El “suicidio de la vagancia” y la “batalla cultural”
Reconocer la manipulación de las mayorías por el poder hegemónico tal vez sea uno de los puntos de partida para encontrar caminos alternativos y construir un mundo más justo y solidario.

Una señora que sobrevive limpiando casas, prefiere no opinar sobre el presidente por no entender de política, pero luego de un silencio expresa: “Me parece bien que termine con el suicidio de la vagancia”. Más allá del malapropismo “suicidio” para nombrar al ”subsidio”- alega que ahora la gente no vive del Estado, lo que trae como consecuencia que algunos salgan a robar o por fin se decidan a buscar trabajo porque “no les queda otra”.

La desinformación y el dilema del tranvía
Nunca mejor expresado en esta reflexión de la señora muy humilde y trabajadora: el concepto de hegemonía cultural que desarrolló Antonio Gramsci a inicios del Siglo XX .
El poder que tienen las clases dominantes para imponer su ideología sobre los sectores populares, quienes incorporan como propias ciertas ideas y prejuicios que -entre otros efectos- discriminan al grupo social “marrón” al que pertenecen, y se identifican con un sistema que atenta contra sus intereses y posibilidades de progreso.
Son los medios de comunicación y las redes sociales – manejados por poderosos grupos económicos- los principales responsables de haber instalado un cierto consenso y sentido común, basado en gran medida en datos erróneos y/o parciales, con creencias que se refuerzan cotidianamente con noticias falsas.
Un dato de esto es que en realidad los planes sociales aumentaron tanto en el gobierno de Mauricio Macri, como en el primer año de Milei ( Tarjeta Alimentar , AUN).
Los neoliberales saben que – aún cercenado derechos y destruyendo el tejido social – deben sostener la ayuda alimentaria, para evitar el estallido.
Los dogmas de esta nueva oleada neoliberal – condimentada ahora con una dosis de antipolítica, e intolerancia- predican el retiro del Estado en pos del libre mercado y del esfuerzo individual.
Cuestiones como la salud, la educación, la vivienda, la seguridad, etc. deben dejar de ser considerados “derechos” para convertirse en mercancías a las que se acceda según la lógica del mercado.
La realidad es que la supuesta igualdad de oportunidades se desdibuja si no se tiene en cuenta a la vez la desigualdad de condiciones entre los estratos sociales.
Predican que las políticas públicas que tienden a generar más equidad son sinónimos de “fomentar la vagancia”.
Si bien es innegable el valor del trabajo y el esfuerzo individual, plantearlo como antagónico al accionar del Estado para facilitar la movilidad social ascendente, es falso de toda falsedad. Sobran ejemplos.
Para miles de familias les hubiera sido muy difícil acceder a una vivienda sin el impulso del Procrear, así como tantos estudiantes tuvieron la posibilidad de ser profesionales gracias al apoyo becas y de acceder a una Universidad gratuita.
Ninguna de estas ayudas u oportunidades -como también los créditos y/o subsidios del Estado al sector productivo- desmerecen o excluyen el esfuerzo individual simultáneo para alcanzar estos logros.
Es más, inmigrantes trabajadores que Ilegaron en las posguerras – accedieron a ser clase media gracias a la movilidad social de los gobiernos peronistas.
Esto fue posible por leyes acciones de gobierno, para regular y atenuar la hegemonía que impone el “libre mercado”, donde ganan quienes tienen más recursos económicos y de poder, con el “bonus track” del daño ambiental que suelen generar.
Otro dato contundente es que la gran mayoría de familias ricas en el mundo no lo son por trabajo, sino por herencia.
La posición social y económica en nuestra sociedad, presenta niveles de desigualdad que poco tienen que ver con los dogmas neoliberales.
Contrariamente al supuesto progreso “al final del túnel”, los gobiernos afines a esa teoría económica aumentaron la brecha entre pobres y ricos, atacaron a la industria nacional, remataron y/o destruyeron recursos naturales, generaron recesión económica, desocupación y baja del consumo, empobrecieron a los jubilados, y multiplicaron la deuda externa.
Simultáneamente a todas estas desgracias masivas ; un puñado de ricos cada vez más ricos y sus cortesanos, disfrutan de su victoria en la renombrada “batalla cultural”, cuando la señora que limpia casas todo el día para sobrevivir afirma que vamos bien porque se terminó con el “suicidio de la vagancia”.
Reconocer la manipulación de las mayorías por el poder hegemónico tal vez sea uno de los puntos de partida para encontrar los caminos alternativos en el desafío de la construcción de un mundo más justo, fraterno y solidario.
* Magíster en Políticas Públicas, ex legislador del Frente para la Victoria.

Una señora que sobrevive limpiando casas, prefiere no opinar sobre el presidente por no entender de política, pero luego de un silencio expresa: “Me parece bien que termine con el suicidio de la vagancia”. Más allá del malapropismo “suicidio” para nombrar al ”subsidio”- alega que ahora la gente no vive del Estado, lo que trae como consecuencia que algunos salgan a robar o por fin se decidan a buscar trabajo porque “no les queda otra”.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite desde $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios