Con un Estado gigante, a cargo de casi todo lo que hace a la vida ciudadana, es imposible que ningún partido político que compita por la representación popular pueda ser liberal. Todas las corrientes liberales (desde el liberalismo clásico, nacido en el siglo XVII -que inspiró la Revolución inglesa de Oliver Cromwell y la norteamericana de 1776- hasta el anarcocapitalismo de Murray Rothbard de fines del siglo XX) parten de la idea de que el principal enemigo del individuo es el Estado