Destemplada, Cristina intentó un alegato extrajudicial para remontar esa cuesta de desprestigio. Sólo convenció a los suyos de su desesperación. Ahora se comprende por qué lloró Cristina Kirchner el día que José López apareció con sus bolsos en un convento. No tuvo que ver, como dijo, con la frustración de sus jóvenes seguidores. La filmación era irrefutable, peor que la confesión de un arrepentido. Ineludible hasta para el más distraído de los fiscales. Y determinante: se había roto un e