Javier Milei y su política exterior de “doble carril”, una estrategia con beneficios y riesgos
Mientras en Miami confirmó su alianza incondicional con Trump, en el G20 firmo acuerdos energéticos con el Brasil de Lula y comerciales con la China comunista. Una rara combinación de “guerra cultural” y pragmatismo económico.

El presidente Javier Milei tuvo la semana más intensas en materia de política exterior en lo que va de su mandato. Comenzó con una gira en Miami el jueves y viernes de la semana pasada, donde fue una de las estrellas de la convención ultraconservadora internacional liderada por el recién electo presidente electo de EE.UU. Donald Trump. Allí Milei propuso un eje internacional “anti woke” que defendiera los “valores de Occidente” en el que incluyó a Estados Unidos y Argentina en América, a la Italia “en la vieja Europa” e Israel, “el centinela en la frontera de Oriente Medio”.
Poco después, recibió en Buenos Aires al presidente francés Emmanuel Macron, con quien debatió temas ligados al hasta ahora fallido acuerdo Unión Europea-Mercosur y más tarde viajó a la reunión del G20 en Brasilia, donde pese a sus posturas contrarias a la Agenda 2030 impulsada por Naciones Unidas en temas como el cambio climático, firmó un compromiso sobre la lucha contra la pobreza y en reuniones bilaterales rubricó acuerdos energéticos con Brasil y de expansión de las relaciones comerciales con el presidente chino Xi Jinping, con quien mostró buena sintonía, además de los encuentros con Narenda Modi (India) y con la titular del Fondo Monetario Internacional, Kistalina Georgieva. Finalmente, en Buenos Aires retomó el clima de “alianza internacional” entre derechas alternativas con la primera ministra italiana Georgia Meloni.
Esta oscilación parte de rígidas posturas ideológicas, donde el presidente argentino echa a la anterior canciller Diana Mondino por votar contra el embargo a Cuba en la ONU, rechaza cualquier compromiso con “el socialismo” o “regímenes comunistas”, descarta adherir a pactos internacionales sobre temas ambientales o de género y promueve el “regreso a los valores de Occidente”, entre ellos “el respeto irrestricto del derecho a la vida y la defensa de la familia como elemento central de la sociedad”. Luego, se combina con un creciente pragmatismo económico, donde privilegia los factores que ayuden a la estabilidad económica y financiera del país.
«Panquequecazo diplomático»
Una práctica que el politólogo Andrés Malamud calificó en CNN radio como “el gran panquecazo” de la política exterior, ya que “de haber hecho campaña diciendo que no se iba a juntar con comunistas, su última foto en Río de Janeiro es con Xi Jinping, el secretario general del Partido Comunista Chino, una de las principales potencias del mundo y gran socio comercial e inversor en Argentina”. Sin embargo, no lo considera como algo necesariamente negativo. Como ocurre con el tero, dijo el politólogo, “demuestra es que Milei cacarea por un lado y pone los huevos por el otro. Es una retórica dogmática y una práctica pragmática. Y eso está bien, es como se debe hacer política exterior”, explicó al académico.
“Esta dualidad es hacer concesiones a la realidad. No es que elogio a la brecha entre lo que dice y lo que hace, sino destaco que en definitiva hace lo que todos los presidentes hacen: lo que más sirve a la política exterior y al interés nacional”, explicó. Sobre el acercamiento con Trump y el posible impacto del abandono de foros internacionales por una especie de “internacional conservadora” paralela, Malamud consideró que “es posible pero lo veo improbable. Trump se retiró de algunos acuerdos como el de París sobre cambio climático y de algunas organizaciones como la Organización Mundial de la Salud, donde finalmente Bill Gates puso la plata que EE.UU. dejó de poner. En definitiva Trump lo que quiere es que no usen su plata, así es como lo ve: otros quieren usar la plata de EE.UU. y por eso va a poner condiciones, como le hizo en su momento a la OTAN. Y el resto sigue necesitando la plata de EE.UU., así que es probable que le hagan concesiones para conseguir cosas, y esas cosas son alianzas multilaterales”, señaló.
Sobre el acercamiento de Milei hacia China, Debates consultó a Alejandro Frenkel, analista de política exterior, profesor adjunto de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad de San martín (UNSAM) e investigador del Conicet.
Frenkel: una estrategia con riesgos
“Creo que la reunión con Xi Jinping en la cumbre del G20 consolida una política exterior un poco más pragmática hacia China, dejando de lado la postura de su campaña electoral y de inicio de su gobierno un tanto infantil e ideologizada de ‘no negociar con comunistas’. Sin dudas, la relación de Argentina con China está marcada por una necesidad nuestra en varios frentes, no sólo el financiero (por el swap de monedas con el banco central) sino en lo comercial: China es el segundo destino de las exportaciones argentinas y el principal destino de productos vinculados al agronegocio, también están pendientes inversiones chinas en infraestructura. Es decir, más allá de las urgencias financieras que pueda tener este o cualquier gobierno, la relación con China siempre es importante, tarde o temprano esta postura más moderada o pragmática se tenía que asumir”, explicó.

Frenkel fue un poco más crítico sobre estas idas y venidas en la política exterior, sobre todo pensando en los intereses de largo plazo de la Argentina. “En los gobiernos de extrema derecha, ya lo vimos con (el presidente brasileño Jair) Bolsonaro en su momento, se da que aveces sobreactúan determinadas posiciones para la tribuna, pensando en lo electoral y para su tribu interna por decirlo de alguna manera. En el caso de Milei, el trata de posicionarse internacionalmente como un referente global de estas derechas alternativas (alt-right) o derechas extremas y asume estas posturas rígidas, pero después se algunas de estas cosas se dejan de lado por una cuestión más pragmática. Fijate que con Lula hubo caras serias y frialdad, pero después su ministro Luis Caputo firma un acuerdo energético muy importante y se sacan fotos sonriendo” agrega.
En cierto modo, señala, “hay una continuidad de Milei, actuando como presidente asumiendo posturas muy confrontativas y después aparece una serie de funcionarios como (Luis) Caputo, (Guillerrmo) Francos, (Daniel) Scioli o en su momento Diana Mondino en un rol más diplomático, haciendo una especie de control de daños”, dijo.
Sostuvo que, a su juicio, esta política “puede funcionar a corto plazo pero tiene límites. Es muy difícil desplegar una política exterior como en dos carriles separados pensando que no se contaminan mutuamente, por decirlo así porque sí afecta en el mediano y largo plazo. Si Milei, como dice piensa quedarse bastante tiempo, 8 años digamos, la política exterior pierde coherencia, es una estrategia que podría volverse problemática ” para los intereses nacionales al volverse Milei un interlocutor poco confiable.
Aquí Frenkel advirtió sobre otra actitud presidencial que consideró perjudicial, en especial en la relación con China: la tendencia a la sobreactuación.
“Todos los países, especialmente en América Latina están transitando un política de cierto equilibrio entre Estados Unidos y China. Paradójicamente la victoria de Trump podría significar un problema para este esquema pragmático con China que plantea Milei. Trump plantea una postura más confrontativa y agresiva con China. Y el gobierno de Milei viene demostrando una actitud que veces es sobreactuación, como vimos en las votaciones en la ONU hacia Cuba o sobre la violencia contra la mujer, donde se vota alineado con cosas que Estados Unidos no estaba pidiendo. Lo que puede pasar es que Argentina sobreactúe ciertas posturas hacia China cuando Washington no necesariamente lo está pidiendo”, explica el analista.
El Mercosur, un bloque en crisis de identidad
Uno de los problemas que quedó en evidencia en esta semana fueron las dificultades que enfrenta el bloque del Mercosur, tanto a nivel interno como en la negociación de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
Para el analista Alejandro Frenkel, el Mercosur tiene un “problema de identidad” ya que no hay acuerdo entre sus principales socios, Argentina y Brasil, de para qué se quiere el bloque y su orientación.
» En los últimos gobiernos, Brasil y Argentina no han logrado ponerse de acuerdo respecto de qué se espera del bloque. Primero fue Jair Bolsonaro, que planteó la postura incluso casi de desarmar a unas cuestiones del Mercosur, mientras Alberto Fernández tenía una postura distinta. Ahora, copn Lula da Silva y Milei, es al revés. Entonces, si los dos socios principales no pueden encontrar un punto en común o un mínimo común denominador respecto de para qué queremos el Mercosur, difícilmente se avance» señaló el académico.
En este mercado, señaló que el bloque tampoco ha ofrecido incentivos a sus socios menores para permanecer dentro del acuerdo, por ello tanto Uruguay como Paraguay analicen la posibilidad de acuerdos con otros, como China. «El bloque no les está ofreciendo a Paraguay o Uruguay, por ejemplo, una oferta que sea convincente por la cual apostar al Mercosur y eso lleva que a que traten de buscar otras opciones que van que son potencialmente perjudiciales para el bloque tal y como se lo conoce» agregó.
Sobre el acuerdo con la Unión Europea, donde países como Francia e Italia han mostrado su oposición, Frenkel sostuvo que «es un acuerdo que ya uno puede decir que está estancado hace más de 20 años y de hecho ya es hora de preguntarse hasta qué punto tiene sentido seguir insistiendo con un pacto que ya lleva más de 30 años negociación y nunca logró un avance significativo».

El presidente Javier Milei tuvo la semana más intensas en materia de política exterior en lo que va de su mandato. Comenzó con una gira en Miami el jueves y viernes de la semana pasada, donde fue una de las estrellas de la convención ultraconservadora internacional liderada por el recién electo presidente electo de EE.UU. Donald Trump. Allí Milei propuso un eje internacional “anti woke” que defendiera los “valores de Occidente” en el que incluyó a Estados Unidos y Argentina en América, a la Italia “en la vieja Europa” e Israel, “el centinela en la frontera de Oriente Medio”.
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