La pobreza en Argentina puede comprometer el desarrollo

César Rafael Domínguez *

Los datos estadísticos difundidos  por el INDEC ,  hablan de un índice de  pobreza que se ubica en el 40,9 %, datos referidos al primer semestre del año 2020, con una pobreza extrema o de indigencia  del 10,5 % y la pobreza  de NNyA (niños, niñas y adolescentes) de 56,3 %, siendo la  pobreza infantil siempre más elevada que la pobreza de la población general. Este es un dato  importante ya que tiene características específicas y debe ser abordado con urgencia porque el riesgo  que se vuelva permanente es más alto que el caso de los adultos, y sus consecuencias pueden ser irreversibles  afectando  seriamente el desarrollo y el bienestar social del país.


 La pobreza es más que la falta de ingresos que afecta a las personas o a los hogares para acceder a la canasta básica de alimentos; siempre es  recomendable tomar en las mediciones pobreza monetaria y no monetaria multidimensional, ya que de lo contrario si tomamos solo los datos  monetarios estaríamos invisibilizando un sector de la población.

La pobreza monetaria es unidimensional, solo se concibe como la falta de ingresos en los hogares para cubrir la CBA. La   no monetaria es la ausencia de oportunidades o de acceso a unos mínimos de capacidades necesarias para el desarrollo de la persona, tales como  agua potable, educación, saneamiento, alimentación, atención médica, protección social, vivienda adecuada, hábitat seguro, no vivir en  condiciones de hacinamiento,  etc.


Cuando se ignoran estas situaciones tenemos como resultado NNyA pobres que pasan a ser en un futuro adultos pobres. Estos datos estadísticos no son para mostrar si un gobierno es mejor  o peor que otro, el estudio se realiza como método de diagnóstico  para elaborar políticas públicas  y diseñar programas para erradicar la pobreza.

Argentina adhirió a la agenda 2030 de Naciones Unidas para el desarrollo sostenido y, dentro de sus objetivos y metas, busca poner fin a la pobreza en todas sus formas; el objetivo de ODS (Objetivos de Desarrollo Sustentable) en Argentina es reducir la pobreza por lo menos a la mitad, en consonancia con los tratados internacionales de NU.


El Gobierno  argentino ha implementado políticas públicas de transferencias de ingresos, como la AUH, IFE, Plan Alimentar, entre otras, que favorecieron porcentualmente en mayor medida  a los hogares que  se encontraban en pobreza extrema, que en la mayoría de los casos son monoparentales, donde el hogar cuenta con un único proveedor de ingresos  que, además, debe realizar tareas domésticas y de cuidado, muchas veces con trabajos precarios  e informales.


Tanto la pobreza, como la deserción en la educación, aumentarán considerablemente consecuencias de la pandemia en el mundo y en nuestro país.



La  mayor incidencia de la pobreza  para el total de la población se observa en los hogares extendidos  y la pobreza infantil  es mucho más elevada  en los hogares monoparentales los NNyA  que viven en hogares donde las personas no han terminado el nivel educativo  primario, tienen mayor probabilidades de estar privadas de alguno de los derechos básicos comparado con aquellos que han culminado el nivel medio educativo.
Son preocupantes los niveles de pobreza monetarios y no monetarios  particularmente en una economía  con problemas de crecimiento  y con una inflación que afecta  el poder adquisitivo  de los sectores más vulnerables.


Tengamos en cuenta que solo el 50 % de los jóvenes termina el secundario en tiempo y que la mitad de los que terminan solo el 29 % logra un nivel óptimo,  mientras que los restantes se reparten entre niveles básicos o por debajo de ellos con grandes problemas de lectocomprensión.

Si consideramos que el acceso al mundo laboral hoy exige la culminación del nivel medio, con un manejo tecnológico digital  para que los jóvenes puedan acceder al mundo laboral, se hace imprescindible e inaplazable una reforma que evite una situación que condicione el futuro de las nuevas generaciones de jóvenes y no trabe sus posibilidades de desarrollo como personas.


Tanto la pobreza, como la deserción en la educación, aumentarán considerablemente consecuencias de la pandemia; en algunas regiones de Europa la deserción aumentó un 17%; aquí debemos esperar números quizás más altos o iguales. Antes de la pandemia 1 de cada 2 jóvenes no terminaba la secundaria; este indicador empeorará después de terminado el aislamiento  y se abran las escuelas: la educación a distancia  y la actividad pedagógica se ven empeoradas por la falta de acceso a internet  y carencia  de dispositivos adecuados para el estudio.

Según datos del CIPPEC, el 35 % de los hogares no posee internet y los  sin computadoras ascienden al 45 %, muchas veces compartidos con integrantes de familia y con dispositivos móviles. Otro dato de importancia es que el 81 % de escuelas solo brinda material didáctico sin interacción, solo el 17 % se acompaña con  clases en vivo. El abandono escolar afecta  mayormente a los jóvenes  que viven  en contextos vulnerables; después de la pandemia, 6 de cada 10 NNyA serán pobres: la deserción escolar se verá aumentada.


Es por ello que hay que poner todos los esfuerzos en disminuir estos datos,  ya que de lo contrario las consecuencias económicas y sociales serán irreversibles.

* Defensor del Pueblo adjunto, Río Negro.


César Rafael Domínguez *

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