La Peña: “Estoy aburrido”, la frase más escuchada
“Estoy aburrido” debe ser la frase más repetida por los niños a los padres, como si los padres fuéramos capaces de resolver todo eso. Mi madre solía respondernos “agarrá un libro”. Mi padre nos decía “yo tengo tareas en el taller, andá y se te pasa el aburrimiento”.
Pero no nos cerraba ni una cosa ni la otra. Leer era tanto o más aburrido que estar aburrido. Ir al taller era un clavo que se extendía mientras dure el aburrimiento. Pero tenía la contraparte de que al final del día nos ganábamos unos pesos.
El aburrimiento fue y es todo un tema en las familias y más ahora con el aislamiento que se repite una y otra vez. Y salvo que se pasen el día frente a una computadora, hay muchas ideas posibles para hacer en casa, para llenarse de tierra y de barro, pero divertirse.
Un patio chico o grande serán suficientes para jugar a las bolitas, para hacer una pista por donde corran los autitos llenos de piedritas para que no se vuelquen. O simplemente un partidito de fútbol reducido. Convertirnos en Maradona o Messi por un rato, relatar nuestros propios goles y sentir que somos tan profesionales como el mejor.
Pero también es probable que en cada casa no haya ni autitos ni bolitas, porque son juegos que no fueron incorporados desde niños en nuevas generaciones. Los hay, pero no tantos como en otros tiempos en que éramos capaces de estar el día entero con juegos simples y desconectados del mundo.
En un tiempo las tapitas de gaseosas venían con las banderas de los países para llenar el álbum. Pero llenarlo tenía su premio, una pelota de bajo costo, un cajón de gaseosas o una muñeca.
Eran los tiempos en que el aburrimiento se mataba jugando de rodillas en la tierra, limpiándonos los mocos con el antebrazo con tal de no perder un segundo de juego.
Pero admito que a lo largo del tiempo tuve que asumir que jugando bolitas era un desastre y que entre la opción de perder todas mis bolitas o aburrirme, elegía aburrirme.
“Estoy aburrido” debe ser la frase más repetida por los niños a los padres, como si los padres fuéramos capaces de resolver todo eso. Mi madre solía respondernos “agarrá un libro”. Mi padre nos decía “yo tengo tareas en el taller, andá y se te pasa el aburrimiento”.
Pero no nos cerraba ni una cosa ni la otra. Leer era tanto o más aburrido que estar aburrido. Ir al taller era un clavo que se extendía mientras dure el aburrimiento. Pero tenía la contraparte de que al final del día nos ganábamos unos pesos.
El aburrimiento fue y es todo un tema en las familias y más ahora con el aislamiento que se repite una y otra vez. Y salvo que se pasen el día frente a una computadora, hay muchas ideas posibles para hacer en casa, para llenarse de tierra y de barro, pero divertirse.
Un patio chico o grande serán suficientes para jugar a las bolitas, para hacer una pista por donde corran los autitos llenos de piedritas para que no se vuelquen. O simplemente un partidito de fútbol reducido. Convertirnos en Maradona o Messi por un rato, relatar nuestros propios goles y sentir que somos tan profesionales como el mejor.
Pero también es probable que en cada casa no haya ni autitos ni bolitas, porque son juegos que no fueron incorporados desde niños en nuevas generaciones. Los hay, pero no tantos como en otros tiempos en que éramos capaces de estar el día entero con juegos simples y desconectados del mundo.
En un tiempo las tapitas de gaseosas venían con las banderas de los países para llenar el álbum. Pero llenarlo tenía su premio, una pelota de bajo costo, un cajón de gaseosas o una muñeca.
Eran los tiempos en que el aburrimiento se mataba jugando de rodillas en la tierra, limpiándonos los mocos con el antebrazo con tal de no perder un segundo de juego.
Pero admito que a lo largo del tiempo tuve que asumir que jugando bolitas era un desastre y que entre la opción de perder todas mis bolitas o aburrirme, elegía aburrirme.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite desde $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios