La extensión de la cuarentena golpea la oferta y la demanda
Las restricciones a la circulación se extienden y comienza a resentirse la matriz productiva. Tres cuartas partes de la economía sufriría una caída severa.

En Argentina, ya es una certeza. La cuarentena volverá a extenderse. Se estima que al menos serán otros diez días de confinamiento obligatorio y de imposibilidad para trabajar, producir, invertir y consumir con normalidad. Frente al pronóstico de un pico de la enfermedad para el mes de mayo, algunos hasta aventuran que las restricciones se han convertido en la nueva “normalidad”, y que habrá que acostumbrarse al nuevo escenario.
El gobierno luce decidido a ir a fondo con la estrategia del confinamiento, y parece dispuesto a hacerlo pase lo que pase con la economía. El traspié de la semana pasada con miles de jubilados agolpándose en los bancos para cobrar, generó un efecto “relajación” en gran parte de la población que interpretó que “salir finalmente no es tan grave”. Ello fue lo que decidió al Presidente Alberto Fernández no solo a extender el confinamiento, sino a establecer controles estrictos. Hasta el momento, los números le dan la razón: la cantidad de contagios se ha estabilizado en el orden de los 80-100 diarios, la tasa de mortalidad por la enfermedad en el país es baja en relación al promedio global (3,79% versus 5,95%), y en la comparación con los países de la región (especialmente Brasil, Ecuador, Perú y Chile), Argentina parece estar haciendo las cosas con mayor prolijidad y responsabilidad.
No obstante, el efecto sobre la actividad económica y el impacto resultante sobre el entramado social, comienza a ser crítico. Cientos de empresas anunciaron esta semana a sus empleados el pago reducido de los salarios. Se trata de empleados registrados, de buen pasar económico, y altos niveles de consumo y estándar de vida. Se impone un ajuste privado al consumo. Esas mismas empresas, se preguntan cómo afrontar costos fijos tales como cuotas de capital y alquileres, o incluso la cuenta proveedores.
Si esa es la realidad que sacude a la clase media, que esperar de los sectores informales, impedidos de trabajar, con ingresos nulos, y en muchos casos con déficit habitacionales mayúsculos al momento de cumplir con el slogan “QuedateEnCasa”.
Panorama crítico
La pérdida económica que el Covid-19 generará a nivel global, es todavía incalculable. Mucho más en un país como Argentina, si se tiene en cuenta que la recesión inició dos años antes de la irrupción del virus, y que la estructura económica ya estaba dañada previo a la crisis actual.
Vele entonces un análisis tanto del lado de la oferta como de la demanda agregada, entendiendo que si bien la pandemia golpeará indefectiblemente a todos, el tamaño del golpe no será el mismo para todos los sectores.
Una sencilla clasificación, por cierto algo arbitraria y para nada concluyente, permite separar los sectores económicos en tres grupos, frente al impacto que provocará la cuarentena obligatoria. Los tres grupos se verán afectados, pero en diferente medida. En el primer grupo, al que se puede denominar como “menos afectado”, se incluye a todos los sectores que pese a la cuarentena, han mantenido el funcionamiento medianamente igual al que tenían previo al virus, e incluso en muchos casos, no sin dificultades, han visto incrementada la actividad. Entre ellos se puede listar al sector alimenticio, supermercados, a las farmacias, los bancos, y al sector público. Juntos, representan un 25% del Producto Bruto Interno (PBI).
En el segundo grupo al que puede denominarse como “afectados”, se encuentra la actividad petrolera, la energía y la minería, y el transporte. Ese bloque sufrirá un impacto importante a lo largo del año, y en su conjunto representa otro 25% del PBI.
Por último se encuentra el grupo de los sectores “muy afectados”. Se trata de actividades que durante 2020 padecerán una caída de dos dígitos en el nivel de actividad en relación al año anterior. Allí se agrupan el comercio, la industria no alimenticia, construcción, turismo, gastronomía e inmobiliaria. Ese bloque representa el 50% del PBI.

En resumen, tres cuartas partes de la matriz económica recibirá un impacto enorme, y la mitad directamente un desplome.
Las proyecciones más optimistas hablan de una caída del 8% interanual para el PBI en el acumulado de 2020. Los más pesimistas en cambio, indican que la merma podría llegar e incluso superar el 15%. No hay paquete de medidas que pueda contener semejante daño. Hasta el momento, los anuncios para las pequeñas y medianas empresas se reducen a una línea de crédito blanda para contribuir al pago de salarios, la eximición de contribuciones y la suspensión de embargos. Gusto a poco ante un parate de tales proporciones.
Desde el lado de la demanda agregada, el panorama es también elocuente. El diagrama que acompaña la nota, muestra los componentes de la misma y su tendencia prevista para 2020.

No hace falta imaginar demasiado para advertir que el consumo experimentará una enorme caída este año. Las familias verán este año disminuida su capacidad de compra no solo por la inflación, algunas recibirán menos ingresos por ver sus salarios recortados, algunas por falta de trabajo (la situación de los autónomos y de quienes tienen oficios independientes es alarmante) o incluso a lo largo del año serán despedidos.
Lo mismo sucederá con la inversión. Nadie imagina que algún empresario pueda siquiera pensar en invertir, con la actividad paralizada y un horizonte de desplome en el nivel de actividad.
En ese marco, es el gasto público una vez más el motor de la demanda. Un gasto que ya se presentaba con signos de agotamiento y necesidad de ajuste antes de la pandemia, pero que hoy luce como el único salvavidas posible para la economía. No solo es así en Argentina, sino en todos los países del mundo. El asterisco en Argentina, es la imposibilidad de financiar ese gasto extra con mayor presión fiscal o con endeudamiento. Será necesario emitir moneda. Se estima que la ampliación de la base monetaria podría llegar al 100% este año.
El comercio exterior, aporta su granito de arena con exportaciones que se mantendrían medianamente estables e importaciones cayendo fuerte, lo que a priori se supone que significará superávit comercial en 2020.
Pandemia que valida
La crisis global generada por el Covid-19, abrió a nivel mundial un “momento de excepción” en el que los mandatarios del mundo están habilitados a tomar las decisiones que evalúen como necesarias a fin de combatir el virus y reducir la cantidad de contagios.
En Argentina se experimenta la misma sensación. Si algo ha logrado la pandemia, es correr la discusión del foco de la grieta. En general, el gobierno nacional ha logrado abroquelar detrás de la estrategia de la cuarentena preventiva, a todos los gobernadores del país, sin distinción de colores políticos. En pocas palabras, Alberto Fernández encontró en la irrupción del coronavirus, la oportunidad de validarse como Jefe de Estado. Más allá de los desaciertos puntuales como la velocidad a la que los beneficiarios reciben la ayuda, los sobreprecios en la compra para la asistencia que brinda el Ministerio de Desarrollo Social o el aglomeramiento de los jubilados en la puerta del banco, el gobierno ha sabido cosechar apoyos en sus decisiones, muchas de ellas en las antípodas del pensamiento de los mandatarios provinciales.
La validación que da la crisis, permite a Fernández acudir a instrumentos que en otro contexto se considerarían inconvenientes, como la emisión monetaria, o a decisiones que serían largamente criticadas, como el cierre total de las fronteras.

El posible regreso de las sesiones en el Congreso de la Nación, pone por delante el debate de algunas de esas decisiones. Por ejemplo el proyecto que busca gravar con un impuesto extraordinario a quienes exteriorizaron bienes en el extranjero en el año 2017. Nadie hubiese imaginado una propuesta de ese calibre sin coronavirus.
El desafío inmediato que enfrenta el gobierno, es dar respuesta al sector productivo que con la extensión de la cuarentena enfrenta una virtual ruptura de la cadena de pagos. El desafío de largo plazo es saber que los“permisos” solo rigen en época de cuarentena. Que difícilmente las licencias se extiendan una vez que el virus no esté. Será el momento de volver a enfrentar el severo estado en el que ya se encontraba la estructura económica.
En números
- 8%
- Se estima que sería el piso de la caída del Producto Bruto Interno este año.
- 100%
- Sería la expansión de la base monetaria durante 2020. La emisión es la única herramienta financiera disponible este año.

En Argentina, ya es una certeza. La cuarentena volverá a extenderse. Se estima que al menos serán otros diez días de confinamiento obligatorio y de imposibilidad para trabajar, producir, invertir y consumir con normalidad. Frente al pronóstico de un pico de la enfermedad para el mes de mayo, algunos hasta aventuran que las restricciones se han convertido en la nueva “normalidad”, y que habrá que acostumbrarse al nuevo escenario.
El gobierno luce decidido a ir a fondo con la estrategia del confinamiento, y parece dispuesto a hacerlo pase lo que pase con la economía. El traspié de la semana pasada con miles de jubilados agolpándose en los bancos para cobrar, generó un efecto “relajación” en gran parte de la población que interpretó que “salir finalmente no es tan grave”. Ello fue lo que decidió al Presidente Alberto Fernández no solo a extender el confinamiento, sino a establecer controles estrictos. Hasta el momento, los números le dan la razón: la cantidad de contagios se ha estabilizado en el orden de los 80-100 diarios, la tasa de mortalidad por la enfermedad en el país es baja en relación al promedio global (3,79% versus 5,95%), y en la comparación con los países de la región (especialmente Brasil, Ecuador, Perú y Chile), Argentina parece estar haciendo las cosas con mayor prolijidad y responsabilidad.
No obstante, el efecto sobre la actividad económica y el impacto resultante sobre el entramado social, comienza a ser crítico. Cientos de empresas anunciaron esta semana a sus empleados el pago reducido de los salarios. Se trata de empleados registrados, de buen pasar económico, y altos niveles de consumo y estándar de vida. Se impone un ajuste privado al consumo. Esas mismas empresas, se preguntan cómo afrontar costos fijos tales como cuotas de capital y alquileres, o incluso la cuenta proveedores.
Si esa es la realidad que sacude a la clase media, que esperar de los sectores informales, impedidos de trabajar, con ingresos nulos, y en muchos casos con déficit habitacionales mayúsculos al momento de cumplir con el slogan “QuedateEnCasa”.
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