Obstáculos y vacunación

Por Comisión Directiva de CAIC

A partir de la generación de vacunas para combatir la Covid-19 aparecieron interrogantes y sentimientos: ¿Convencer es mejor que obligar? ¿Alegría o temor? ¿Confianza o desconfianza? En un primer momento se hizo imperioso generar vacunas y una vez que esto fue posible apareció una segunda instancia: luchar contra los obstáculos comportamentales a fin de que la mayor cantidad de gente concurra voluntariamente a vacunarse.

Optar por un esquema de vacunación voluntaria es respetar un derecho personal y a la vez significa ser conscientes de que cada una de esas decisiones impactará en el conjunto de la sociedad, promoviendo el bien común y la inmunidad de rebaño. Asimismo, en países en los que educación/ salud, comunicación/ educación no son ejes trabajados fuertemente, focalizarse sobre las resistencias a vacunarse se hace imperioso.

Los problemas ligados a los comportamientos de las personas se traducen en altísimos costos imposibles de afrontar en el actual contexto, por parte del Estado, del comercio y las Pymes. Es responsabilidad directa de los gobiernos generar estructuras eficientes a la hora de informar y educar en materia de salud. El acceso a la información también es un derecho que debe garantizarse.

No sólo se trata de habilitar más centros de vacunación, sino también trabajar sobre creencias, mitos, resistencias culturales, influencias sociales y familiares, para lograr motivar en la población la voluntad de vacunarse. Esta postura también redunda en generar conciencia en todas las demás medidas preventivas para covid-19. Las variables de proximidad o lejanía a los centros de vacunación no son las únicas que propician o desalientan la conducta voluntaria de vacunarse. 

Educar y comunicar, es algo más que difundir centros y modalidades de vacunación o dar datos inconexos, o cantidad de muertos. Es trabajar sensibilizando permanentemente más allá de la contingencia, facilitar el acceso a la información en contextos diversos: barrios, merenderos, comercios, empresas, escuelas, clubes, etc., generando redes con información confiable. La infodemia, los movimientos anti-vacunas, aspectos religiosos, operan masivamente y aumentan la desconfianza y la confusión. Frente a esto es preciso educar a la población y así cuidar la salud y por derrame preservar al sector empresario y comercial, que viene garantizando el trabajo formal y pagando costos y asumiendo los riesgos de aquellos empleados que no concurran a vacunarse.

Adherir a un modelo que apela a voluntades, presupone y necesita de insumo previo, de haber educado antes a una población en temas de salud.

El actual modelo difusionista no contempla las resistencias producto de trayectorias de vida, contextos sociales, creencias, etc.

Para que las voluntades sean más, es necesario propiciar cambios verdaderos, comprender el por qué de hacer algo, su importancia, de de-construir relatos falsos que operan en una sociedad. Un Estado que no comunica para generar confianza en las vacunas deja abierta la puerta a explicaciones y opiniones no siempre certeras. Y con ello también retrasa procesos necesarios que garantizan el derecho a trabajar, producir y acceder a información fidedigna que propicie la vacunación voluntaria.


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