El bueno de Roger
Suiza es famosa por la precisión de sus relojes y por el celoso secreto bancario de quienes invierten allí su dinero.
Recuerdo en mi único paso por aquellas tierras, tras haber tomado un tren de corta distancia hacia la sede del COI de Lausanne, observar cómo las personas impecablemente ataviadas, al llegar a destino, dejaban sobre las bandejas de sus asientos los diarios, revistas y hasta paraguas de promoción que ya no utilizarían. Un signo del alto índice de calidad de vida, que aún hoy se preserva.
Precisamente de ese pequeño país de Europa central es hijo dilecto Roger Federer. Como si las características de un lugar pudieran luego impregnarse en sus habitantes, Federer ha sido el jugador más eficiente e impoluto que el tenis moderno recuerde.
Dueño de una técnica envidiable, ha hecho simple lo complejo, desafiando las hasta allí imperturbables leyes de la naturaleza humana.
Grácil y etéreo, ha sabido siempre dosificar la economía de sus movimientos hasta convertirse para algunos en una suerte de bailarín de ballet, tan sutil, como el misterio de sus cerradas glándulas sudoríparas.
Pero hay algo más evidenciado por el helvético en su lenguaje tanto corporal como oral que mucho se agradece y es su calma. En un mundo cada vez más frenético donde el tenis ha pasado a ser un negocio fenomenal, verlo jugar a Federer fue siempre un camino al sosiego.
Quizás por ello muchos, entre los que me incluyo, hayamos preferido al suizo a su archirrival Rafael Nadal. Es que precisamente ambos han establecido un estilo tan diferente de juego como de personalidad, que los ha llevado mutuamente a superarse.
El mismísimo español con el que paradójicamente Federer danzó su último baile en dobles, al momento de secar sus lágrimas ante un O2 Arena de Londres colmado, declaró: “Bueno, sinceramente, para mí era importante. Tengo una relación personal bastante estrecha y yo no podía faltar en este día. Tenía que estar aquí, sea cual fuera el momento”.
He aquí otra dimensión de lo que estos dos grandes deportistas han generado puerta adentro de los hogares, a lo largo y a lo ancho del mundo, durante más de 18 años. En mi caso personal no han sido pocas las acaloradas charlas con mi hijo mayor fan del mallorquín por su garra, tenacidad y fortaleza mental dignas de todo elogio. Su historia de esfuerzo ha sido inspiradora para muchos adolescentes, hoy jóvenes, que lo tendrán por siempre como referente. Mas en mi análisis (…y aprovechando que ahora Tomás no está presente) tantos tics, obsesiones y permanente ceño fruncido han llevado a inclinar mi favor por el bueno de Roger.
Un deportista que no tiene “haters” en redes sociales y dueño de una caballerosidad llamativa, que no siempre fue así. Cuenta Madeleine Barlocher su primera entrenadora que: “Cuando perdía un partido se escondía detrás de la silla del juez y no dejaba de llorar. Gritaba y golpeaba con el pie su raqueta por todo el campo”.
José Morón, en “Punto de Break”, a su vez relata: “Los comienzos de Roger en Ecublens no fueron sencillos. Su francés no era muy bueno y no se integraba con los otros niños, que hacían mofa de él. Eso se traducía en problemas de comportamiento y malas actitudes en la cancha. Federer no aceptaba las derrotas o su mal juego y rompía muchas raquetas”, recuerda.
En su debut oficial perdió 0-6, 0-6 en un partido que lo marcó para siempre. Para modelar su mala conducta recibió sanciones que le ayudaron progresivamente a ser una persona más controlada, como por ejemplo hacerlo ir a las 7 de la mañana al club donde entrenaba y tener que limpiar las canchas antes de comenzar su sesión.
A los 14 años partió de su casa en Basilea y a partir de allí no paró de crecer. Con 103 títulos logrados, 20 Grand Slam, 1526 partidos disputados (1251 ganados y 275 perdidos), ha sido el tenista con más semanas consecutivas como número 1, con 237 semanas seguidas, y luego 310 semanas como número 1 en el total de su carrera.
Fuera de la cancha creó una fundación benéfica que lleva su nombre dedicada a proyectos humanitarios para niños en Sudáfrica, ha organizado decenas de eventos para ayudar a damnificados de terremotos, desastres, etc., y en el 2010 fue nombrado joven Líder Global por el Foro Económico Mundial por su liderazgo y contribución a la sociedad.
Un párrafo aparte merece la eslovaca Mirka Varvrinec, esposa y seguidora incondicional de Federer durante toda su carrera. Indudablemente uno de los pilares que poco se aprecian, pero que resultan fundamentales en la sanidad mental de deportistas padres de varios hijos como ha sucedido con el suizo, y más cerca de nuestra realidad con Lionel Messi, Emanuel Ginóbili o Luis Scola.
Al momento de dirigirse a ella Roger se quebró diciendo: “Gracias a mi esposa, mi gran apoyo. Podría haberme detenido hace mucho, mucho tiempo, pero gracias a ti no lo hice. Ella es la que me ayudó a seguir adelante y me permitió jugar. Gracias”.
Por su elegancia y respeto por los demás que lo han llevado a ser una mezcla de Clark Kent, con modos de profesor de Yoga, Roger Federer ha contribuido a educar a través del deporte y a hacer del mundo un lugar más agradable.
Algo que solo los elegidos consiguen.
* Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario.angrimanmarcelo@gmail.com
Suiza es famosa por la precisión de sus relojes y por el celoso secreto bancario de quienes invierten allí su dinero.
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