Urge recrear cultura política autónoma y responsable ante el hartazgo de voces, palabras y figuras que respiran inadvertidamente su fractura esencial, su origen sospechado y el ocaso de su casta. En nuestro país, prácticas amañadas vinieron acompañando el comportamiento dirigencial, exponiendo y reduciendo la ética pública a un pronunciado deterioro, déficit o decrepitud y nominalidad, dado que solamente existe de nombre, pero -entre nosotros- la gobernanza no obedece ni se correspond