El humor social no se cambia con terapia oficial
Ucrania, acuerdo con el fondo, crisis en el Frente de Todos y Humor social. De eso se habló en la semana.
Para cambiar el humor social basta con mirar la realidad en crisis e intentar cambiarla. No hacen falta consejos ni terapia oficial, tampoco una secretaría, porque siempre el golpe de la realidad es más duro que cualquier intento por convencernos de que no estamos tan mal. Para colmo el contexto internacional no ayuda, porque la guerra parece lejana geográficamente, pero en definitiva ninguna guerra es lejana. Productores o exportadores de fruta que mandaron a Rusia, hoy no saben ni cuándo ni cómo van a cobrar porque ese país, a raíz de la guerra, quedó fuera del circuito bancario tradicional.
No está mal intentar cambiar-mejorar el humor social de la gente. Sí parece exagerado hacerlo desde otro organismo que no haría más que incrementar el empleo público en un Estado que mira cómo ajustar por todos lados, que sube impuestos, aumenta retenciones, sube combustibles, pero que no atinó a mirarse el ombligo para pensar que el ajuste también debe pasar por el Estado, por la política.
El humor social va a cambiar cuando la inflación esté dentro de números razonables, cuando los combustibles y las tarifas no sean preocupación contante, cuando ir al supermercado no sea un parto. El humor social no son publicidades con frases bonitas, el humor social son hechos que se palpan en Roca, en la región, en el país. La política en su conjunto debe mirar ese humor por fuera de la demagogia y entender que la realidad abruma. Cambiará el humor social cuando la política entienda que la desigualdad empieza desde ahí.
El humor social, o el buen humor social está ausente desde hace años en el país y si se palpa en algún momento es por instantes, por hechos puntuales, por el deporte, por algún logro particular, pero no porque desde los gobiernos se muestren aciertos duraderos que mejoren las realidades cotidianas de los argentinos.
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