Sobreadaptados al cansancio: ¿por qué no hacemos pausa para mejor nuestra salud?
El terapeuta postural de Bariloche, Nacho Monti, alerta: "nos presionamos para rendir al máximo, ignorando las necesidades de nuestro cuerpo hasta que este ya no puede más". ¿Cómo revertir este estilo de vida?
Por Ignacio Monti (*), especial para «Estar bien»

En nuestra sociedad, el cansancio se ha convertido en un estado permanente. Nos hemos acostumbrado tanto a funcionar con agotamiento que hemos dejado de percibir las señales de alerta que nuestro cuerpo nos envía. En lugar de hacer pausas, recurrimos a estimulantes para mantenernos activos y a medicamentos para poder dormir, generando un círculo vicioso en el que nunca descansamos realmente.
Esta sobreadaptación nos impide reconocer cuándo necesitamos parar. Nos hemos vuelto expertos en ignorar el agotamiento, normalizando la fatiga como si fuera un requisito inevitable de la vida moderna. Pero, ¿qué sucede cuando el cuerpo ya no puede sostener este ritmo? Las consecuencias pueden ir desde trastornos del sueño hasta enfermedades crónicas, pasando por dolores musculares y lesiones que pueden llegar a ser invalidantes.

La autoexplotación
Byung-Chul Han, en su libro La sociedad del cansancio, señala cómo el modelo actual nos ha transformado en nuestros propios opresores. No hay una figura externa que nos imponga una carga laboral excesiva; somos nosotros mismos quienes nos exigimos sin descanso. Nos presionamos para rendir al máximo, ignorando las necesidades de nuestro cuerpo hasta que este ya no puede más.
Esta mentalidad ha creado una desconexión entre nuestro bienestar y nuestras prioridades. El descanso se percibe como un lujo o una pérdida de tiempo, cuando en realidad es una necesidad biológica. En la búsqueda de más productividad, sacrificamos la calidad de vida y nos alejamos del equilibrio necesario para sostenernos a largo plazo.
El cuerpo no es infalible
Si bien el cuerpo tiene una capacidad sorprendente de adaptación, esta no es infinita. A diferencia de una máquina, no podemos reemplazar piezas cuando fallan. Cuando forzamos el cuerpo más allá de sus límites, las señales de advertencia se transforman en problemas de salud más graves. En lugar de escuchar y atender estos avisos, solemos optar por soluciones rápidas: analgésicos, antiinflamatorios o cualquier recurso que nos permita seguir adelante sin detenernos.
Sin embargo, cada vez que ignoramos el cansancio, estamos acumulando una deuda con nuestro bienestar. Y esta deuda, tarde o temprano, se cobra su precio en forma de dolencias físicas y mentales.

Recuperar el equilibrio
El bienestar no se construye de un día para otro, pero tampoco requiere cambios drásticos. La clave está en la constancia y en el compromiso con nosotros mismos. Pequeños hábitos pueden marcar una gran diferencia: establecer rutinas de descanso, priorizar el sueño, aprender a reconocer los límites del cuerpo y, sobre todo, permitirse momentos de pausa sin culpa.
Cuidar el cuerpo no es un sacrificio ni una tarea imposible. Es una inversión en calidad de vida. Aprender a escuchar sus señales es un acto de responsabilidad y amor propio. A fin de cuentas, el cuerpo nos sostiene día tras día; es nuestro deber retribuirle con el descanso y la atención que merece antes de que sea demasiado tarde.
(*) Terapeuta postural especializado en el enfoque holístico del cuerpo y creador de la Terapia Postural Holística (TPH), de Bariloche .
Comentarios