La fortaleza del Poder Judicial explica la debilidad del movimiento de derechos humanos
El movimiento de derechos humanos legitimó a los jueces y éstos lo traicionaron. El rol de la Corte, a la que ingresó García Mansilla y podría sumar a Ariel Lijo, en el autoritarismo que asoma.
Los jueces en ascenso y los derechos humanos en retirada.
1. La legitimidad otorgada será traicionada. Es un clásico analizar los problemas que tuvo el movimiento de derechos humanos en su relación con los Gobiernos de Alfonsín (APDH) o los Kirchner (Madres, Abuelas). Los relatos sesgados e interesados abundan y suelen ocultar los reparos de muchos hacia adentro de cada uno de esos espacios y la independencia y crítica sostenida de colectivos como las Madres e HIJOS del Alto Valle, de Noemí Labrune en la APDH (Neuquén) y Nora Cortinas de Madres Línea Fundadora, por mencionar sólo algunos.
Sin embargo, todos parecen olvidar que la Corte, y en gran medida el Poder Judicial, reconstruyó su imagen con una jurisprudencia vinculada a los derechos humanos. Mucho de la fortaleza de la Corte actual y de Comodoro Py se debe a una refundación que se potenció a partir del 2005.
Lamentablemente esa jurisprudencia virtuosa, con problemas no menores, ocultaba el cierre de la pesificación y devaluación asimétrica y varios ejemplos de populismo judicial sin largo plazo. Una jurisprudencia que no tiene un fallo destacado sobre garantías constitucionales -aunque quizás su contraejemplo “García Méndez” (2008)- en una Corte que tuvo al más destacado garantista que está por cumplir 15 años de demonización pública por propios (Berni, Massa) y ajenos (Macri, Milei).
A veinte años de esa reconstrucción judicial es difícil hacer un balance positivo y una proyección no alarmante de lo que viene. Sí, se condenó a las herramientas de ejecución de un plan de mal absoluto a partir de 1976. Sin embargo, el plan económico del mal absoluto sigue vigente, casi intacto y creciendo como un cáncer incontrolable con más deuda, fuga y especulación.
La crisis financiera del 2001 fue hija de ese mismo plan, la Corte la resolvió a favor de sus beneficiarios y la elite nunca tuvo sino parches de cortoplacismo en lugar de un proyecto de país. La democracia de la impotencia debía explicaciones y la sociedad, con un grito de cansancio, las pidió con Milei. Los jueces tienen un rol clave para el nuevo ciclo de concentración de poder económico y político.
Ciertos jueces vieron crecer su legitimidad mediática gracias a sentencias de derechos humanos. El movimiento mantuvo su apoyo incluso cuando las señales de traición estaban claras, aportando a su debilidad actual.
Eso se observó ante la reacción ciudadana más increíble que haya tenido un fallo de la Corte: la marcha contra “Muiña”. Dejamos la discusión sobre garantías constitucionales que tiene la sentencia, compleja pero vital para las amenazas del futuro. Sin defender socialmente las garantías constitucionales en serio lo que viene será más oscuro y la sociedad se fagocitará a sí misma. El mal absoluto puede estar hoy más cerca de nuestro futuro que de nuestro pasado.
En 2017 ante “Muiña”, el fallo del “2×1”, el movimiento destacó públicamente las disidencias de Maqueda y Lorenzetti, socios en ese tiempo, y criticó a Rosenkrantz, Rosatti y Elena Highton. Pero sin que el presidente del órgano colegiado lo ponga “a la firma” en el orden del día con cautela y en silencio, ese sorpresivo fallo no salía. Además, todo indica que el fallo fue solicitado desde el Ejecutivo y puesto en agenda por la Presidencia de la Corte para ser firmado por esa mayoría. Ese fallo anunció otras regresiones como “Fontevecchia” unos meses después.
En ese momento llamamos “disidencias demagógicas” a esos votos. Hoy eso es claro y es un modus operandi común cuando las mayorías son alcanzadas. Los jueces que disienten muchas veces ayudan a construir la mayoría y después desacuerdan, y ya con la mayoría lograda pueden destacarse con su disidencia sin afectar al poder.
2. Los «barones judiciales» y los derechos humanos
Que los jueces que trabajan para el poder económico que implantó el sistema económico de la última dictadura hasta hoy vigente hayan condenado a los militares que trabajaron bajo las órdenes de ese mismo poder económico fortaleció y legitimó al poder judicial y debilitó a los movimientos de DD.HH. Los jueces se fortalecieron, la economía se concentró más y la cultura social de los derechos humanos se debilitó.
García Mansilla en sus contradicciones puede ser más cínico que institucionalista. Sin embargo, el apoyo a Lijo por parte de sectores del movimiento de derechos humanos debe preocuparnos.
Los silencios ante la reaparición de políticas de la violencia y miedo, de la venganza y el resentimiento, ante los linchamientos mediáticos y ante la negación sistemática de garantías constitucionales en procesos sin principio de inocencia, en los que la denuncia es la condena sin pruebas, termina socavando la capacidad de los DD.HH. de ser un factor crítico y transversal a la sociedad.
El movimiento de derechos humanos perdió la oportunidad de defender esas garantías constitucionales y expandir sus bases sociales frente a regresiones manifiestas en los últimos años, mientras la sociedad se autolesionaba y fragmentaba con violencia regenerativa. Violencia antipatriarcal (sic) que terminó fortaleciendo al patriarcado y fidelizando el voto hacia expresiones extremas, irracionales y antiprogresistas. Después de ese silencio, la defensa y legitimación de los nuevos varones y barones judiciales no puede sino alarmar.
Tampoco se escucharon los malestares de las mayorías que votaron y votarán a Milei. Lo más preocupante es la desconexión que se generó con las nuevas generaciones sin memoria y sin perspectiva de un futuro. Sus desafíos existenciales pueden hacerlos caldo de cultivo para las fantasías autoritarias que eclipsarán toda verdad y justicia.
* Abogado y profesor de Derecho Constitucional.
Los jueces en ascenso y los derechos humanos en retirada.
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