La última generación
Los Cocci edificaron sobre los cimientos que dejó el abuelo Valentino, el áspero italiano llegado en 1926, un emporio frutícola familiar de 60 hectáreas que la cuarta generación no seguirá.
La ciudad cipoleña tenía apenas 23 años cuando Valentino Cocci llegó a la región escapando de la crisis europea, años después de la Primera Guerra Mundial. Un primo había llegado un tiempo antes y en una carta que tardaba meses en cruzar el océano avisaba que había trabajo, “que se vengan”.
Era el año 1926 y según cuenta su nieto José Cocci, don Valentino “vino con lo puesto”. Se instaló en un sector que hoy pertenece a Fernández Oro (esta localidad se fundó años más tarde), allí comenzó a vender pasto y cuidar animales. Eran épocas de una gran corriente inmigratoria en la región, a Cipolletti y alrededores llegaban muchos europeos de pueblos de Italia y España mayormente.
“Ellos venían de familias de campesinos, en Italia también vivían en una zona de campos y trabajaban la tierra. Pero la situación allá era muy difícil y mi abuelo se vino. Llegó solo y de acá mandaba plata a la familia para que pudieran subsistir”, detalla José que tiene 59 años y desde que terminó el secundario se dedicó a la actividad frutícola, siguiendo las huellas que marcó su padre y antes su abuelo.
20 años después
Cuando Valentino se tomó el barco que demoró casi un mes para llegar al puerto de Buenos Aires dejó a su mujer y a sus dos hijos; uno de ellos Dante, padre de José, tenía apenas 6 meses. Recién 20 años después, en 1946, pudo enviarles el dinero para que compren los pasajes y pueda venirse toda la familia.
“Cuando mi abuelo se vino, mi viejo tenía 6 meses y lo volvió a ver con 20 años. Es algo impensado hoy. Los tiempos antes eran otros, no sé si no podía juntar la plata para traerlos. Mi abuelo le iba mandando plata como podía para que subsistan. Él se instaló en el establecimiento Colombres, apenas llegó hacían pastos y criaban animales con sus primos”.
Después del arribo del resto de la familia, Valentino se compró el primer pedazo de tierra en Fernández Oro, Dante siguió comprando y lo propio hizo José. Hoy la familia tiene 60 hectáreas. Allí comenzó, a fines de los años cuarenta, a dedicarse a la actividad frutícola. Casi 80 años después su nieto José siguen el mandato familiar de cosechar manzanas y peras.
José recuerda a su abuelo como un “tipo áspero” pero “buena gente”. “Vos imaginate que él combatió en la Primera Guerra Mundial, era un tipo bravo por todo lo que le tocó vivir, pero en definitiva creo que era un buen tipo”.
Cómo su padre y como sus hijos, Cocci nació en la chacra y aunque reniega de la crisis que hay en la actividad (ver aparte) seguirá porque “es lo único” que sabe hacer.
“A esta altura qué voy hacer, lo único que sé hacer es esto, ser productor”, dispara con crudeza. Los años de bonanza son parte del pasado, el último gran año de producción para la familia Cocci y muchos otros fue entre el 2001 y 2003, “fue una pequeña primavera” sostiene, desde esa fecha a esta parte la actividad es “un tobogán” que sigue en picada. “El Valle ya está desaparecido”.
“Para los productores el Valle ya está desaparecido”, dice José Cocci quien responsabiliza a los últimos gobiernos. “No se salva ninguno, todos los gobiernos se olvidaron de la actividad, no hay políticas para fomentar la producción”.
El productor sostiene que las políticas que se necesitan para reactivar la actividad son cambiarias, “se necesita un dólar diferencial de al menos 25 pesos para que tenga rentabilidad, pero es algo que no va a pasar. Mandan subsidios, créditos, pero eso no sirve”, asegura.
Según Cocci las decisiones políticas llevaron a la desaparición del valle rionegrino. “Esto ya está desaparecido, casi nadie produce, recorrés el valle y es yuyo, petróleo y loteos”.
“Por culpa de todos los gobiernos la actividad está prácticamente desaparecida. A mi me da tristeza que esto que aprendimos de nuestros padres termine acá, pero que quede claro que fue culpa de los gobiernos, de todos”, enfatiza.
La familia tiene unas 60 hectáreas repartidas entre una chacra en Ferri y otra Fernández Oro sobre la Ruta 22, frente a la Bodega Estepa. Si bien la crisis crece continuamente, este año hay buena expectativa de que haya una buena producción, mejor que el año pasado que fue muy castigada por las condiciones climáticas. “Este año parece que viene bien, hay que esperar cómo sigue y que el tiempo acompañe. El año pasado con las heladas y el granizo se perdió mucha producción. Así, es muy difícil dedicarse a la producción en estas condiciones económicas”.
¿Sabías que?…
Otros tiempos
20 años
tardó Valentino Cocci (el abuelo) en reunir el dinero para traer la familia. Él llegó en 1926; su mujer e hijos en el 46.
Dante se casó con Catalina Pazzarelli, una italiana que vivía cerca de la chacra y tuvieron tres hijos, además de José, otros dos varones que también se dedican a la producción. Sin embargo ninguno de los descendientes, la cuarta generación Cocci en Cipolletti, seguirá con la actividad.
La familia tiene 60 hectáreas distribuidas entre Fernández Oro y Cipolletti y vienen hace más de ocho décadas produciendo frutas.
Sin embargo la cuarta generación ya decidió que no se dedicará a la fruticultura. Es decir que con José y sus hermanos se corta la cadena de años y años de trabajar la chacra. “Me da mucha lástima saber que soy la última generación. Mis hijos se dedican a otra profesión y mis sobrinos también, nadie va a continuar”, admite Cocci que dice que hace 10 años que sufre de trabajar en la actividad.
“Me genera mucha tristeza, a mí me criaron con la pera y la manzana, yo crié a mis hijos con la pera y la manzana. Saber que nadie va a trabajar la tierra es triste, pero está bien porque esto es un desastre, el Valle no es más de frutas, es de yuyos y petróleo”.
La familia todavía no decidió que hará con las chacras. Una posibilidad es venderlas en el futuro. José asegura que trabajará hasta que le dé “el cuero”, pero reconoce que está “cansado” de remarla. “Tengo que seguir trabajando, pero hace años que estoy cansado, es muy difícil dedicarse a la producción en estas condiciones económicas”.
Datos
- “Me da mucha pena saber que voy a ser el último en producir. Soy la tercera generación y no creo que haya otra”.
- José Cocci, productor cipoleño.
- Los inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX supieron tener también grandes viñedos.
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