Los residuos forestales crecen en cuarentena en Bariloche

Las cuadrillas municipales que recolectan este tipo de residuos no alcanzan. Pocos contratan volquetes y hay juntas vecinales que se encargan de hacer la tarea.

Realizar la poda de plantas y arbustos recomendados para el otoño y sacarlos a la vereda es un hábito que se repite de a cientos por estos días en casi todos los barrios de Bariloche, con el agravante de que esos montículos suelen terminar engrosados muchas veces por escombros, colchones, electrodomésticos viejos y otros desechos, que el municipio no puede retirar.

La capacidad de limpieza y traslado de esa basura al vertedero quedó largamente superada, según reconoció el secretario de Servicios, Eduardo Garza, quien pidió a los frentistas que no saquen esos restos sin asegurarse antes de su destino.

Explicó que son muy pocos los que contratan un volquete, y algunas juntas vecinales se ocupan también de tramitar por su cuenta la recolección con prestadores particulares y les pagan con fondos propios.

Garza dijo que en la delegación Centro (conjurisdicción entre la Costanera y la calle Miramar) realizan recorridos a diario con una cuadrilla a la mañana y otra a la tarde, en cada caso con dos camiones, y levantan toneladas de material forestal y residuos de gran tamaño. Pero suele ocurrir que aquellas cuadras que limpian “vuelven a aparecer al día siguiente llenas de basura”.

“La verdad es que estamos superados -admitió-. No podemos poner más gente y equipos porque en esta época la prioridad es prepararnos para el invierno. Emparejar, limpiar pluviales y prevenir anegamientos”.

Aseguró que el volumen de residuos de poda es enorme y también el de otros desechos, “como si en la cuarentena todo el mundo se hubiera puesto a limpiar galpones y depósitos”.

Explicó también que el residuo forestal solo ya es un problema, pero la mezcla con escombros, latas de pintura, heladeras y televisores viejos es mucho peor. Porque la separación resulta imposible y ese material termina expuesto a los incendios.

Dijo que además a las camionadas que levantan en forma cotidiana las cuadrillas de Servicios se suman entre 8 y 12 contenedores, “que son de los CAATs” y también están destinados a la limpieza de los barrios.

“Vamos a seguir con esta tarea, porque el espacio público se ve horrible y desastroso -dijo Garza-. Pero la verdad es que hay poca colaboración”.

Insistió en que se trata de «un problema social” y se quejó de que la gente “no piensa en el trabajador, que tiene que levantar objetos de todo tipo sin saber de dónde vienen, y si están contaminados”.

Debido al esquema de emergencia adoptado en la cuarentena, el municipio ya no tiene el servicio de volquetes pago, que los vecinos podían solicitar a un costo de 1.600 pesos. Cuando una pila de residuos en la puerta de un domicilio supera el metro cúbico también está establecido que el sobrecosto se le cobre al frentista, previa intervención de Inspección General. Pero esos trámites también quedaron suspendidos.

Garza dijo que la recomendación “desde hace ya un mes y medio” es que el frentista no saque residuos en grandes volúmenes salvo que sea indispensable. Cuestionó puntualmente el caso de un desarmadero de vehículos en Palacios y Brown, “donde dejan siempre restos d autos, cascos por la mitad, amortiguadores rotos y objetos de todo tipo en plena calle, al lado de la cuneta”.

"No estamos en condiciones"

Por la escasez de personal y de vehículos, la respuesta en materia de limpieza de calles está lejos de ser la que esperan los vecinos, admitió Garza. Dijo que la estructura del municipio “no está en condiciones” de cumplir con todas las demandas y que la vía normal es canalizarlas “a través de las delegaciones”. Pero hace semanas que están cerradas y nadie atiende los teléfonos.

“La verdad es que estamos desbordados y las prioridades son los preparativos para el invierno” dijo el funcionario, para explicar por qué en tantos barrios los residuos forestales permanecen semanas en la calle.

Ante la escasa presencia del municipio, todo suele quedar en manos de los propios vecinos. Y la situación en los barrios es muy desigual. Por ejemplo en el oeste, donde la vegetación es más abundante, hay juntas vecinales que se ocupan de la poda acumulada por los particulares y otras que no.

El tesorero de la junta Casa de Piedra, Miguel Lagos, dijo que en ese barrio no pueden ocuparse de ese servicio por falta de recursos. Pero le consta que sí lo hacen los barrios lindantes Pájaro Azul y Nahuel Malal, que lo incluyen en la cuota.

Admitió que hay residuos forestales “por todos lados” e interpretó, con el municipio, que cada propietario debería ocuparse de su traslado al vertedero.


Realizar la poda de plantas y arbustos recomendados para el otoño y sacarlos a la vereda es un hábito que se repite de a cientos por estos días en casi todos los barrios de Bariloche, con el agravante de que esos montículos suelen terminar engrosados muchas veces por escombros, colchones, electrodomésticos viejos y otros desechos, que el municipio no puede retirar.

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