8 de marzo: “Carito soñaba con progresar y un maldito la mató”
Quería estudiar, trabajar, construir un futuro para ella y su hijo. Pero la desigualdad, la falta de oportunidades y la violencia machista convirtieron todo en dolor.

Los pueblos de la Patagonia tienen mucho en común. Las puertas sin llave, las motos estacionadas afuera de la panadería, sin cadenas. La gente que conversa en los negocios como en la mesa del domingo. El viento que por las noches silba, las siestas silenciosas y las reuniones en la plaza, así es Belisle, en el Valle Medio de Río Negro. En este rincón de poco más de dos mil habitantes nació Carolina Calfulaf. De allí partió, cargada de sueños, en busca de un futuro que no encontraba. Pero no va a volver. Este 8 de marzo te invitamos a conocer su historia.
La de Carito, fue la realidad que muchas chicas de pueblo viven. Una historia de sueños que cuesta cumplir en lugares chicos, solitarios, sin oportunidades. Era la más pequeña de nueve hijos de un trabajador de campo que los crio a todos con esfuerzo. El 2 de febrero había cumplido 29 años y este 2025, lo había arrancado con cambios para su vida.
Patricia, Pato, es una de sus hermanas, y también dejó el pueblo. Vive en Brasil pero los primeros días de febrero había llegado de vacaciones a Argentina con su familia. Pasaron por Mendoza antes de ir a Valle Medio a encontrarse con los suyos, y allí recibió la noticia. Ahora, en medio del carnaval volvió al país carioca, pero no hay comparsa que apague tanta tristeza.
Ya en su casa mira fotos y recuerda a su hermana. Vuelve a escuchar sus mensajes, y el dolor no cede. “Cuando me avisaron empecé a vomitar, lloraba como una nena, parecía que el mundo se acababa”. Sabe lo que es perder un hermano. En 2018, uno de ellos, viajó a Tierra del Fuego a trabajar y una máquina lo aplastó. “Cuando se murió mi hermano fue una tristeza tremenda, el alma te pesa, pero esto es mucho peor. Él también se había ido a buscar un futuro al sur ‘¿Por qué no hay oportunidades en nuestro lugar?’ te preguntas. Si fuera por mí, tampoco me hubiese ido. Pero no hay nada y menos para una mujer”.

Pato repasa la vida de su hermana, que, en sus jóvenes años, ya acumulaba mucho sufrimiento. Se casó a los 17 años y antes de terminar el secundario, tuvo a su hijo que hoy tiene 12, y la llora y extraña. Trabajó en el campo, cosechó manzanas en El Caldero, un establecimiento frutícola en el que trabaja la mayor parte de la población de Belisle, pero que no otorga grandes oportunidades para crecer, también en los galpones de empaque de cerezas de Chimpay. Le gustaba cocinar, hacía panes rellenos y empanadas y los vendía frente a la ruta 22. Hace cuatro años, se separó por una situación de violencia de género y buscaba huir de esa vida.
“Siempre intentó salir adelante. Se anotó en la carrera docente en Luis Beltrán. Pero los costos de viajar todos los días lo hicieron imposible. En la región no hay un trabajo que te aguante eso. Unos años vivió con mamá en Bahía Blanca. Allá cuidaba abuelos y consiguió un trabajo en una farmacia, para hacer una suplencia. Su pensamiento era, ‘esto no es para mí, estoy para algo más. Voy a estudiar, ser alguien’”, recuerda Pato.
Ella no quería depender de nadie, buscaba salir adelante sola y eso la llevó a tomar la decisión de irse. En el grupo de Whatsapp de hermanas siempre era la que menos contaba de su vida. Hablaba de sus cosas, pero algo se guardaba. Era como todos los jóvenes, confiada, tenía muchas ganas, pero también inocencia.

8 de marzo: No es delito confiar, delito es matar
Cuando Carito conoció a Julio César Gutiérrez (31), él vivía en Lamarque, un pueblo cercano al que había llegado a trabajar en una empresa frutícola, que también confió en él y no tuvo en cuenta sus antecedentes. Pero de un día para otro, se fue a El Bolsón y aunque lo había visto solo un par de veces, durante dos años mantuvo una relación por teléfono.
Ahora, su familia se enteró que tiene una denuncia por violencia de género en Coronda, Santa Fe, porque golpeó en reiteradas ocasiones a la mujer, con la que tiene tres hijas. Allí también hay un caso grave, poco claro, con el que se lo vincula. Un montón de chicas les escribieron para contarles que habían recibido su solicitud de amistad en las redes y que había querido abusar de una mujer. “Que importante es denunciar y confiar en tu hermana, en tu mamá, en tu familia”, piensa Pato a la distancia.
El hombre le ofreció un lugar. Carito pensó en buscar un trabajo, estudiar la carrera de chef. Diego Calfulaf, su hermano, el domingo 9 de febrero la ayudó a cargar sus cosas. Fueron con su hija Xiomara y Carolina, su esposa rumbo a El Bolsón. Había comprado un televisor, un aire acondicionado, tazas, juegos de vajillas. Para eso vendió sus cosas, con la ilusión de arrancar de cero una nueva vida, que solo duraría cuatro días.

Cuando llegaron a la casa, no había casi nada: una cama, un mueble hecho de pallet y una mesa con dos sillas. Él, les dijo que el lunes irían juntos a comprar las cosas. Diego, miró las rejas gruesas y tres cerraduras de la puerta. «Es como para querer escaparte», bromeó, sin saber que su comentario sería un presagio.
Los primeros días salían a conocer, ella mandaba fotos y se la notaba contenta. Pero el miércoles a la noche comenzó el infierno y el jueves a las nueve, le escribió a su mamá que el tipo la había querido abusar, que se había defendido y lo golpeó para liberarse. La echó por la madrugada, pero tenía miedo de salir en un barrio desconocido e inseguro. Julio César, por la mañana salió de la casa y la dejó encerrada, pero no le sacó el celular.
Los audios que les mandó son desgarradores. Les decía “me demostró que era un ángel y es un demonio, por favor ayúdenme, necesito ayuda”. Del otro lado del teléfono, su mamá lloraba. «Ojalá que no me la mate». «Pará, mamá, mirá si la va a matar», intentaron calmarla. Pero ella parecía que lo sabía.
Dos hermanos y el papá salieron volando a la comisaría de Belisle y de ahí se subieron al auto para ir a buscarla. Mientras tanto, en la casa del El Bolsón, Caro intentaba escapar de la casa, mientras él la metía de nuevo, de los pelos. Un vecino la escuchó gritar y también llamó a la comisaría. La Policía llegó rápido, en apenas unos minutos y ya la había matado. “La había matado”, repite Pato, como queriendo convencerse de algo que no puede.

Era muy coqueta, se arreglaba el pelo, las uñas. “Pensaba instalarse, tener dinero y después llevarse a su hijo con ella. Se había arreglado tanto para ir allá, es un dolor inmenso. Ni la pudimos ver por última vez porque la desfiguró. No entiendo como en la tierra existe un hombre así”, se angustian.
Diego se culpa, se siente mal, porque la llevó. Esteban, su otro hermano, no tiene ganas de comer. Su papá, por estos días piensa: “tanto amor con el que la crie, le hacía el té a la mañana. Ella no estaba conforme donde vivía, tenía ganas de seguir estudiando y quería un lugar donde establecerse. Tenía metas, ganas de salir adelante, a pesar de los contratiempos de su vida”.
Creen que ella sintió que en los dos años lo conoció profundamente, que le debe haber demostrado que era una persona buena. Antes de ir a El Bolsón, vivía con una amiga en Chimpay y les contó que él llamaba todos los días, la trataba bien. La amiga le preguntaba a veces “¿Por qué no va a ver a las hijas?” Pero Caro no se hacía esas preguntas. “Era súper defensora de las mujeres. Después de lo que sufrió con su pareja anterior se hizo fuerte. Pero le creyó, fue inocente. Vos te haces más desconfiada en las ciudades grandes, pero Carito salvo esos años que vivió en Bahía, siempre tuvo una confianza de gente de pueblo”, relata Pato.
Algunos comentarios de mujeres en las redes decían que “quería la vida fácil” y a la familia el dolor les cala más profundo. Pato cree que los tiempos cambiaron y no se puede confiar ni en un vecino, pero se enoja con razón, “que la gente sepa que no por conocerse por redes, tienen derecho a matarte como un perro. Dónde tiene la mente la sociedad. No sabés lo que pasó esa persona”.
El viernes iba a comenzar el juicio que definiría la pena para Julio César Gutiérrez, que para un femicidio no es menos que la prisión perpetua, pero ayer les informaron que se suspende porque se quedó sin defensor, hasta el 25 a las 11 de la mañana. Agradecen a la Justicia de Río Negro, porque los ayudaron. “La fiscal Jefa Betiana Cendón es amorosa, y se ocupó de mandarnos las cosas”, destacan. Lo único que todavía no les llegó, es el gato de Carolina, Miyuno y por estos días esperan que se los hagan llegar de alguna manera.

Vero, su otra hermana no puede hablar por estos días, solo llora. Pero escribe un mensaje un mensaje por Whattsapp: “Pedimos que la Justicia de Río Negro dicte una sentencia ejemplar, para que no haya más Carolinas. Que esos individuos no tengan nunca más la libertad para arrebatarle la vida a una mujer”.
A pesar de lo que le pasó, salía adelante, volvía a empezar, la recuerda Emiliano Calfulaf en las redes. “Todos sus sueños truncados por un maldito, que no merece la vida. No importa si se conoció en redes, en un bar, no puede existir en el mundo una persona que te lastime y termine con tus sueños. La vamos a recordar emprendedora, siempre sonriendo, con ganas de vivir”, asegura Pato.
8 de marzo: Pueblos chicos, oportunidades contadas
En los pueblos de la región, las oportunidades no vienen solas para muchas, y, sobre todo, no están cerca. Según una profesional que trabaja con el colectivo de mujeres, hace un tiempo algunos municipios implementaban programas para dar trabajo a mujeres, pero hoy ninguno de esos programas sigue en pie. No hay herramientas desde el Estado para superar las situaciones de crisis que se viven y los municipios se convirtieron en las trincheras que reciben las demandas urgentes de todos.
“Para el financiamiento alimentario, económico, material, desde el Estado provincial, son mínimos, básicos y a nivel Nacional inexistentes. El Acompañar, por ejemplo, que era una herramienta que se ofrecía a las personas para que puedan salir de su casa, en un caso de violencia, hoy no está. Tampoco está el depósito de la tarjeta Alimentaria. No hay políticas, ni fondos”, dice.
En la Argentina, de acuerdo al último boletín sobre la coyuntura laboral que publicó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en diciembre, la caída del empleo en 2024 afectó principalmente a las mujeres jóvenes, destaca que, de acuerdo a los datos de todo el país, los más afectados con la caída del empleo del primer trimestre de 2024 fueron las mujeres jóvenes y los varones adultos, mientras en el segundo trimestre, “el mayor impacto en la juventud continúa, en especial en las mujeres menores a 29 años”, concluyeron.
La juventud, para superarse, tiene que salir. “Es superación no solo económica, sino para aprender cosas que, si no, no conoces. A veces, la manera de salir que encuentran es de la mano de un hombre. No están las capacitaciones de oficio que había. Muchas trabajaban en casa de familia y son los primeros recortes que se hacen en la crisis. La gente empieza a buscar la forma de cuidar los chicos sin contratar a alguien, o limpiar sus casas. Son un montón las chicas en esta situación. Hoy atendí a una de 18 años, con un bebé, que buscaba alimento. Estaba súper flaca y me decía que mientras tenga para su bebé. La situación es grave y creo que va a ser peor”, sostiene.
Señala que hay que seguir hablando del tema, de la importancia de generar redes locales, para atravesar estas situaciones. Seguir promoviendo que se denuncien las violencias porque el silencio es lo peor. Dar a conocer dónde pueden dirigirse a pedir ayuda.

8 de marzo: actividades organizadas para hoy en Chimpay
15. Proyección película «Talentos Ocultos» en Biblioteca Popular. (Traer mate)
17. Debate / Charla Informativa
18. Marcha silenciosa «Todos Por Caro»
19. Actividad en espacio de la mujer Plazoleta Av. Dr. Laure, entre Ceferino Namuncura y San Martin (Llevar pinceles y pinturas)
Cómo pedir ayuda en casos de violencia de género

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