Haciendo malabares

Varias veces he vivido esta intrascendente escena veraniega. Después del trabajo llegaba al río con mis dos hijas, la canasta, la mochila, las reposeras y la heladerita. Como yo, había muchas mujeres, todos los veranos, todos los días… Cuando de manera excepcional, algún papá era el encargado absoluto de esa maquinaria cotidiana, varias personas concurrían a ofrecerle ayuda o lo miraban con lástima.

El ejemplo es solo una muestra de las múltiples situaciones de la vida cotidiana atravesadas por lo que está socialmente aceptado como “natural” en relación al cuidado de los hijos, incluso cuando el cuidado incluye el ocio.

“Mujeres malabaristas en una sociedad desigual”. Así nos describe a las mujeres del siglo XXI la investigadora social Eleonor Faur: como barajando una suerte de esferas resbaladizas que vendrían a ser los hijos, el trabajo, la pareja, los derechos, la profesión, la niñera, el espacio propio, las políticas sociales y la ayuda familiar o de los amigos, que es amorosa pero, a veces, limitada. En su libro “El cuidado infantil en el Siglo XXI”, Faur propone desnaturalizar el maternalismo que nos pone a las mujeres en el rol de “cuidadoras por naturaleza” y analiza las prácticas del cuidado para concluir que la organización actual revela desigualdades en cuanto al género, ya que son las mujeres las depositarias de la tarea. Incluso existe una desigualdad económica insoslayable entre mujeres de ingresos medios, que pueden delegar en otras personas la atención de sus hijos, y las de sectores empobrecidos que tienen serias dificultades para cuidar de los propios y acceder a un trabajo remunerado.

El cuidado de los hijos no es un asunto personal. Es una cuestión social, que involucra incluso al mercado y es una responsabilidad del Estado garantizar la igualdad de derechos. El cuidado es otra materia pendiente con las mujeres y por lo tanto es parte de la agenda pública.

de las mujeres no tienen tiempo para el ocio, según un estudio de la Universidad Siglo XXI.

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