La hora del cambio llegó: Argentina, país petrolero
El 117 aniversario del descubrimiento de petróleo en Argentina, encuentra al país en un momento bisagra. Las grandes obras ya están en marcha en el segmento del crudo mientras que el sector del gas avanza con los proyectos de GNL.
“Ya se amplió la capacidad de transporte. Ahora hay que poner la plata, no tienen excusas”. La frase del CEO de YPF, Horacio Marín, resume a la perfección el punto exacto en el que se encuentra la industria argentina de los hidrocarburos: en el fuelle entre un país con petróleo y uno petrolero.
La frase parece un juego de palabras pero realmente no lo es. La diferencia es tan copernicana como el cambio de visión que impulsó la ley 27.742/24, más conocida como la Ley Bases, al dejar de lado el criterio del autoabastecimiento, propio de un país que tiene recursos pero también necesita importar buena parte de lo que consume, esto es un país con petróleo; a pasar al criterio de la máxima renta posible: un país petrolero que -más allá de si importa en algún momento- su balance es el de un exportador neto.
En el llamado de Marín a “poner la plata” se define el escenario de una industria que necesita ingentes inversiones extranjeras si quiere aprovechar la ventana de oportunidades que dan el gas y el petróleo de Vaca Muerta.
En este 2024 que está llegando a su fin, fueron cerca de 11.300 millones de dólares los que se inyectaron en el sector del gas y el petróleo del país, de los cuales casi 8.600 millones de dólares, es decir dos de cada tres dólares, se concentraron en el play que mejores rindes da en Argentina: Vaca Muerta.
Esta tendencia no es nueva, pero sí está marcando un fenómeno diferente que es la salida de los grandes jugares locales del convencional, para focalizar su atención y -sobre todo- sus dólares, en Vaca Muerta. Otro cambio de paradigma en el que el Proyecto Andes de YPF es la punta más visible del iceberg, pero no la única.

Pero claro está que para lograr el cambio de escala de país con petróleo a país petrolero, las inversiones locales no alcanzarán y Vaca Muerta requiere una inyección más fuerte de inversiones, que muchos especialistas sostienen que no deberían bajar de los 10.000 millones de dólares al año.
Con lo que el desafío más claro está en lograr que las carpetas de Vaca Muerta en los portafolios internacionales logren generar no solo más entusiasmo, sino en especial más confianza que otros desarrollos. Una meta nada fácil de lograr mientras el cepo cambiario siga vigente.
En este escenario es que el lanzamiento del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) que precisamente genera un paraguas anticepo para las iniciativas bajo su techo, sirvió como anzuelo para destrabar los proyectos para exportar el gas como gas natural licuado (GNL).
Un paraguas que ahora se extiende definitivamente sobre Vaca Muerta con el visto bueno final del gobierno de Neuquén a adherir al programa de incentivos.
El dato
- 858.000
- barriles por día es el récord histórico de Argentina que data de 1998.
Pero en el mientras tanto de esos proyectos que recién comenzarán a verse en las costas a mediados del 2026, es el segmento del petróleo el que concentra la atención inmediata de las operadas.
Es por esto que no para nada casual que el primer proyecto de la industria en ingresar al RIGI no vino de la mano del GNL, sino del crudo: el sistema Vaca Muerta Oil Sur (VMOS), el oleoducto y puerto exportador de petróleo que diseñó YPF y que ya tiene un consorcio de siete grandes empresas dentro.
Mientras en el segmento del gas natural se avanzó en obras clave para el mercado doméstico, como son la reversión del Gasoducto Norte y el pronto llamado a licitación para la ampliación del exGPNK, el Gasoducto Perito Moreno, el sector comenzó a dar muestras contantes y sonantes de su potencial: en diez meses dejó un saldo positivo de 4.300 millones de dólares en la balanza comercial energética del país.
Pero la visualización de los grandes proyectos en la costa atlántica y su enorme potencial exportador, no deben ser el árbol que tape al bosque de la actividad, ya que el colosal desafío estará en ese reducido espacio de 47 concesiones de explotación no convencional que hoy es Vaca Muerta.
Para multiplicar hasta 1,5 millones de barriles y 230 millones de metros cúbicos de gas natural la producción diaria del país, se necesitará perforar y conectar hasta cerca de mil nuevos pozos al año, que representan un desafío logístico de múltiples aristas, que de no ser atendidas a tiempo, podrían derivar en nuevos cuellos de botella.
Y a la par de la necesidad de más equipamiento especial, la demanda de mano de obra calificada es también otro escollo a superar, ya que a medida que se incremente la actividad se necesitarán más empleados.
El gobierno neuquino ya da cuenta con su Excel en mano que el año que viene se romperá la barrera de los 9.000 millones de dólares de inversiones en las áreas de Vaca Muerta, que mostrarán un claro salto en el segmento del petróleo con la ampliación definitiva de la red de Oleoductos del Valle (Oldelval) en la previa al proyecto del nuevo puerto.
En el segmento del gas el interés de Brasil en comprar fuertes volúmenes de gas argentino es hoy más un desafío que una salida directa, pero que pone en claro no solo el interés de otros países en el gas de Vaca Muerta, sino el inicio de eso que es la clave de fondo para el salto exportador: la confianza de un futuro suministro estable.
La CEPH estima un superávit de US$ 25.000 millones
La Cámara de Exploración y Producción de Hidrocarburos (CEPH), el organismo que nuclea a las principales empresas productoras del país, presentó un pronóstico del potencial que el sector tiene de cara a un plazo de cinco años, pero para lo cual alertó que se requieren modificar algunas medidas.
Desde la CEPH estimaron que de cara al 2030, Argentina no solo tendrá la oportunidad de dejar en el olvido los millonarios déficits que se dieron en la última década en la balanza comercial energética. Sino que marcaron que, con las producciones esperadas de 1.500.000 barriles de petróleo por día y 230 millones de metros cúbicos de gas diarios, la balanza comercial energética del país será superavitaria por 25.000 millones de dólares anuales.
La proyección va en línea con los planteos que se han realizado desde YPF, que contemplan exportaciones por 15.000 millones de dólares de petróleo y por la misma cantidad de gas, una vez destrabados los proyectos para licuarlo y venderlo como GNL.
Pero además, el estudio de la CEPH considera que el incremento de la producción nacional a valores de casi el doble del actual nivel, permitirá otro beneficio.
Es que estimaron que la mayor producción permitirá reducir las importaciones, potenciando el saldo superavitario de la balanza. Y en ese sentido, marcaron que “en lo que va del año, las exportaciones de gas y de petróleo ya se incrementaron por encima del 20%”.
Y es por esto que enfatizaron que “el dinamismo del sector lo transforma en una fuente generadora de divisas que se potencia fuertemente si existen adecuados estímulos para producir más y ofrecerlos al mundo en condiciones competitivas”.
Para lo cual señalaron que será clave “disminuir la carga impositiva, habilitar el acceso rápido a la importación de bienes de capital y desarrollar de modo eficiente la infraestructura”, para así reducir la brecha de costos con otros países productores.
“Ya se amplió la capacidad de transporte. Ahora hay que poner la plata, no tienen excusas”. La frase del CEO de YPF, Horacio Marín, resume a la perfección el punto exacto en el que se encuentra la industria argentina de los hidrocarburos: en el fuelle entre un país con petróleo y uno petrolero.
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