El día que Soriano casi termina preso en Cipolletti

En una entrañable carta escrita al diario RÍO NEGRO, un lector recuerda los años que compartió con el escritor Osvaldo Soriano, durante su paso por Cipolletti. Los enojos por los resultados de San Lorenzo y hasta un paso por la comisaría por su debut como periodista.

Ulises González
El Bolsón

Tuve oportunidad de conocer y tratar a Osvaldo Soriano cuando residía en Cipolletti, a fin de los años 50. Varios años menor, el hecho de haber sido muy amigo de mis hermanos Hugo y Darío René, este último fallecido, verlo y tratarlo era casi a diario. Había un trato afectuoso y me resultaba simpático, respetuoso y amable.
Casi tirando a gordito, estatura mediana, cabello ralo y casi rubio, ojos más bien pequeños, interrogadores y pícaros, su vida transcurría en tomo a sus padres, amigos, fútbol y una pasión sin límites por el club de sus amores: San Lorenzo de Almagro.
Lejos estaba -tanto yo como sus amigos y quienes lo trataron- de suponer que llegaría a ser un gran periodista y un, escritor mundialmente reconocido.
Recuerdo partes de su pintoresco vocabulario y formas de actuar muy vinculadas al mundo del fútbol.
Como prueba trataré de narrar lo mejor posible, apelando a las viejas grabaciones” de mi veterana memoria, dos hechos que lo pintan tal cual era. Uno relacionado con su fanatismo por san Lorenzo y otro anticipando su destino de escritor y periodista.

Soriano y González, en el Balneario Ciudad de Neuquén, enero de 1961


Osvaldo vivía con sus padres en vivienda ubicada esquina calle Blas Parera, casi Avda. A. Mengelle. Me resulta difícil precisar fecha o día de una apacible y soleada tarde dominguera, posiblemente noviembre 1959.
Sentados o recostados en el pasto y bajo la sombra de dos frondosos árboles ubicados en el predio de la vivienda “de los Sorianos” nos encontrábamos, ademas de Osvaldo mi hermano Darío y otros amigos, escuchando atentamente, la transmisión radial de un encuentro del torneo de AFA.
Por aquellos tiempos, creo recordar, la única emisora zonal era LU5 Radio Neuquén, filial de radio Splendid de Capital Federal. Relataba Alfredo Arostegui y su equipo y en deportivo. Volviendo a la reunión, la misma transcurría en silencio y distendida.
No obstante Osvaldo mostraba una evidente preocupación por saber que suerte corría o correría su querido San Lorenzo que no era uno de los equipos protagonista de la transmisión radial. Su favorito triunfaba por mínima diferencia y ganar ese domingo era fundamental para las aspiraciones de ser campeón. Entró un llamado dando cuenta que le empataban el encuentro y fue evidente su enojo y rabia que lo llevó a exteriorizar en forma nada académica.
No transcurrieron muchos minutos más cuando otro llamado a la central daba cuenta de un nuevo gol del rival de San Lorenzo que pasaba a perder. Faltaban pocos minutos para el final y no tardó en llegar el aviso menos esperado por Soriano: había perdido San Lorenzo.

Soriano, en el centro, con Hugo Gonzalez, por entonces jugador del Club San Martín  Las fotos corresponden al álbum personal de Ulises González.


Evidentemente muy enojado, se dirigió hasta el árbol en cuyas ramas estaba apoyada la radio y sin comentario alguno la estrelló contra el suelo, quedando interrumpida la transmisión. Acto seguido se alejó en dirección a su domicilio profiriendo términos irreproducibles. Uno del grupo se acercó y levantó la maltratada “Spica”, la observó y sentenció:“Está rota, no creo vuelva a funcionar”.
No nos quedó otra que, lentamente, alejarnos del lugar y buscar donde informarnos resultados finales de los partidos restantes.


La otra anécdota la narraré ajustando los diálogos a los hechos y recuerdos. El paso de muchos años no permite establecer fechas precisas, pero estimo que ocurrió entre noviembre y diciembre del año 1960, época en que me desempeñaba como empleado del recordado Banco de Río Negro y Neuquén, sucursal. Cipolletti.


Un día de esos meses, casi con seguridad estimo que fue un sábado por la mañana, llegó hasta mi domicilio familiar, Osvaldo en compañía de uno de sus tantos amigos y si la memoria no me falla, de apellido Arkadier. Sin mayores vueltas me expusieron que estaban en la tarea de editar un periódico semanal que fuera “bien cipoleño”, y necesitaban quien les hiciera la parte deportiva. Pensaron que podía encargarme de ese cometido.
Debo decir que acepté la invitación sin mayores condiciones. Por aquellos tiempos Juan Carlos Contreras -defensor-, y Raúl Poma -arquero- estaban a prueba en el Club Estudiantes de la Plata. Se encontraban de vacaciones y como tenia excelente relación con Contreras, fue el elegido para un reportaje publicado en la primera tirada.


Una mañana aparecieron por el Banco a dejarme unos ejemplares. Dos o tres días después, al regresar a casa de mis padres, finalizada la jornada laboral, mi madre me comunica, sin darle mayor importancia, que un policía había pasado a decir que el “Comisario pedía que pasara por la comisaría; esa misma tarde”. La “cuarta” era la única dependencia policial en la joven ciudad. Un tanto intrigado me acerque y al ingresar me encontré con Osvaldo y su socio periodístico sentados y cabizbajos. Corto saludo, unas sonrisas y nada más , hora aproximada 17 hs.


Pocos minutos después ingresó al edificio el Comisario, a paso firme se encaminó directamente a lo que consideramos era su oficina. El único agente visible lo saludó y acompañó al despacho para, casi de inmediato salir y pedirnos: pasáramos los tres a hablar con el Jefe Policial.
Eso hicimos, con cierta timidez e intrigados. El Jefe estaba de pie detrás de un amplio escritorio sobre el cual, desparramados, habían varios ejemplares del ampuloso semanario bien cipoleño.


Creo recordar no nos saludó y sí habló de inmediato con voz fuerte y casi amenazante. Como he manifestado anteriormente, el paso de los años, muchos por cierto, no me permiten recordar con exactitud los términos utilizados. Pueden haber sido mas 0 menos así: “Tengo entendido que ustedes son los autores de estos “panfletos”. Tomó uno y blandiéndolo al aire, preguntó: ¿Es así?

Osvaldo asintió con un tímido, sí señor” y agregó: “yo lo dirijo, ellos son colaboradores”. Siguió un breve y tenso momento que se rompió cuando el corpulento Comisario manifestó: “Bien, tienen plazo hasta mañana a las 12, para juntar y traerme todos los ejemplares que hicieron. Si no lo hacen los meto presos a los tres ¿entendido?”
-Sí señor, fue nuestra inmediata respuesta y rápida salida.
Quedaba abortada la aventura periodística, estimo la primera del luego reconocido escritor argentino.
Ellos dos se encargaron de juntarlos y entregarlos, al siguiente día, en la Comisaría. Por lo tanto no fuimos presos y creo no hubiese obrado así el Jefe Policial.
Una nota “editorial del Director, con fuertes críticas a algunos funcionarios municipales, fue la causa que puso fin al proyecto.
Lamenté y lamento no haber conservado un ejemplar.
Impresos en hojas blancas, tamaño oficio, dobladas. El sistema de impresión, creo recordar, era con esténcil o algo similar. Imprenta mecánica resultaba costoso y de las fotocopiadoras no había ni noticias.
Sean estas anécdotas y recuerdos como un humilde homenaje a un grande de las letras nacionales.


El escritor argentino Osvaldo Soriano, autor de “No habrá más penas ni olvido” “Cuarteles de invierno” y “Una sombra ya pronto serás”, entre otras maravillas, vivió enCipolletti entre 1956 y 1959, en la calle Mengelle y 9 de Julio, donde actualmente está la empresa Aguas Rionegrinas. Su padre era inspector de Obras Sanitarias de la Nación , y por eso la familia se trasladaba por diferentes zonas del país. En Cipolletti cursó estudios en la Escuela Industrial de la Nación.


Ulises González
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