Las incoherencias de una alianza inexplicable
Por Carlos Alberto Gadano
En un artículo publicado recientemente en medios digitales, bajo el título de “El rionegrinismo”, el senador Martín Doñate explicita su predisposición a construir un “gran acuerdo rionegrino”, para lo cual insta de manera ferviente a “… poner en marcha esa gran convocatoria …”, enfatizando, especialmente, en la participación de los jóvenes y aclarando, de manera expresa que “… no se trata de acuerdos electorales, casi siempre transitorios y efímeros …”, sino que lo que se persigue es un “… Gran Acuerdo en la escala provincial …”, para que nuestra Provincia “… pueda ser modelo a tener en cuenta para un país que requiere … ensayar un nuevo pacto federal y democrático, en el marco de gran acuerdo nacional …”.
Leyendo entre líneas el artículo mencionado y vinculándolo, necesariamente, con la variada y profusa información brindada en los últimos tiempos por los medios de expresión provinciales, no sería una insensatez derivada del apresuramiento, relacionar la opinión del Dr. Doñate, con los intentos, aparentemente en marcha, de concretar un “acuerdo” entre el Frente de Todos y Juntos Somos Río Negro, en el marco territorial de nuestra Provincia. El análisis, desde mi parcialidad, de esa iniciativa, constituye el objeto de estas líneas.
Empiezo por decir que intenté conversar, de estas y otras cuestiones, con el senador Doñate en más de una ocasión pero, lamentablemente, la oportunidad de concretar el encuentro, no resultó posible. No formulo achaque alguno a nadie por dicha imposibilidad, considerando sobre todo que ni siquiera estoy vinculado al PJ provincial, del que me desafilié en la tristemente década de los noventa, cuando el presidente Carlos Menem (la mayor defección de la historia política argentina), indultara a los genocidas y comenzara la ejecución de la segunda etapa neoliberal en nuestro país (posterior a la de la Dictadura asesina y antecedente de la llevada a cabo por “Cambiemos”, a partir del 2015), defraudando las promesas de “juicio y castigo a los culpables” y “salariazo y revolución productiva”, anunciadas durante la campaña electoral. Lo que sí me sorprendería, es que la decisión encaminada a la concreción del “acuerdo” referido renglones arriba, no haya merecido una consulta, previa y minuciosa, “puertas adentro” del PJ. Lo importante de ese análisis, debería haber transitado por la valoración del eventual aliado, su historia, sus notas identificatorias en lo político-ideológico, más que en las características de la “grilla electoral” propuesta o consensuada (boletas únicas, colectoras etc…), porque de circunscribirse la visión valorativa a lo acotado de una distribución de cargos electivos, claramente “el árbol nos estaría impidiendo ver el bosque”.
Sin duda alguna, Martín Doñate es uno de los dirigentes encumbrados del “kirchnerismo” en nuestra Provincia, con clara referencia nacional en la Sra. vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. En la necesidad de transparentar mi ubicación política, que permita entender mejor las líneas vertidas en estos renglones, digo que adhiero plenamente a esa corriente política y sostengo, desde mi convicción, que Cristina Fernández de Kirchner constituye, conjuntamente con Néstor Kirchner, la figura más importante del siglo XXI de la escena política argentina, mal que le pese a sus adversarios y al Partido Judicial.
Desde esta óptica, intentaré expresar las razones por las cuales el acuerdo pretendido por el senador Doñate, transita los caminos de la incoherencia y la incomprensión políticas. Avanzando en las conclusiones, entiendo que el “kirchnerismo”, debería tener límites muy marcados en su política de alianzas nacionales y/o provinciales. Está claro, en primer término, que los genocidas y sus “socios civiles”, nunca podrían ser interlocutores de “acuerdos políticos” con la fuerza que me representa porque, indudablemente, la “política de derechos humanos” en el período 2003/2015, constituyó uno de los cimientos esenciales del gobierno kirchnerista y porque “Memoria, Verdad y Justicia” fue una bandera enarbolada desde la asunción de Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación y sostenida, con convicción y firmeza, hasta el 10 de diciembre de 2015. Creo, en segundo término, que el “neoliberalismo”, tampoco puede constituir una expectativa válida de alianza, toda vez que se encuentra ubicado en las antípodas del pensamiento nacional y popular y será siempre, adversario político y barrera infranqueable para la concreción, de las banderas e ilusiones políticas de nuestro pueblo. Y en tercer término, tampoco deberían encontrarse en el horizonte de los consensos, las fuerzas que niegan a la política como herramienta de transformación y que desconocen la importancia fundamental de las ideas como sustento, coherente y permanente, de los posicionamientos políticos-ideológicos que se asumen. Y este es el “quid” de la cuestión. Los vaivenes continuos, los posicionamientos diferentes (contradictorios), los “paraguas a la cuestión nacional”, han sido las notas características que definen a JSRN en su corta historia política en la Provincia, entendible perfectamente si nos remontamos a sus antecedentes y orígenes, a partir de la creación del Movimiento Popular Patagónico hace casi cuarenta años.
En un rápido repaso, podemos recordar que el Movimiento Patagónico Popular, embrión de JSRN, comenzó su camino continuo de alianzas variopintas, haciendo acuerdos con el Menemismo. A fines de la década de los noventa, cuando la experiencia neoliberal/menemista se encontraba agotada, algunos de sus dirigentes provinciales más importantes (entre ellos, el Senador Alberto Weretilneck) se sumaron al Frente Grande, no sin antes condicionar su ingreso, a la intervención del partido en Río Negro, por la negativa de sus autoridades a celebrar la Alianza con el radicalismo. Lograron la intervención, hicieron la alianza (algunos paredones de la Provincia patentizan, todavía, la existencia de fórmulas combinadas con el radicalismo provincial) y, poco tiempo después, asumieron la conducción del Frente Grande en Río Negro. La crisis del 2001 los hizo “repensar” los senderos políticos de su desenvolvimiento provincial y durante el período 2003/2015, comenzaron a sumarse a los que apoyaban la experiencia gubernamental del kirchnerismo. Poco tiempo duró el convencimiento y en el 2012, a partir de lo sucedido en las primeras horas de ese año en nuestra Provincia, comenzaron a pergeñar la construcción de una fuerza provincial, concretada, tiempo después, en la creación de JSRN. Desde allí y a partir del 2015, se subieron al carro amarillo de la victoria y comenzaron a denunciar fuertemente lo que, para ellos, constituyó la “corrupción estructural” del gobierno kirchnerista, con quienes ahora, borrando con el codo lo que escribieron con la mano, pretenden “aliarse”.
Seguramente a este análisis le falta información importante sobre la realidad “macro” de la política nacional, que influye en la decisión del senador Doñate, de constituir este “gran acuerdo”. Sólo le señalo que debería tener presente que, si en las elecciones del 2023, el Frente de Todos resultara derrotado por el neoliberalismo, JSRN, al estilo de Groucho Marx, se correría de vereda y comenzaría a militar las bondades del ajuste y la exclusión, propiciadas por Cambiemos. La defensa permanente de “intereses” (muchas veces personales), en reemplazo de las “ideas” que deberían constituir los cimientos fundantes de las fuerzas políticas, ha sido una “constante” en el desenvolvimiento de JSRN, replicando experiencias de las demás agrupaciones provinciales existentes en nuestro país. Con esos condicionamientos ¿tiene sentido el “gran acuerdo” provincial con JSRN?
El “rionegrinismo” al que alude (debería ser sólo un concepto geográfico y no una definición política), debería consistir en el aporte de nuestras especificidades para la construcción del proyecto nacional y popular. Y eso no se logra, propiciando acuerdos con quienes “tupacamarizan” la realidad política nacional, mutando permanentemente de banderas, desconectadas por completo de una base político-ideológica coherente y duradera. El kirchnerismo, como lo dijo hace unos días CFK, no es, ni debería ser, “mascota de nadie” y menos de la antipolítica, del pragmatismo utilitarista y de “las ideas como billetes”.
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