En opinión de muchos, los dirigentes argentinos no son personas confiables sino sujetos proclives a pensar más en sus propias cuentas bancarias que en el bien común. A los políticos norteamericanos les encanta creerse los árbitros morales del universo. Nunca vacilan en sermonear a sus homólogos del resto del mundo acerca de sus deficiencias. Si bien los abusos que se registran en su propio país ponen en duda su autoridad moral para criticar la corrupción ajena, y lo mismo puede decirs