Litio: aguas que van, deben volver

Eduardo Oliva*


A las ventajas estratégicas de explotar litio, biomasa e hidrógeno verde, será necesario buscar la manera de poner en la ecuación el consumo de agua, que es un bien crecientemente escaso y por lo tanto es un valor a racionalizar, monetizar y cuidar en su uso, que no es infinito. La producción entonces se podrá proyectar en el tiempo y, para que lo productivo no vulnere lo socio ambiental, es imprescindible una evaluación estratégica que permita saber las condicionantes y límites socio ambientales a la explotación. De manera tal que una actividad productiva no someta a otra cuya línea de base sea la misma, en este caso el agua, ni lacere la sustentabilidad, que también es económica.

Veamos la incidencia del agua sobres dos producciones: agricultura y minería y sobre estos, dos casos contrastables por su impacto económico y social: granos y litio.

La exportación de granos de 2019 consumió unos 46.000 millones de litros de agua, a cambio de unos 65.000 millones de dólares de exportación. La exportación de litio en el 2022 consumió alrededor de 70.000 millones de litros de agua, para producir 35.000 toneladas del mineral, a cambio de unos 2.100 millones de dólares.

Según la cotización de agua futura de Wall Street, que fija un valor de 522 dólares por acre pie, algo así como 1.2 millones de litros de agua, podemos inferir que el agro gastó para la producción de granos periodo 2019, unos 20 millones de dólares. Y la explotación de Litio más o menos 31 millones de dólares.

Un estudio de la Universidad Nacional de La Plata señala que existen reservas por 18 millones de toneladas de litio en el norte del país, que consumirán 34 millones de m3 o 34 billones de litros de agua para su explotación, con una facturación potencial de 1.2 billones de dólares y un gasto en agua de 1.500 millones de dólares o más, según los escasez reinantes para esa época.

Nuestro país se expresa dándole al agua un estatus de bien público inajenable e imprescriptible, pero no genera un organismo de control capaz de medir, controlar y garantizar que el agua repartida en forma equitativa y razonable, sea en base a la utilidad y su orden de prelación.

No es sabido si esos valores arriba referidos se acercan siquiera al valor de una tasa provincial por el uso de agua de explotación y por lo tanto no se sabe, no hay capacidad de usar un patrón de medida. No es lo mismo apostar al electro-movilidad que apostar a tener alimentos o agua de bebida, en todo caso debe haber un coeficiente para calcularlo que no sea un valor estático, más allá de las provincias titulares del recurso natural.

El agua es un bien crecientemente escaso y de gravitación geopolítica: por consiguiente, es inocente pensar, que depreciar el valor del agua, o no valorizarlo, dentro de la organización de los factores de producción no tenga una estrategia implícita que sin dudas no es beneficiosa para el conjunto de los argentinos.

Somos un país con necesidad de divisas y tenemos riquezas, en un mundo ávido de ellas. Depende de nosotros entender soberanamente el concepto de oferta y demanda y sus costos futuros, sobre la delgada línea de base que no es ni más ni menos que el agua, que no es ni más ni menos que vida.

* Coordinador en Neuquén de la Subsecretaria de Fortalecimiento productivo y sustentable para pequeños y medianos productores agroalimentarios, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación.


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