Egoísmo e irresponsabilidad de la cúpula que gobierna el país
Gladys Seppi Fernández*
Cristina se encierra cada vez más, triste y desleal, dentro de un insignificante ateneo donde rigen las leyes de la obsecuencia y la sumisión.” (De una nota de Joaquín Morales Solá).
A esta altura de los acontecimientos nacionales pocos son los que dudan que estamos conducidos por gente llamativamente irresponsable, adultos mayores que, haciendo gala de una total falta de madurez, desconocen la obligación de responder por cada uno de sus actos absolutamente incidentes en el destino de un país, que es decir de cada uno de sus millones de habitantes.
Nos preguntamos en primer lugar si Cristina Kirchner, la madrina que contrató – vaya a saber bajo qué términos- al que eligió como socio, Alberto Fernández nada más ni nada menos que para gobernar el país, se da cuenta de que termina actuando con absoluta deslealtad con él y también con los argentinos, los que la votaron y aún la siguen y los que aceptamos, con mansedumbre, la voz de las urnas.
Que no se nos tuvo respeto a los habitantes de este país cuando se constituyó esta lamentable sociedad es un hecho evidente; que se menospreció el buen juicio de gran parte de los argentinos y se sigue haciendo, no resiste ningún análisis. Para este dúo lamentable nuestro país y todos los que estamos en él podemos tolerar cualquier cosa: las más desafortunadas medidas, una filosofía de la mediocridad, y un propósito increíble de empobrecernos.
Todo está a la vista de los argentinos. Últimamente los reclamos arrecian, pero nada parece detener la mano destructiva de la vicepresidenta y la acción de la mente incapacitada a la mínima reflexión del presidente.
Nadie duda a esta hora – y seguramente tampoco los que dicen manejarse con certezas sobre el valor de esta inigualable mala conducción- que el bien del país, el cuidado de la fachada que se muestra al mundo, el estudio serio de cómo sacarlo de su estado de estancamiento, de su postración económica, han rodado a la nada.
Nadie duda de que las medidas erráticas que se toman castigando a quienes mantienen las últimas fuentes genuinas de trabajo, los auténticos generadores de una riqueza sustentable, hunden al país, lo que es decir a cada uno de sus habitantes, cada día debatiéndose todos, país y habitantes en la pobreza a que lo ha llevado la mala conducción existente.
Y no puede ser de otra manera.
¿Quién o quienes, qué mentes interesadas y dependientes de cargos y de dádivas pueden apoyar una idea de conducir socavando, corrompiendo lo que genera el verdadero crecimiento?
¿Quién puede aplaudir a quiénes han introducido en el ya disminuido espíritu de superación de nuestro pueblo, la idea de cultivar anti-valores que niegan la superación por el mérito, por la dedicación al trabajo que le compete, por la capacidad y la idoneidad ganada en el estudio y experiencia?
Solamente adhieren los llamados ñoquis, cuyo número crece exponencialmente en todas las instituciones del estado, hasta en escuelas y hospitales donde se supone que los primeros perjudicados de una administración confundida somos cada ciudadano que requiere, que necesita sus buenos servicios.
¿Quiénes son los que creen que con mentiras evidentes se puede arrancar al país del fango en que se encuentra?
El presidente siempre miente, siempre culpa a los demás. Jamás se hace cargo. Y como no se hace cargo, como no quiere ver la realidad, manotea por doquier, no toma medidas, no busca ayuda, no se asesora. No gobierna.
La vicepresidenta no enfrenta la responsabilidad de su cargo, se ausenta, desaparece, se aparta e ignora a su socio. No intenta nada que pueda mejorar una conducción sostenida- es la única explicación posible-por el bien de un pueblo que, también hay que decirlo, no sabe cómo colaborar, que hacer, o ha aprendido a mirar para otro lado.
Como ejemplo de este accionar leemos en una nota de “La Nación”: “En su último discurso el Presidente no hizo ninguna referencia a las verdaderas causas de la inflación: la desbocada emisión monetaria, que es consecuencia de un gigantesco déficit fiscal. Esa responsabilidad es suya y de nadie más. Prefirió, en cambio, señalar a “especuladores y codiciosos” como los culpables del aumento de los precios…”.
Y también traemos la voz de uno de los más grandes analistas de la realidad: Zigmunt Bauman, en su libro “El amor líquido”.
“La nuestra es una sociedad muy individualista en la que el ser egoísta y competitivo, es considerado clave para el éxito… Sin embargo, la verdadera felicidad sólo es concebible en un entorno predecible, donde se respeten las normas, la cohesión, la lealtad y el esfuerzo a largo plazo…”.
Un mensaje medular para la vida auténtica y muy difícil de entender por los que hoy debieran dar el ejemplo.
* Escritora cordobesa radicada en Neuquén.
Gladys Seppi Fernández*
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