Un día más de caminata en el Paseo del Este, ya volviendo del recorrido pautado, a la mitad de mi regreso, observo a mi izquierda una adolescente caminando con su niña y un muchacho de remera roja corriendo agitado hasta interponerse a su paso. Detuve mi marcha, miraba asombrado los brazos agitados del muchacho pidiendo (a la fuerza?) que no se marchara. Me di vuelta y seguí, caminando dije; mejor no me meto. Lo que más dolía fue ver a la nena jugando muy cerca, negando ese hecho que es