No podemos, después de tantas historias de crueldades contra nosotros mismos, cometer la necedad de estar en conflicto permanente. Hay que controlar la fuerza física, que es inútil y salvaje, y volver a esa llamada interna que valora la exigencia de vivir de acuerdo a la sensatez que todos llevamos inherente, para poder superar el virus mortecino de las inútiles contiendas. En el corazón de la vida, a poco que nos adentremos en su lenguaje versátil, veremos el fundamento de la entrega a los d