Lecturas recomendadas: “Un amor cualquiera”, de Jane Smiley
Maestra en el arte de contar los pequeños mundos familiares y los dramas que pueden desatarse entre esas paredes, la escritora estadounidense narra en este libro un fin de semana en el que la familia de Rachel saca algunos secretos a la luz.
Repetimos como si fuera un mantra el comienzo de Ana Karenina, aquello de ”Todas las familias felices se parecen…”. Sabemos que todo un mundo puede narrarse y que puede conmovernos desde el pequeño pero profundo escenario de las cuatro paredes de una casa. Lo sabemos, y justamente por eso, ahí vamos, a nadar en las aguas de esas historias.
Jane Smiley no es una es escritora muy conocida en estas tierras. Pero de a poco, sus obras comenzaron a publicarse en nuestro país, y el año pasado, a través de la editorial Sexto Piso llegó, por ejemplo, “Un amor cualquiera”, que narra un fin de semana en la casa de Rachel Kinsella.
Divorciada hace veinte años, Rachel espera ese fin de semana la llegada de su hijo Michael, que viene de pasarse dos años en la India. Lo va a buscar al aeropuerto Joe, su hermano gemelo, que por esos días también, se ha instalado en lo de Rachel tras una ruptura amorosa que no termina de superar. La otra hija que, como vive cerca, entra y sale es Ellen.
Rachel tiene cinco hijos, pero Annie y Daniel no entran en la escena de ese fin de semana, sino apenas mencionados en los relatos que salen a la luz.
Lo que hace Smiley es narrar en un tono calmo, con movimientos que parecen propios del Tai chi chuan, ese ambiente doméstico levemente sacudido. Lo narra sabiendo que aún las leves sacudidas pueden generar un derrumbe total.
Desde el principio sabemos que Rachel arrastra un trauma: veinte años atrás, fue infiel a su marido con Ed, un vecino del que se enamoró. En la época en que ocurrió eso, los cinco hijos eran muy pequeños. Y después de que ella decidiera contarle a su marido que tenía un romance, él, sin previo aviso y sin que ella llegase a darse cuenta, se llevó a los cinco hijos a Europa, y no sólo no le dijo dónde estaban sino que impidió que se vean por muchos años.
Para cuando transcurre la acción que narra “Un amor cualquiera”, esos hechos llevan años macerándose. Yaunque madre e hijos pudieron recuperar la relación, no saben todo sobre aquellos años confusos.

Por eso, mientras limpia y prepara la casa para la llegada de Michael, mientras desea volver a ver a los gemelos juntos, pareciéndose tanto en todo, sonriendo a la par, en simbiosis perfecta, Rachel recorre con su memoria el pasado, cuando en apariencia eran una familia feliz.
Lo cierto es que desde aquella separación traumática a los Kinsella no se les dan bien las despedidas, ni las reuniones. Y en esta, y durante una conversación muy casual en el porche de la casa, a la luz de la luna, habrá confesiones que nadie esperaba. El movimiento leve, que derrumba todo.
En “Un amor cualquiera”, Smiley envuelve esas conversaciones casuales con el pesado manto del miedo a herir de forma irreparable con nuestras decisiones más íntimas, a aquellos a quienes más amamos.
Los hijos de Rachel que acuden a su casa a pasar el fin de semana están en crisis: el que llega de la India, el que no termina de superar la ruptura, la que discute con su marido; están los tres en un momento suspendido, esperando que ocurra ese otro movimiento, pensando qué hacer con sus vidas; los motivos por los que cada uno se siente perdido parecen diferentes, pero hay un origen común que Rachel está a punto de descubrir, solo después de revelar ella misma su propio secreto, la razón por la que se rompió su matrimonio con el padre de sus hijos.
Y así, en una escena sencilla y breve, se corre una cortina y ya nada será igual. Ahora todos sabrán que debajo de la alfombra familiar corre un río un río amargo, lleno de contradicciones, secretos, miedos.
Pero la inteligencia de Smiley es dejar iluminados esos rincones con fisuras, y mostrar cómo todos siguen moviéndose en la zona de desastre; cómo una vez que los movimientos han comenzado son difíciles de detener.
Es sólo un fin de semana, narrado en un libro breve de unas 120 páginas, un fin de semana de esos que son fundacionales o más bien fundamentales para el álbum familiar. Porque Rachel, que sobrevuela todo el relato, porque es desde su mirada y su voz que se narra ese encuentro crucial, sabe que nadie olvidará esos días. Sabe, como dice ella, que, “les he dado a mis hijos los dos regalos más crueles: la experiencia de una felicidad familiar perfecta y la certeza de que tarde o temprano se acaba”.
Más sobre la autora
Novelista y autora de relatos cortos, Jane Smiley nació en Los Angeles (California) en 1949, pero pasó su juventud en Missouri.

Su carrera como escritora comenzó en 1980, cuando publicó su primera novela, Barn Blind (1980). Su fama llegó en 1991, cuando publicó “Heredarás la tierra”, que fue llevada al cine y le dio el Premio Pulitzer y el Premio Nacional de la Crítica. Aunque ha escrito más de 20 libros, no es tan conocida por aquí. Divorciada tres veces y casada cuatro, es una gran narradora de la vida familiar, como lo demuestra en La edad del desconsuelo, Una amor cualquiera yBuena voluntad.
Repetimos como si fuera un mantra el comienzo de Ana Karenina, aquello de ”Todas las familias felices se parecen…”. Sabemos que todo un mundo puede narrarse y que puede conmovernos desde el pequeño pero profundo escenario de las cuatro paredes de una casa. Lo sabemos, y justamente por eso, ahí vamos, a nadar en las aguas de esas historias.
Jane Smiley no es una es escritora muy conocida en estas tierras. Pero de a poco, sus obras comenzaron a publicarse en nuestro país, y el año pasado, a través de la editorial Sexto Piso llegó, por ejemplo, “Un amor cualquiera”, que narra un fin de semana en la casa de Rachel Kinsella.
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