Opinión: Los dientes del caballo

La Semana en Bariloche en la mirada de Daniel Marzal que analiza el debate por la futura terminal y el financiamiento del casino.

Datos

Para donde uno mire es evidente que a Bariloche le faltan obras de infraestructura. Y entre los proyectos fallidos y postergados la terminal de ómnibus es un caso insuperable. Que la ciudad haya transitado tantos años con la terminal actual, chiquita y disfuncional, es casi un milagro.
El proyecto de construir una nueva en el cruce de Esandi y Circunvalación tiene la aprobación asegurada en la sesión de mañana del Concejo. Es posible que esta vez las promesas se cumplan.
Pero el salto de calidad que pueda significar para Bariloche una terminal de 24 dársenas, 3.300 m2 cubiertos y otros 2.500 m2 de estacionamientos, no alcanza a echar suficiente luz sobre una inversión tan controvertida.
Ocurre que la necesidad de brindar mayor comodidad a los viajeros aparece mezclada aquí con algo tan distinto (por no decir opuesto) como es la proliferación del juego.
El dinero para la terminal saldrá de las arcas provinciales. Pero no fue presentado así (no podría) porque la inversión tendrá la firma de la empresa concesionaria del juego en Bariloche, que se comprometió a ejecutar la obra en canje por una prórroga directa de la concesión.
El arreglo fue pactado en Viedma, sin intervención del municipio, aunque la comunión de intereses de ambos gobiernos evitó cualquier reproche.
Nadie se molestó en explicar por qué la provincia no cobra el canon en moneda de curso legal y con ese recurso levanta la terminal, luego de un debate amplio y participativo.
Cuando anunció el acuerdo el gobernador Weretilneck habló de “un hecho histórico”. El intendente Gennuso, en tono de agradecimiento, dijo que el municipio recibirá la obra “llave en mano”, pero que tendrá directa injerencia en el proyecto.
Entretenimientos Bariloche SA invertirá casi 70 millones de pesos en la terminal y deja entender que esa cifra es una pequeña parte de lo que ganará en los 15 años de concesión con sus dos casinos barilochenses.
Tal vez sea ocioso subrayar, una vez más, la poquísima o ninguna autonomía que tiene el municipio para decidir si quiere multiplicar el negocio del juego en su jurisdicción.
Con más certeza, sí se puede decir que actuó en este caso como simple testigo de una transacción injustificada y peligrosa.

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