Chispita, durante casi 50 años, fue el mensajero de las emociones de Centenario
Juan Quintana fue el cartero que repartía las alegrías, por ejemplo, de los colimbas cuando escribían a su familia, como así también las tristezas de un telegrama inesperado.
Juan Carlos Quintana, conocido como Chispita por los vecinos de Centenario, entregó su última carta hace pocos días. Por su memoria corren cientos de historias. El cartero se desempeñó en la actividad por 48 años en Correo Argentino. Lo hizo siempre arriba de su bicicleta.
Su llegada a cada domicilio implicaba que los vecinos recibieran mensajes alegres o tristes. En muchos casos era mucho más que una simple visita.
“He llevado de todo. Alegrías, tristezas, emociones. Desde los telegramas de fallecimiento que cuando se los llevabas se le caían a la persona las lágrimas delante de uno. También muchos de alegría, como cuando los soldados hacían la colimba en distintos puntos del país y yo llevaba la carta a la mamá de alguno de sus hijos, era una alegría, y me esperaban con los brazos abiertos”, rememoró el histórico cartero de 66 años.
También llamados al servicio militar. “Todavía tengo amigos que me recuerdan que les lleve el llamado a la colimba”, contó.
Con cada entrega fue ganándose el cariño y la confianza de sus vecinos. “Empecé en el correo por una vacante que quedó y mi hermano mayor me avisó”, recordó Quintana, sobre sus inicios, que con precisión y sin titubear marcó que fue el 5 de septiembre de 1973.
Antes había trabajado en un taller de Neuquén de electricidad del automotor (cobraba 7 pesos por semana) y luego en un taller de alineación y balanceo (9 por semana), ambos en la ciudad de Neuquén. Luego llegó su nuevo trabajo repartiendo la correspondencia y “pasé a cobrar 90 pesos al mes”.
Quintana dijo que fue por un tiempo el único cartero de la localidad durante mucho tiempo. “Siempre tenía en mente lo que me inculcó mi mamá y mi papá de la seriedad, responsabilidad, el compromiso, y la lealtad laboral”, expuso.
“El correo era el medio de comunicación más importante que había en la República Argentina. Todos esperaban al cartero”, marcó .
En su actividad, una aliada inseparable fue su bicicleta. Anduvo a bordo hasta el día de su jubilación que fue el lunes pasado. El último rodado fue su medio de movilidad por 35 años. Antes tuvo una bicicleta que había enviado a los carteros el presidente de facto, Jorge Rafael Videla. “Si hacías a pie las entregas, demorás el triple que en bicicleta”, explicó.
Entre sus recorridos habituales conoció a cientos de personas, pero una de ellas muy especial: Gladys, “su compañera de toda la vida”.
“Conocí a mi esposa trabajando. Yo pasaba por la calle distribuyendo, y un ‘buen día’ iba después a una charla, y así nos conocimos, y nos amamos hasta el día de hoy. Me flechó y la fleché. Y tuvimos cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, y once nietos”, relató con alegría.
Los miles y miles de paquetes, facturas y mensajes ahora ya no serán llevados por Chispita.

“Hace cuarenta años yo estaba mal económicamente y ya estaba en el correo, y como me quedaba libre la tarde mi papá me dice porque no estudiaba peluquería. Y le hice caso y estudié por dos años en Neuquén capital”, indicó.
“El sueldo del cartero no alcanzaba. Me ayudó en la formación de mis hijos, me pagó aguinaldos, me dio obra social, vacaciones. Pero nunca fue un gran sueldo. Entonces en las horas libres me fui a estudiar peluquería para sumar unos pesos más a la casa”, ahondó.
“Hubo momentos que tuve ganas de cerrar, porque al principio la peluquería es muy difícil. No cualquiera viene y te entrega la cabeza. El peluquero es algo muy personal”, expresó.
Con constancia, formó una amplia clientela en su local. sobre calle Honduras. Hoy está también su hijo Miguel. Juan reveló que pronto dejará la peluquería y se dedicará entre otras cosas, a viajar.
Juan Carlos Quintana, conocido como Chispita por los vecinos de Centenario, entregó su última carta hace pocos días. Por su memoria corren cientos de historias. El cartero se desempeñó en la actividad por 48 años en Correo Argentino. Lo hizo siempre arriba de su bicicleta.
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