Cómo atraparon en Bariloche a un acosador sexual de las redes sociales
Un varón que se hacía pasar por una adolescente acosó durante meses a decenas de niñas de entre 11 y 17 años. Está detenido desde diciembre. El fiscal pedirá 30 años de prisión por grooming, corrupción de menores, coacción y pornografía infantil.
“Hola, soy Agustina. Nos conocemos de patín. Soy amiga de Flor”. A simple vista, el mensaje no tenía nada de extraño. No había motivo para preocuparse. Pero ese primer contacto no era casual. Tampoco inocente. La víctima había sido elegida minuciosamente a partir de la información que el acosador había recolectado, y esos datos los usaba para engañar y persuadir. El objetivo: ganar la confianza de la chica. Era el primer paso del siniestro plan.
Durante meses, cuyas siglas son DG, operó desde Bariloche en las redes sociales y acosó sexualmente a 23 chicas de entre 11 y 17 años, mediante la utilización de perfiles falsos de Instagram y Facebook.
El fiscal Martín Govetto lo acusó además de corrupción de menores, de coacción, de producción, distribución y tenencia de pornografía infantil.
El imputado será juzgado en el corto plazo. Según anticipó Govetto en la audiencia de control de acusación, la expectativa de pena alcanza los 30 años de prisión. Explicó que la escala penal es alta porque es una acumulación de 23 hechos.
El defensor particular Alejandro Pschunder tiene otra teoría y tratará de demostrar que el hombre padece un trastorno mental y es inimputable. DG está detenido desde diciembre con prisión preventiva.
El viernes de la semana pasada se hizo la audiencia de control de acusación en la que el fiscal fundamentó la imputación y pidió la apertura para el juicio.
Govetto explicó a “Río Negro” que descifrar la trama no fue fácil. Demandó muchos meses de investigación hasta detectar al sospechoso.
Recordó que la primera alerta llegó a finales de 2017 desde Estados Unidos. Fueron reportes que recibieron en una unidad especializada en Ciberdelincuencia (Ufeci) del Ministerio Público Fiscal de la ciudad de Buenos Aires y Policía Judicial, que advirtieron del tráfico de pornografía infantil generado en la zona de Bariloche.
Comenzaron la investigación preliminar a principios de 2018. Durante varios meses bucearon en el universo de las redes sociales, cruzaron información, con la expectativa de ubicar al autor. El patrón era el mismo.
La misión era difícil. Para impedir que lo detectaran, el acusado utilizaba redes de wifi abiertas, lo que complicaba captarlo.
Según la fiscalía, el sospechoso le enviaba una foto de una chica a la víctima con un mensaje: “Yo soy esta, mandame una foto”. Una vez que lograba el contacto, comenzaba a intercambiar datos, por lo general, de las actividades cotidianas que la chica desarrollaba. Era la etapa de seducción.
Luego avanzaba con la siguiente fase: la fidelización. Como la chica pensaba que “chateaba” con una amiga intercambiaba información con absoluta confianza. El terreno estaba preparado para el acoso sexual. El acusado le enviaba fotos de una chica desnuda y videos de contenido pornográfico y la incentivaba a hacer lo mismo. “Hago esto. ¿Ves que no pasa nada, amiga?”, le comentaba.
La víctima pensaba que la chica que estaba en las imágenes era su amiga. Todo, en realidad, era un juego perverso.
Cuando lograba que la víctima enviara sus videos y fotos íntimas, empezaba la etapa de la extorsión. El acusado coaccionaba a la chica para que le enviara más material. Si la adolescente se rehusaba, la amenazaba con contárselo a sus padres o difundirlo por las redes sociales. Ante ese temor, la víctima accedía.
El fiscal sostuvo que el acusado exigía cinco teléfonos de amigas de la víctima como condición para dejar de acosarla. Con esos nuevos contactos avanzaba sobre otras chicas. Casi la mitad de las víctimas son de Bariloche, el resto de otras ciudades del país y hasta del exterior.
Govetto destacó que las chicas creyeron todo el tiempo que hablaban con una amiga. Dijo que fue difícil identificar al responsable. Demandó meses de seguimiento y además el sospechoso cambiaba de celulares en forma permanente. Hasta que cometió un error, que el fiscal se excusó de revelar porque es parte de la prueba que expondrá en el juicio.
El allanamiento se hizo en septiembre del año pasado, en una vivienda del barrio El Frutillar. El sujeto estaba con sus dos hijos.
El acusado preguntó al fiscal qué pasaba. Cuando le explicaron, permaneció en silencio. En el allanamiento le secuestraron dos celulares. En la computadora no hallaron nada.
En diciembre último se hizo la audiencia de formulación de cargos por grooming, corrupción de menores, coacción, producción, distribución y tenencia de pornografía infantil y la fiscalía pidió la prisión preventiva.
Aseguró que el sujeto arriesga una pena de hasta 30 años sin haber tocado a ninguna de las víctimas. Todo lo hizo por teléfono. Govetto dijo que el último perfil que había creado en Instagram tenía 302 contactos. Todos de niñas y adolescentes. El fiscal recomendó a los padres a estar alertas. ¿Usted sabe quiénes son los contactos en redes sociales de sus hijas e hijos?
La defensa sostiene que es inimputable
El abogado Alejandro Pschunder dijo que su objetivo será demostrar en el juicio la inimputabilidad de DG. Aseguró que hay un hecho objetivo irrefutable. Recordó que en 2015 su cliente sufrió un grave accidente con una amoladora que le provocó una profunda herida en la cabeza.
Explicó que esa herida le afectó el lóbulo frontal en la cabeza. “Esas lesiones están probadas”, afirmó Pschunder. Y mencionó que científicamente está probado que ese tipo de lesiones “produce trastornos de la personalidad”.
Sostuvo que con el paso de los años esa patología es progresiva “y requiere de un tratamiento psiquiátrico y con medicación de por vida”.
Explicó que esa grave lesión que sufrió en 2015 le produjo un trastorno de personalidad. “Es como el caso del doctor Jekyll y mister Hyde”, refirió Pschunder.
“No es que cometió el delito porque es un degenerado”, sostuvo. Aseguró que tiene informes de peritos de parte y que hay abundante bibliografía sobre el caso. Destacó, sobre todo, que el accidente está probado. Por eso, para el defensor el acusado no es punible. Dijo que las conductas delictivas que se le atribuyen las desarrolló después del accidente. “Es una persona sin antecedentes penales que casi cuatro años después del accidente tiene estos comportamientos”, sostuvo.
Pschunder dijo que toda esa patología causa que una persona pierda los frenos inhibitorios.
“Hola, soy Agustina. Nos conocemos de patín. Soy amiga de Flor”. A simple vista, el mensaje no tenía nada de extraño. No había motivo para preocuparse. Pero ese primer contacto no era casual. Tampoco inocente. La víctima había sido elegida minuciosamente a partir de la información que el acosador había recolectado, y esos datos los usaba para engañar y persuadir. El objetivo: ganar la confianza de la chica. Era el primer paso del siniestro plan.
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