Bahía Blanca: historias de reconstrucción, en primera persona
El relato de cuatro bahienses afectados por el temporal del 7 de marzo.
El trágico temporal que sufrió Bahía Blanca el viernes 7, atravesó a toda la sociedad. Muy pocos tuvieron la fortuna de no sufrir algún tipo de daño material o de bienes. Quienes no debieron evacuar sus casas a causa de la crecida del agua, perdieron el auto o tuvieron que desechar sus muebles, ropa o electrodomésticos. Las calles de la ciudad, donde se apilan centenares de cosas, muestran la postal.
Paralelamente, la gran mayoría de los emprendedores o comerciantes necesitarán de mucha ayuda para reponerse de las cuantiosas pérdidas. Deben iniciar una reconstrucción personal, familiar y hasta comercial para continuar con sus vidas.
Una de las historias más conmovedoras fue la que vivió Saira Delmiro, de apenas 16 años, mamá primeriza. Su hija, de menos de un mes, se encontraba en la neonatología del Hospital Interzonal Penna, cuando comenzó a inundarse por completo.
“La había ido a ver la noche anterior. Cuando me llegó el video de que estaban evacuando Neo porque se estaba inundando, me agarró un ataque de desesperación”, cuenta aún afligida. Es que la salud de Amely es sumamente frágil. Nació el 15 de febrero, con sólo 27 semanas de gestación y pesa menos de un kilo. “Desde que nació, quedó en una incubadora, con respirador y asistencia médica constante. Por un momento, pensé que no se salvaba. La buscaba en los videos y no la veía”.
En pleno temporal, decidió dejar su casa en el humilde barrio 9 de Noviembre para ir hasta el hospital:
“Tardé casi 5 horas en llegar y eso que no estamos tan lejos, porque había lugares que no podíamos pasar”. La angustia sele fue cuando le informaron que habían logrado trasladarla al Hospital Matera de la Asociación Empleados de Comercio.
“Pero llegar hasta allí fue otra odisea. Ese sí nos quedaba muy lejos y estaba todo inundado. Hicimos algunas cuadras en una camioneta que se ofreció a llevarnos, pero nos tuvimos que bajar mucho antes porque era imposible avanzar por las correntadas”. Finalmente, cerca de las 22, llegó a la clínica.
“Cuando la volví a ver, me largué a llorar. No podía creerlo. Creí que no iba a sobrevivir”, confía y agrega que «seguramente estará un par de meses más internada. Pero el hecho de saber que está bien cuidada, hace que todo lo demás pase a un segundo plano».
El drama de Carmen, a sus 92 años
Un drama emocional similar vive, a sus 92 años, Carmen Solís, quien perdió todas sus pertenencias en el barrio Pacífico, más precisamente en su casa de toda la vida ubicada en Güemes 1865, a sólo 50 metros del canal Maldonado.
“Yo sé que las cosas materiales se recuperan, pero perdí todos los muebles que habíamos comprado con mi esposo. Perdí todo lo que me hacía recordarlo. Mi hogar quedó vacío”, dice, aún afectada por lo sucedido.

Carmen, muy conocida en el barrio, fue evacuada por un grupo de vecinos del único edificio de su cuadra. En ese momento estaba con Noelia Quiles, que la ayuda y la cuida.
“Nos salvaron la vida. Ni bien colapsó el canal, el agua creció muy rápido. Dentro de mi casa ya nos llegaba arriba de la cintura. Gracias a Dios, estos muchachos se dieron cuenta y me pudieron sacar a upa. Yo no podría haber cruzado por mis medios debido a lo fuerte que era la correntada. Ellos también rescataron a varios vecinos más, ya que en ese barrio viven muchas personas mayores”. Carmen dice, convencida, que no bajará los brazos.
“Lo poco o mucho que me queda de vida lo voy a destinar a recuperar mi casa y a disfrutar de mi hija (Violeta) y del resto de la familia. Cuando pasan estas cosas, uno valora aún más sus afectos”.

La maestra de General Daniel Cerri
En General Daniel Cerri, a 20 kilómetros de Bahía Blanca y fundada muy cerca del mar, el efecto del temporal fue devastador. De hecho, fue uno de los últimos lugares en el que escurrió el agua.
Valeria Mangüello es docente de sexto grado en ambos turnos de la Escuela Primaria 14 de esa localidad. Vive en un barrio relativamente nuevo en el acceso al pueblo (de hecho aún no tiene nombre y varias de sus calles no están consolidadas) y cuenta que su marido (Leonardo Catalán) le salvó la vida.
“Nos sorprendió lo rápido que subió el agua y me encontré acorralada en la habitación, con la puerta cerrada por la misma presión. Mi esposo rompió una ventana y me sacó por ahí, para trepar y meternos abajo del tanque de agua del techo. Fue terrible ver a todos los vecinos, muchos de ellos con sus hijos, en la misma situación”. Allí, Valeria y Leonardo permanecieron por casi 10 horas, mojados, con frío y sin agua ni alimentos.
“Jamás nos imaginamos que el agua llegaría a la altura del techo. Alcanzamos a salvar a Indio (uno de sus perritos), pero no sabemos nada de otras mascotas que teníamos en el patio. Fue lo único que pudimos subir con nosotros. Mirábamos para todos lados y lo único que se veía era agua, agua y agua. Nunca me voy a poder olvidar de esos momentos”.
Tras ser rescatados por una lancha de los bomberos voluntarios, un vecino los acercó hasta la casa de sus padres, en el barrio Fonavi de Bahía Blanca.
“Fuimos el domingo a ver la casa, cuando el agua ya había bajado un poco. Y la verdad es que yo no quiero volver porque siento una tristeza y una angustia imposible de explicar. Mi marido siguió yendo para ver si se puede recuperar algo, pero casi nada sirve”.
Desde Bahía se puso en contacto con sus alumnos y coordina la entrega de donaciones. “Hasta que vuelvan las clases, quiero sentirme ocupada para distraerme y no pensar en todo el esfuerzo que hicimos para comprar nuestras cosas y que se hayan perdido en un abrir y cerrar de ojos. Lo que voy recepcionando acá, lo voy mandando para la escuela. Lo que más se necesitan es zapatillas y artículos de limpieza”.

En pleno microcentro de la ciudad, Jorge Galeano tiene un local de indumentaria femenina. Aún tiene las marcas en las paredes hasta dónde llegó el agua. “¿Quién se hubiera imaginado que el centro podría inundarse? Todavía estamos sacando agua del subsuelo, donde también teníamos mucha mercadería. Pero ya está; no queda otra que hacer frente a la situación”, advierte.
Más allá de sus pérdidas, Jorge está preocupado por el futuro de sus tres empleados. “Obviamente que voy a tratar de mantener sus fuentes laborales. Pero la realidad es que reponer toda la mercadería va a ser muy complicado. Reabrir el local nos va a requerir un esfuerzo enorme y un desembolso económico que hoy no tengo. Por eso, es clave que el Estado o los bancos nos den una mano. No pido que nos regalen la plata, pero sí que nos permitan acceder a una línea crediticia blanda. Caso contrario, muchos quedaremos en la lona”.
Más allá de esa necesidad puntual, valoró el gesto de su locatario y también de algunos proveedores. “El dueño me dijo que no tiene apuro para cobrar el alquiler, lo cual me saca un peso de encima. Tarde o temprano se lo voy a pagar. Y también se comunicaron proveedores para ver de qué manera pueden ayudar. Pero no todos fueron así; sé de otros comerciantes a los cuales les están exigiendo los pagos”.
Uno de los hechos más destacados en plena tragedia es la solidaridad de los bahienses. Y es conmovedora la reacción de adolescentes para colaborar con los distintos centros de ayuda, clubes o merenderos. Muchos de ellos son organizados por distintas organizaciones religiosas, mientras que otros se acercan por iniciativa propia.
Así como es sumamente importante que lleguen donaciones de todo el país, también lo es la labor de descarga, clasificación y reparto, para lo cual se necesitan muchísimas manos.
“Nos juntamos en la parroquia (en este caso la Santa Cruz, de Ingeniero White) a la mañana temprano para clasificar las donaciones y allí decidimos el sector dónde repartirla”, señala Zoe Castillo, de apenas 20 años, una de las miles de voluntarias que tiene la ciudad.
Cuenta que a su grupo «le tocó repartir en Tierras Argentinas y en 17 de Agosto, dos barrios muy golpeados. Llevamos para la merienda del día, alimentos, ropa y artículos de limpieza. Lo que vemos es muy doloroso, porque hay familias con nenes chiquitos que no tienen absolutamente nada”.
De hecho, reconoce que el grupo se conmovió cuando uno de los nenes les pedía por sus juguetes:
“Mañana, cuando vayamos otra vez a esa zona, también vamos a cargar juegos y cosas para ellos, que no entienden lo que está pasando”.
El trágico temporal que sufrió Bahía Blanca el viernes 7, atravesó a toda la sociedad. Muy pocos tuvieron la fortuna de no sufrir algún tipo de daño material o de bienes. Quienes no debieron evacuar sus casas a causa de la crecida del agua, perdieron el auto o tuvieron que desechar sus muebles, ropa o electrodomésticos. Las calles de la ciudad, donde se apilan centenares de cosas, muestran la postal.
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