Cada mañana en la ciudad ucraniana de Irpin, centenares de personas hacen cola en la entrada de la biblioteca municipal, donde pueden estudiar o trabajar sin sufrir los recurrentes cortes de luz a causa de los bombardeos rusos. Cuando las puertas se abren, los habitantes de esta localidad de la periferia de Kiev intentan buscar una silla vacía en la sala de lectura o en la sección de literatura infantil, ambos lugares convertidos en espacios de trabajo. Gracias a su generador eléctrico,