Vivir entre detritus y excremento

* por Noemí Labrune, Referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén y Alto Valle.

El 19 de julio de 2021, un informe de la Subsecretaría de Medio Ambiente y Protección Ciudadana explicita, como actualización de uno anterior del 18 de febrero del mismo año: “El estado de las lagunas de oxidación es alarmante con riesgo de colapso de taludes y anegación del sector con agua sin tratamiento (…) los vertidos no están siendo completamente direccionados a la laguna originaria (…) por lo que gran parte del líquido crudo cae sobre el suelo natural”. Seis fotos corroboran la descripción.

Este diagnóstico, formulado hace un año, no fue informado a las comunidades Mapuces Newen Mapu y Puel Pvjv las cuales, una década antes, habían tomado allí mismo posesión legal de sendos territorios, en carácter de reparación histórica, donde desarrollan su Plan de Vida Cultural Comunitaria “Kuma Belen” (Buen Vivir) que se puso en marcha el 23 de marzo de 2011.

En el interin, numerosas familias fueron ocupando lotes lindantes a las lagunas, ya sea por iniciativa propia o por relocalización de la toma Casimiro.

Unos y otros, es decir, las dos comunidades originarias y los vecinos radicados en la zona “sacrificada”, continúan siendo afectados por el desastre ambiental descripto hace un año en el informe de la Subsecretaría.

Ninguna solución se ha encarado, tal como consta en la documentación suministrada por la Pastoral Social del Obispado de Neuquén que recorrió y fotografió el área afectada el 13 de julio del 2022. Un año entero había pasado. No hubo explicaciones ni soluciones.

¿Hasta cuándo estarán condenados las Lof Newen Mapu y Puel Pvjv, así como multitud de vecinos de nuestra ciudad capital, a vivir en medio de basura y líquidos cloacales?

Con la angustia adicional de ir descubriendo que la solución prevista por la Municipalidad -inconsulta e improvisada- denominada “Lagunas sanitarias del conjunto ambiental- etapa primera” no encara la raíz de este dramático problema.

¿Pandemia y guerra de Ucrania nos han dejado sin posibilidad económica alguna para cumplir obligaciones estipuladas en normas urbanísticas o medioambientales?

No parece ser el caso: la Municipalidad acaba de anunciar, orgullosa, que el ejercicio último tuvo un superávit de 700 millones. En el Río Negro de la misma fecha del 19 de julio, nos informa que están construyendo un mirador en dos niveles (peatones y vehículos) sobre el río Neuquén, “en el borde del acantilado. Se puede ver desde la costa que tiene un barrio privado”.

O sea, hay plata, pero solo algunos podrán ver desde su hogar un paisaje sin desechos ni excrementos. Es decir, la clase obrera desocupada y estructuralmente empobrecida por la codicia del capitalismo financiero no podrá. Tampoco las dos comunidades originarias. Ellos están obligados a vivir en medio de residuos tan contaminantes como infamantes. Infamantes porque implican una infame discriminación.

Aceptarlo o tolerarlo es como negar que hombres y mujeres todas y todos hemos nacido iguales en dignidad y derechos.


* por Noemí Labrune, Referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén y Alto Valle.

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