Las resistentes bibliotecas populares: cómo se adaptaron y mantuvieron este año
La cuarentena las obligó al encierro y a rebuscar maneras de seguir estando cerca de los lectores y asiduos concurrentes, por Whatsapp, por redes sociales. Reabiertas con protocolos y de forma limitada, estos espacios dan un valioso servicio.
Con la pandemia debieron buscar la manera de seguir presentes con lecturas por whatsapp y redes sociales que les permitieron adaptarse. Hoy, con sus puertas abiertas, aplican protocolos sanitarios para seguir adelante.
Las bibliotecas populares son espacios sociales fundamentales en las dinámicas comunitarias. En ellas, fuera de la pandemia, se comparten mates, talleres, capacitaciones y hay una puerta abierta por la que se recibe y se ayuda a los que necesitan. Entre libros, escuchas y amigos se escribe la historia de cada uno de los barrios o los pueblos en los que se encuentran, porque ni la tecnología, ni el coronavirus, podrán cerrarlas.
En la Biblioteca popular Lucía Epullán de General Roca, Rosa Cristina García pasó la mañana detrás de una pecera de vidrio que la aísla de la gente y dice que no son meses fáciles.
“Es medio triste porque no llegan los chicos a jugar, a leer, o escuchar nuestros cuentos como siempre. Pero la remamos, trabajamos de manera virtual, con gente adulta. En plena pandemia mandábamos poesías, cuentos y, desde octubre, volvimos para el préstamo de libros”.

Como representante de la comisión directiva, Leonor Urquiza explica que los lectores esperaban ansiosos para acceder a los libros, porque en medio de la pandemia recibieron nuevos.
Desde hace años trabaja en la biblioteca y cuenta que enfrentaron un gran desafío cuando se suspendió todo y debieron cerrar y extrañar.
En octubre hicieron una apertura, pero muy limitada, solo con préstamo y devolución y así siguen. Ahora están trabajando en los protocolos para poder abrir los talleres que siempre son muy demandados: dos municipales de ajedrez; de dibujo con Chelo Candia; de arte; manualidades; idiomas.
Marisa Alberdi, que llega a cumplir su turno de la tarde en la biblioteca y reemplaza a Rosa, dice que tuvieron que apelar mucho a la creatividad para seguir estando presentes en la comunidad, para que el cierre del espacio físico, no las haga desaparecer del imaginario.
“Hicimos proyectos a través de la literatura y cuando volvimos, como no pueden estar acá, buscamos la forma de estar en espacios públicos. No estábamos acostumbradas a lo virtual y fue un aprendizaje. Pero nos permitió seguir estando”, cuenta Marisa.
En Argentina, en la actualidad, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) registra 2000 bibliotecas y 30.000 voluntarios y voluntarias que, a lo largo y a lo ancho del país, despliegan sus acciones.
En este tiempo, muchas bibliotecarias trabajaron en línea, con iniciativas para promover la lectura. Participaron de manera virtual de la Feria del Libro a la que van cada año, ya que la Conabip les ofrece comprar libros al 50% a todas las bibliotecas.

Susana Ceballos, directora de Bibliotecas Populares de Neuquén atiende el teléfono desde su casa mientras trabaja. Cuenta que el 2021 es el año de las bibliotecas y están proyectando un congreso. Ellos hacen asistencia, además actividades para que las bibliotecas se unan y están a cargo del fomento de la lectura. Son asociaciones civiles sin fines de lucro y la mayoría son atendidas por comisiones directivas que trabajan ad honoren.
“Fue un tiempo duro, las bibliotecas subsisten con la cuota social y se paga cuando van a retirar el libro. Pero como son instituciones centenarias pudieron salir adelante. Es un centro cultural y de ayuda para el ciudadano. Son incansables y la pandemia no las apagó, las reinventó; estuvieron a la altura de la situación. Se pusieron a entender cómo funcionaba un grupo de whatsapp, ver cómo las redes sirven para comunicar, a hacer talleres por Zoom. Empezaron a vivir otra realidad”, cuenta.
Poner el hombro
En otras bibliotecas de Río Negro y Neuquén fue más complicado, porque no llega el servicio de Internet o porque tienen usuarios que no manejan las tecnologías, no tienen una computadora. Aun así, atendieron la necesidad de los usuarios, los escritores participaron, ayudaron, dieron charlas, muchas veces de forma gratuita.
Susana Ceballos relata que algunas brindaron espacio para hacer huertas comunitarias, barbijos, y se trabajó mucho en momentos difíciles, de apoyarse unos a otros. Contra esa frase que dice que las bibliotecas y el libro desaparecerán bajo el gran pie del avance de las tecnologías, estas instituciones centenarias mostraron su fuerza.
“Van a seguir estando, la gente sigue yendo a la biblioteca a buscar un libro para leer. El último informe dice que 306 mil personas de Neuquén fueron a una biblioteca a buscar un libro. Eso que dicen que no se lee es mentira”, afirma Susana, y Leonor, desde Roca, la apoya. “Hoy, los jóvenes que nacieron con las tecnologías, leen a través de ellas, pero el libro va a seguir vivo”.
Con la pandemia debieron buscar la manera de seguir presentes con lecturas por whatsapp y redes sociales que les permitieron adaptarse. Hoy, con sus puertas abiertas, aplican protocolos sanitarios para seguir adelante.
Las bibliotecas populares son espacios sociales fundamentales en las dinámicas comunitarias. En ellas, fuera de la pandemia, se comparten mates, talleres, capacitaciones y hay una puerta abierta por la que se recibe y se ayuda a los que necesitan. Entre libros, escuchas y amigos se escribe la historia de cada uno de los barrios o los pueblos en los que se encuentran, porque ni la tecnología, ni el coronavirus, podrán cerrarlas.
En la Biblioteca popular Lucía Epullán de General Roca, Rosa Cristina García pasó la mañana detrás de una pecera de vidrio que la aísla de la gente y dice que no son meses fáciles.
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