Fragmentados, en un país fallido
Ninguna de las metas macroeconómicas que se sancionaron inspira la credibilidad de nadie. Ni la inflación prometida, ni el valor del dólar esperado, ni la recaudación posible…
La aprobación del Presupuesto 2023 ofreció una triple evidencia: la de un país fallido que se promete a sí mismo nuevas mentiras como objetivos; la de una economía perforada por el continuo asalto de las corporaciones sobre el fisco; la de la fragmentación política que puede ocurrir si se suelta el cepo de las primarias obligatorias.
Ninguna de las metas macroeconómicas sancionadas inspira credibilidad. Ni la inflación prometida, ni el valor del dólar esperado, ni la recaudación posible, ni el ajuste declamado o escondido, ni el gasto pronosticado.
Esta negación de la realidad propuesta por Massa, no impidió -más bien lo contrario- que se desaten sobre el Parlamento presiones corporativas de calibre. Desde beneficios para los camioneros que explican el cierre privilegiado de sus paritarias, hasta la persistencia de regímenes de protección que sólo consolidaron nichos de enriquecimiento.
El asalto por las banderolas incluyó además una escaramuza con ruido que terminó sin nueces: el kirchnerismo quiso vengarse de los jueces que odia con una extensión del impuesto a las ganancias, a sabiendas de que el modo elegido lo conducía a la nada. Los jueces respondieron con un vergonzoso pedido de audiencia a la vice que no se concretó por preclusión de instancia. La partida concluyó en tablas: el impuesto seguirá como viene y los jueces quedaron expuestos.
Pero la metáfora más predictiva que entregó la maratón parlamentaria fue la de la fragmentación política. El Frente de Todos vivió otra semana de disociación y fuga. Sus legisladores votaron mirando dos escenas simultáneas: la de un gabinete que sigue en tocata y fuga y el espectáculo de contradicciones ofrecido por sus referentes ante la nueva presidencia de bloque.
Por la oficina de destape desfilaron Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Alberto Fernández sólo para exhibir el caos interno. “Wado” de Pedro avisó que si hay un bono social de emergencia no lo decidirá el Presidente. Y que lo único que el kirchnerismo está esperando del Presidente es la derogación de las PASO.
El politólogo Gianfranco Pasquino interpretó: la calidad de una democracia se mide mejor por el desempeño de la oposición, antes que por la evaluación del oficialismo. La oposición es la que empuja hacia arriba o la que permite que descienda la vara de la calidad sistémica. Si el oficialismo es un dechado de fracasos, algo debe estar disfuncionando también en el espacio opositor.
El tratamiento del Presupuesto vino a confirmar esa tesis. Nadie en Juntos por el Cambio puede decir con claridad qué votó. La dispersión estratégica incluyó todas las variantes posibles, desde el cuórum, al voto en particular.
Al menos tres requisitos se le imponen a Juntos por el Cambio: presentar ante la sociedad un liderazgo ordenado, un plan viable de salida a la crisis y un equipo solvente.
En un nivel más grave de incoherencia, Javier Milei, que ruge en las pantallas reclamando la reducción de impuestos, facilitó con su ausencia la sanción de un nuevo gravamen: la “tasa Milei” a aplicar sobre los pasajes aéreos.
Con la vara baja de sus opositores, ni bien terminó la votación del Presupuesto, el kirchnerismo saltó con urgencia a voltear las PASO. Cambiar las normas electorales sobre la marcha sólo porque Cristina ha perdido la conducción del peronismo. Sus seguidores presionan y hostigan a Alberto Fernández como si no lo hubiesen votado. La economía populista se quedó sin nafta. El resto es literatura.
Todo el desafío comienza a reorientarse sobre Juntos por el Cambio. Al menos tres requisitos se le imponen, en el corto plazo: presentar ante la sociedad un liderazgo ordenado, un plan viable de salida a la crisis y un equipo solvente para gestionarlo.
Los dirigentes de la coalición opositora castigan al Gobierno -con toda razón- por el ataque a las PASO. Pero si esa aventura fracasara, aquellos tres requisitos seguirían vigentes. De modo que la credibilidad opositora sería mayor si comenzara a cumplirlos, independientemente de lo que pretenda el Gobierno con la derogación, suspensión o prórroga de las primarias. Más que para resolver sus entuertos, la oposición necesita mostrarse competitiva.
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