogía, piedras, metales, zoología, botánica, herbario. No tenía cooperadora escolar por la pobreza de la población del medio. La enseñanza impartida estaba de acuerdo con los contenidos dictados en las urbes: aritmética, lectura, lenguaje, escritura, historia y moral, buenas costumbres, agricultura practicada en chacra, huerta y jardín. Se enseñaban manualidades (costura, bordado, zurcido, tejido con lanas hiladas en la región). Los varones trabajaban en madera: cucharas, mesas, banquetas, sillas, juguetes. En esta escuela, Milton Aguilar ejerció como docente durante dos años, entre 1955 y 1956, trabajo que realizó con auténtica vocación.

Actualmente su directora es Romina Belén Serrano, que nos brindó amablemente la información actual. Su supervisora es Silvina Muñoz. La escuela tiene trece alumnos: diez en nivel primario y tres en nivel inicial. Sus auxiliares de servicio son María Albornoz, Yanet Morales, Gabriel Salazar. Marisel Salazar. Sus profesores especiales son Marcos Aguerre (profesor de educación física), Gabriela Giraudo (profesora de plástica), Ignacio Savia (profesor de educación musical). Sus docentes: Tamara Córdoba, Luján Morán, Verónica Sanabria. Celadores: Silvia Alarcón, Roberto Bermejo, María Jara. La escuela tiene la modalidad de albergue por las condiciones climáticas, las distancias, los caminos.

Por eso en 1991 se inauguró el albergue y en 1996 se estrenaron las aulas actuales, mientras que en 2016 se inauguró la sala de nivel inicial. Concurrieron quinientas personas a la fiesta de los cien años de la escuela, celebrada con un gran almuerzo, con catorce costillares donados por las estancias de Kilka, Kilca o Quilca: el noventa por ciento eran exalumnos. ¡Cuánta historia! ¡Cuánto trabajo en pos de la educación de la niñez! ¡Cuánto por destacar de esta verdadera vocación de servicio que atraviesa climas, regiones y distancias!


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