La inflación corroe espacio y tiempo político
La mesa no fue política, porque no revisó el rumbo del Gobierno. Ni electoral, porque sólo proyectó indefiniciones. Tuvo para el oficialismo, el valor de la unidad a la defensiva.
El dato testigo para entender todos los espasmos recientes del escenario político es el índice de inflación de enero. Ese 6 % en un mes anticipa para Argentina un laberinto de problemas graves. La inflación incidirá de manera ineludible y central en el cronograma electoral en el corto plazo y marcará la transición política de mediano plazo. Todo el Gobierno quedó arrinconado por ese dato. Y esa percepción compartida por las distintas tribus del oficialismo explica el reflejo defensivo expuesto en la juntada de referentes anunciada como mesa política y electoral. Todos necesitan recuperar espacio y tiempo.
Hasta allí las coincidencias. Luego se dispersan las estrategias de repliegue. No son las mismas para Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, las tres figuras más relevantes del oficialismo.
El presidente necesita llegar. Sabe que, con la economía descontrolada, su gestión terminará el día que formalice su renuncia a la reelección. La vice necesita retener lo que pueda de su liderazgo interno. Sabe que se licuará el día que defina sus objetivos electorales, por ahora más cerca de los fueros de una renovación en el Senado. Massa está fondeándose para una candidatura presidencial sin fecha. La inflación no sólo le puede devaluar los aportes; también las expectativas.
Los tres pusieron en la mesa del Frente de Todos algún anzuelo ilusorio para recuperar tiempo y espacio. Cristina, ausente, meneó una proscripción que no existe. Alberto celebró un párrafo sobre unas primarias a las que no sabe si llega. Massa asistió cuando supo que iría Máximo. La ilusión que vendió fue su presencia, en una mesa en la que prefiere no estar.
Por eso la mesa no fue política, porque no revisó el rumbo del Gobierno. Ni electoral, porque sólo proyectó indefiniciones. Tuvo para el oficialismo, no obstante, el valor en lo inmediato de la unidad a la defensiva. Y nuevos relatos para embestir. El mero hecho de juntarse sin que corra sangre se ha convertido en un dato significativo para su público interno. Eso explica que todavía sostenga una base electoral cercana a un tercio, que no tiene proporción con la situación real de una gestión desmadrada.
Para los votantes de JxC una foto de unidad es insuficiente. Exigen definiciones que sus referentes no pueden dar porque las múltiples candidaturas potencian la diferenciación interna.
Lo de la supuesta proscripción de Cristina Kirchner merece al menos dos consideraciones. En la semana, un amigo del kirchnerismo, el dictador nicaragüense Daniel Ortega, proscribió a cientos de opositores quitándoles la ciudadanía. Forzándolos a elegir entre la tortura y el exilio.
Uno de los afectados, el exvicepresidente sandinista y escritor Sergio Ramírez, respondió: “Mientras más Nicaragua me quitan, más Nicaragua tengo”. Ramírez está proscripto. Cristina Kirchner no. Es tan libre de ser candidata que sus seguidores, mientras denuncian la proscripción, dicen (sin temor al equívoco) que hay que pedirle que acepte una candidatura.
La segunda consideración es que la capacidad de falseamiento discursivo del kirchnerismo sigue en pleno despliegue. Cristina está condenada por corrupción, sin sentencia definitiva, pero en el Congreso Nacional son los jueces los amenazados con el banquillo. Ningún referente del oficialismo dice que la vicepresidenta es inocente. Dicen que está proscripta.
Con todo, la unidad en la desgracia del oficialismo, y los anzuelos de incertidumbre que acordó sembrar, surten efecto en el espacio de oposición. Para los votantes de Juntos por el Cambio una foto de unidad es insuficiente. Demandan definiciones que sus referentes no están en condiciones de ofrecer porque la multiplicidad de candidaturas potencia la lógica de diferenciación interna.
Sobre esa incertidumbre también cosecha el tumultuoso proyecto de Javier Milei. Hasta hace poco, algunos de sus planteos no le disgustaban al ala más ortodoxa de la coalición opositora. En realidad, (confiesan allí algunos de sus dirigentes) “a Juntos por el Cambio, Milei le dio vergüenza cuando empezó a vender riñones”.
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El dato testigo para entender todos los espasmos recientes del escenario político es el índice de inflación de enero. Ese 6 % en un mes anticipa para Argentina un laberinto de problemas graves. La inflación incidirá de manera ineludible y central en el cronograma electoral en el corto plazo y marcará la transición política de mediano plazo. Todo el Gobierno quedó arrinconado por ese dato. Y esa percepción compartida por las distintas tribus del oficialismo explica el reflejo defensivo expuesto en la juntada de referentes anunciada como mesa política y electoral. Todos necesitan recuperar espacio y tiempo.
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