“¿De quién es hijo ese joven?”

Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo dijo a Abner, general del ejército: “Abner, ¿de quién es hijo ese joven?” (1 Samuel 17:54).


La estrella de Máximo Kirchner está en constante ascenso. Todo parece indicar que será el elegido: en él se han depositado las expectativas sucesorias del kirchnerismo. No es una cuestión menor: la sucesión es un problema central de los regímenes fuertemente personalistas, un obstáculo con el que suelen encontrarse y que raramente resuelven. La emergencia del jefe del bloque de Diputados del Frente de Todos como legítimo continuador de la obra del matrimonio Kirchner resuelve de una vez el caso. Los atributos los lleva en la sangre.


Máximo Kirchner cerró el martes el debate en Diputados del proyecto de reforma de la fórmula de movilidad jubilatoria, un privilegio que tienen todos los oficialismos en ambas cámaras. La ahora ley, se sabe, dispone que las jubilaciones, hoy en un mínimo de $19.035, se ajustarán según un índice que contempla la variación de los salarios y la recaudación de la Anses, ignorando la evolución de la inflación, que en la Argentina promedia el 25% anual en la última década y se prevé en alrededor de 50% (igual a la que dejó el gobierno del ingeniero Macri) el año que comienza. Ya se ha dicho: la fórmula de ajuste de Macri contemplaba la inflación porque su gobierno creyó que no la habría. La de este gobierno la elimina precisamente porque la habrá.


En su discurso en el recinto, el diputado Kirchner volvió a mostrar el tipo de gestualidad que tanto recuerda a la de su padre, esa teatralidad extraña que tenía el expresidente, mezcla de furia y comicidad. Pero no solo eso: el hijo rescató un concepto clave del discurso fundante del kirchnerismo, que también comparte con su madre, la expresidenta: la idea de que el poder siempre está en manos de otros.


“Ustedes son el poder”, les reprochó a los diputados de la oposición. “Pueden haber perdido una elección, pero ustedes defienden y son el poder en la Argentina”. Kirchner hijo acudió incluso a la leyenda bíblica de David contra el filisteo Goliat, que en la significación popular representa el triunfo del débil contra el poderoso. En la carga de Máximo a la oposición: “Ustedes seguramente estarían del lado de Goliat, y nosotros, en el de David”.


Rescató un concepto clave del discurso fundante del kirchnerismo, que comparte con su madre, la expresidenta: la idea de que el poder siempre está en manos de otros.



Lo que apenas oculta la paráfrasis del líder de La Cámpora es que para el kirchnerismo el poder nunca es suficiente y siempre es necesario acumular más. No se trata apenas de obtener más bancas para conseguir una mayoría parlamentaria circunstancial. El razonamiento es el principio fundamental de la construcción de una hegemonía política.


Es lo que conceptualmente presentó la vicepresidenta Cristina Kirchner semanas atrás, cuando insistió en una de sus cartas públicas con su proyecto para reformar el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia, cabeza de uno de los tres poderes del Estado.

Una iniciativa que busca limitar el rol del máximo tribunal al del control de la constitucionalidad. Es una de las propuestas que el presidente Alberto Fernández recibió recientemente de la comisión de especialistas jurídicos, que encarna el principal abogado de la expresidenta. Es curioso cómo, también aquí, la doctora Kirchner invierte la lógica del sistema de equilibrios y controles del modelo republicano, pensado para morigerar el dominio que en la práctica el Ejecutivo ejerce sobre los demás. Un nuevo desafío a la teoría política.


No se trata apenas de lograr una mayoría parlamentaria circunstancial. El razonamiento es el principio fundamental de la construcción de una hegemonía política.



Ante las señales de la vicepresidenta Kirchner, el kirchnerismo se ha desinhibido. Ella misma lo ha hecho ostensiblemente, como acaba de verse en el reciente acto que compartió con el presidente y en la ciudad de La Plata. Hace tiempo que sus objeciones son públicas y ya no sorprenden. Es lo que ha llevado a que un hombre como Amado Boudou, un paria político con una condena en firme por corrupción, se atreva a recriminarle al presidente Fernández que deberá volver en breve a la cárcel: “Pensé que a un año de este gobierno en el poder la situación no iba a ser así”.


Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo dijo a Abner, general del ejército: “Abner, ¿de quién es hijo ese joven?” (1 Samuel 17:54).

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