Reliquias: lapiceras, guardapelos y sangre licuada… y todo eso que guardamos

Todos conservamos reliquias; pero han sido las religiones las que han hecho un verdadero culto de las reliquias, especialmente vinculadas a cuerpos de mujeres y hombres santos y objetos relacionados con ellos.

Guardo la lapicera y la camisa que utilizó en sus días finales mi padre, las atesoro como verdaderas reliquias. Y ese es precisamente uno de los significados de la palabra “reliquia” según la RAE: “Objeto o prenda con valor sentimental, generalmente por haber pertenecido a una persona querida”. Todos conservamos reliquias; pero han sido las religiones las que han hecho un verdadero culto de las reliquias, especialmente vinculadas a cuerpos de mujeres y hombres santos y objetos relacionados con ellos.
Así, el Santo Grial era una de las más valoradas reliquias que los cristianos se propusieron recuperar en Las Cruzadas. La catedral de Nápoles guarda como reliquia la sangre de San Genaro, que se licua tres veces por año, cuando esto no ocurre algo malo sucederá, dicen los napolitanos.
Pero a esa obsesión por conservar parte de los cuerpos de personas singulares no es patrimonio de la religión; también la ciencia ha sucumbido a este fetichismo y podemos encontrarnos con el dedo de Galileo en el Museo de Historia de la Ciencia, en Florencia; o partes del cerebro de Einstein diseminadas por diversos museos.
Durante el siglo XIX existió toda una industria de la joyería de luto, en especial colgantes y unas cajitas y broches que podemos denominar “guardapelos” para conservar las pilosidades de quienes dejaron este mundo. Así se conservan cabellos de Napoleón, Beethoven, Lincoln, la reina Victoria…
Algunos escritores no han estado ajenos a esta necrofílica costumbre. Si visitamos la Biblioteca Pública de Filadelfia nos podemos encontrar con un medallón que contiene un mechón de cabello de Edgar Allan Poe. Se cuenta que el día de su funeral, el 7 de octubre de 1849, su prima Elizabeth Herring cortó varios mechones de pelo con intención de guardarse algunos y el resto los repartió entre los amigos del autor de “El corazón delator”. Hoy en diversos museos y colecciones privadas se exhiben los cabellos de Poe.
En este afán por hacerse de reliquias de los grandes artistas, algunos de ellos han perdido mucho más que los cabellos. Pero esa es otra historia.


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