El problema es que, una vez asumida, domina toda la persona. Por eso lo mejor que alguien puede hacer es escapar a las identidades. En la actualidad no hay discusiones más violentas que las que surgen de las diferencias políticas, ideológicas o culturales. Son el equivalente moderno de las terribles guerras de religión de los siglos XVI a XVIII. Por suerte no han escalado al nivel de las matanzas que hubo entonces, pero el mismo espíritu de inquisición y persecución que hubo en aquell