Análisis: Orsini por Zeballos, el cambio de Battaglia que simboliza el momento de Boca
No encuentra consistencia en su juego. El equipo obtiene más resultados que lo que su rendimiento provoca. Los triunfos dejan a los técnicos en su cargo por encima de cualquier análisis futbolístico.
La espiral de Boca no se detiene. Desde que volvió el fútbol tras el parate por la pandemia, en marzo del 2020, no encontró nunca consistencia en su juego.
Primero con Miguel Ángel Russo y ahora con Sebastián Battaglia, el equipo obtiene más resultados que lo que su rendimiento provoca y los triunfos dejan a los técnicos en su cargo por encima de cualquier análisis futbolístico.
En su momento, Miguel llegó al partido con Santos (0-3 y papelón en Brasil) con un equipo que sufría los partidos y, salvo aquel 2-0 en La Bombonera frente a Racing, no tenía identidad futbolística ni mucho menos protagonizaba los partidos.
El trofeo difícil de explicar en la Copa Maradona lo dejó en el cargo un tiempo más e incluso eliminó a River de la Copa Argentina. Allí irrumpió un protagonista clave de estos meses como Agustín Rossi, un arquero capaz de hacerse fuerte en los penales o tener actuaciones consagratorias como la del último Superclásico, pero con más partidos malos que buenos y la sensación de que siempre se está por mandar alguna. Demasiado margen para un arco tan grande.
Era cuestión de tiempo para que el Consejo de Fútbol tomara la decisión de sacar a Russo. La decisión de su reemplazante no cambió la ecuación. Apostaron por quién fuera el jugador más ganador en la historia del club pero con nula experiencia en primera. Sebastián Battaglia estaba haciendo muy bien su trabajo en reserva, pero en 8 meses lleva más errores que aciertos.
Había arrancado bien, con triunfos interesantes como aquel ante Central en Rosario, pero después los pibes que asoman desde aquella reserva que él mismo dirigía fueron relegados por otros que tienen más partidos en primera pero nunca hacen la diferencia. Boca dejó una imagen floja contra River y Vélez el año pasado, pero al igual que el DT anterior se sostuvo con resultados circunstanciales, en este caso por Copa Argentina.
No es difícil imaginar que si los penales eran adversos en la final con Talleres, Battaglia habría dejado el cargo. Sin embargo, Rossi fue decisivo otra vez en Santiago del Estero y la dirigencia resolvió extender el vínculo del DT, cuando la realidad es que llegó al lugar que ocupa más por lo que fue que por lo que es.
La victoria contra River gracias a su arquero y a un error gravísimo del rival le dio aire a Battaglia cuando era cuestionado. Antes, el único buen triunfo del semestre, sobre Estudiantes en La Plata, también le dio respiro cuando los cuestionamientos por la ausencia de juego colectivo era inevitable.
El cambio de Nicolás Orsini por Exequiel Zeballos es un símbolo de este momento de Boca. Una incorporación que no está a la altura del club por una de las promesas de inferiores, que es el único que mostró algo contra Deportivo Cali y que además el DT conoce y debería bancar más que nadie. En el banco, Luis Vázquez. El mejor delantero que tiene Boca hoy, porque Benedetto está lejos de su mejor forma física.
El mercado de pases fue bueno y la nómina del plantel no se condice con jugar tan mal. Si bien los que salen a la cancha son los futbolistas, es un equipo que, como aquel de Russo 2021, tampoco se ve trabajado. El 4-3-3 de Battaglia es insoportablemente estático.
Para colmo, a la hora de buscar respuestas, el carácter tampoco abunda. Marcos Rojo y Darío Benedetto parecen marcados para liderar a un grupo que no sabe a qué juega y tampoco muestra personalidad.
La capitanía de Frank Fabra también es un reflejo de lo que vive el equipo hace tiempo. Al lateral le hacen los mismos goles haces 6 años, fue la cara de aquella humillación deportiva contra Santos y es premiado con la cinta. Así es muy difícil.
La apuesta de Román y compañía salió mal. Es fácil decirlo desde afuera, no es sencillo encontrar un DT que sepa como encontrarle identidad a un equipo que no la tiene hace años y además que sepa convivir con el Mundo Boca que tiene rivales externos y mucho fuego amigo.
Pero ese es el desafío que asumieron Román y compañía. Ídolos de otros tiempos que hoy tienen la responsabilidad de tomar decisiones.
La espiral de Boca no se detiene. Desde que volvió el fútbol tras el parate por la pandemia, en marzo del 2020, no encontró nunca consistencia en su juego.
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