¿Generación de padres tibios?

Redacción

Por Redacción

La cotidianidad familiar es “la vincularidad” que se produce entre los miembros de la familia. Es un espacio, que es abstracto, que no le corresponde a nadie sino que es una construcción de todos, donde vamos almacenando recuerdos, percepciones, discusiones, cansancios y alegrías cotidianas. La gestión de ese espacio pasa inadvertido la mayoría del tiempo. No se trabaja mucho sobre esta zona donde quedan situaciones sin resolver, disculpas sin manifestar, afecto sin brindar y emociones negativas sin ser aceptadas y procesadas.


Alan Kazdin, profesor de Psicología y Psiquiatría Infantil en la Universidad de Yale, afirma que la parentalidad puede ser “frustante y desafiante”. Afirma que si a la vida diaria de una familia, le agregamos emergentes (una cita del colegio porque el hijo se portó mal, peleas de hermanos, problemas económicos, conductas de oposición de los hijos , reprimendas y gritos), tenemos como resultado, la dinámica relacional habitual de muchas familias.


La familia día a día sigue navegando y afrontando las demandas sociales, con mucho esfuerzo, tratando de sobrevivir a una sociedad voraz, extractivista, que consume nuestro tiempo, nuestras ganas, nuestros deseos. Son muchos los padres abocados a trabajar para brindar a sus hijos más y nuevas opciones de escuelas, deportes, viajes y objetos materiales. En medio de esto, la vincularidad, los espacios de encuentro, de abrazos, de enojos y juegos se queman tan rápido como un fósforo.


Existen tantos libros de crianza que no nos alcanzarían las horas para leer y reflexionar y podemos advertir que el exceso de información no alcanza para ayudar a muchas familias que padecen problemas para relacionarse. Una mamá me planteaba que había practicado diferentes técnicas aprendidas en internet, para tratar de entenderse con su hijo y que no habían resultado. Angustiada, planteaba qué otra técnica podía conocer yo, que sirviera para que su hijo se porte bien.


Somos parte de una sociedad que ofrece soluciones inmediatas, diferentes tipos de prácticas que prometen un catálogo de respuestas placebo. Estas “soluciones” tranquilizan momentáneamente y calman ese desborde percibido, pero a largo plazo no se trabaja sobre lo que subyace en el fondo. Los miembros de las familias siguen sin comprender porque se desentienden, se ofenden y se presionan.


Es necesario preguntarse qué pasa con la co-parentalidad en este escenario de demandas externas, donde se nos exige ser padres perfectos y criar hijos “felices”. ¿Qué significa criar hijos felices?, ¿es lo mismo ser felices que ser diez en todo?


Los padres necesitamos cuestionar nuestras miradas, expectativas y exigencias, tanto personales como familiares. Los conflictos más difíciles en el ámbito familiar: presión, discusiones constantes, conductas agresivas, conductas de oposición extremas, persisten sostenidas por matrices de crianza donde los extremos caracterizan la vida diaria familiar y su sistema normativo. O mucha exigencia, seguida de castigos y todo tipo de prácticas parentales apoyadas en el control extremo, o padres demasiado laxos que sienten miedo de sostener, poner límites y guiar.


Puede favorecer a los padres actividades terapéuticas orientadas a salir de estas dualidades educacionales, donde no hay espacios para transitar las dificultades, o para esperar tiempos, construir gradualmente conductas, adquirir hábitos o aprender a asumir responsabilidades. Los padres necesitan herramientas que los ayuden a salir de los estereotipos familiares conocidos y pensar que deben construir juntos un camino que los lleve a ser felices. La felicidad que se produce de aceptar nuestras diferencias y respetarlas logrando ámbitos de diálogo y crecimiento.


Es fundamental que los padres puedan tener asistencia a la hora de educar, no solo porque la labor que desempeñan es importante, sino porque no se puede ser felices en barcos a la deriva. Por alguna razón que se desconoce, en el ámbito de la familia, se piensa que “se debe hacer sobre la marcha”, algo que no funciona en ningún otro ámbito de la vida. No se trata de recetas, se trata de una construcción progresiva social, con leyes que favorezcan en primer lugar a los padres y a ambos por igual. Necesitamos empresas que promuevan ayuda a quienes tienen hijos con mayor flexibilidad y horaria y la posibilidad de teletrabajar, una experiencia que se promovió y creció durante la pandemia. Y luego la contención necesaria profesional, que pueda acompañar a las familias en sus constantes crisis.


Días atrás, una frase recorrió los medios de comunicación: “Estamos ante una generación de padres tibios”. Podemos afirmar que estamos en una sociedad con cambios estructurales profundos y dinámicos y con un exceso de teorías y tips para educar que no contribuyen a los procesos vinculares que requieren un andamiaje, sostén, límites y tiempo.

*Mabel Itati Borda

Licenciada en Orientación Familiar y en Ciencias para las Familias


La cotidianidad familiar es “la vincularidad” que se produce entre los miembros de la familia. Es un espacio, que es abstracto, que no le corresponde a nadie sino que es una construcción de todos, donde vamos almacenando recuerdos, percepciones, discusiones, cansancios y alegrías cotidianas. La gestión de ese espacio pasa inadvertido la mayoría del tiempo. No se trabaja mucho sobre esta zona donde quedan situaciones sin resolver, disculpas sin manifestar, afecto sin brindar y emociones negativas sin ser aceptadas y procesadas.

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