Para bloquear la actividad judicial, el Gobierno recurrió a congelar también el Congreso, cuya actividad necesita al menos para cubrir demandas esenciales. El edificio en el que trabaja la Corte Suprema de Justicia se erige como un templete umbrío, apenas a resguardo de la siesta porteña. Formales y cautelosos como monjes de clausura, los funcionarios que fatigan sus pasillos no suelen detenerse mucho tiempo en nada. Pero en el cuarto piso, donde cavilan los supremos, los abogados caminan