Chile y Argentina evitaron ir a la guerra: cuál es la importancia del pacto que cumple 40 años
Cómo se llegó al acuerdo entre ambos países que contó con la mediación del Papa Juan Pablo II.
Los 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile se celebraron este lunes en el paso Cardenal Samoré. Ese documento firmado en Roma el 29 de noviembre de 1984, con la mediación del Papa Juan Pablo II, fijó los límites geográficos desde el Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y evitó que ambos países llegaran a la guerra.
Alfredo Azocoitía, investigador del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (Iidypca) que depende del Conicet y la Universidad Nacional de Río Negro, explicó que dentro de la dictadura en Argentina, «la línea más fuerte iba por el conflicto armado que, años después, impulsó la invasión a las Islas Malvinas«.
Argentina rechazó el Tratado de 1881 que declaraba a las islas del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos como chilenas. En 1971, el gobierno de Chile, con Salvador Allende, y el dictador argentino Agustín Lanusse acuerdan recurrir al arbitraje de Gran Bretaña para solucionar el conflicto que finalmente ratificó el Tratado a favor de Chile en 1977. Pero Argentina desconoció ese fallo un año más tarde.
«No había incentivo para negociar con Chile porque Argentina tenía las de perder. Se inició un largo proceso de muchos años. Uno se focaliza a fines de 1978 cuando Argentina estuvo a punto de ir a la guerra. No fue una construcción, fue algo real«, resaltó este docente de la Universidad Nacional de Río Negro.
Recordó la famosa frase del general Luciano Benjamín Menéndez, que tenía a su cargo el plan para iniciar la guerra por el conflicto del Canal de Beagle: «Cruzaremos los Andes, les comeremos las gallinas, violaremos a las mujeres y orinaré en el Pacífico».
«Prevalecía la línea dura en la dictadura en lo que hace a política exterior, basada en que el conflicto debía dirimirse a través de la guerra. Esta línea se mantuvo hasta el final», argumentó Azcoitía y agregó: «Frente a lo que fue el despliegue del terrorismo de Estado, una guerra externa era una forma de legitimarse entre la sociedad. Más aún cuando el proyecto económico de Martínez de Hoz daba señales de agotamiento». La situación fue extremadamente tensa.
A partir de 1973, había comenzado una constante migración laboral de chilenos hacia Argentina que se extendió hasta casi la década del 90. «Ante el conflicto con Chile, la dictadura iba endureciendo los controles migratorios, llegando inclusive a expulsar a los ciudadanos chilenos que trabajaban en la Patagonia. De hecho, hubo una reacción del empresariado local porque necesitaban de la fuerza de trabajo del chileno», contó Azcoitía.
Por otro lado, la iglesia, agregó, fue la que apeló más explícitamente a «la historia y los lazos de hermandad» entre ambos países y remarcó «la necesidad de encontrar una solución pacífica».
A fines de 1978, la intervención del Papa «le dio más oxígeno a la línea negociadora». Sin embargo, el conflicto terminó resolviéndose recién seis años después.
Durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín, se realizó un plebiscito nacional. El 25 de noviembre de 1984, el 81% de los votos emitidos aceptaba el Tratado de Paz y Amistad para resolver el conflicto del Beagle. Si bien no era de carácter vinculante, ni obligatorio, Alfonsín dijo que respetaría la decisión mayoritaria.
«El discurso oficial del gobierno de Alfonsín era que priorizaba el cierre conflicto en términos de paz. Esa etapa permitió clausurar los históricos conflictos limítrofes con Chile. Lo cierto es que había una apuesta del gobierno de Alfonsín en la región para iniciar un proceso de integración regional«, planteó Azcoitía.
El conflicto en primera persona: «Teníamos que camuflarnos»
“No me vine. Me vinieron”, relató Adolfo Lobos que, en 1973, era dirigente estudiantil en la localidad chilena de Temuco. Tras el derrocamiento del presidente de Chile Salvador Allende, “el único objetivo era salvar el pellejo y había que buscar la forma de salir del país”.
Este hombre nació en Villarrica, pero al conocer que integraba “las listas negras” de la dictadura, escapó a Buenos Aires. En 1991, se radicó en Bariloche.
«Allá por el 78, de ambos lados de la cordillera, se vivían las dos dictaduras más sangrientas y asesinas. El conflicto no era entre los dos pueblos sino por las dos dictaduras. Ambas necesitaban que sus pueblos se unieran detrás de esa causa porque no había otras propuestas políticas. Estuvimos muy cerquita de la guerra que nos tuvo en vilo muchos años«, resumió Lobos que hoy preside la Asociación Cultural Salvador Allende.
Recordó que «fue muy bienvenido el Tratado de Paz» porque «resultó un gran acuerdo para solucionar pacíficamente futuras controversias». En ese momento, Lobos vivía en Buenos Aires. «Afortunadamente, en ese momento, no era lo mismo vivir en Buenos Aires que, en ciudades de frontera, como Bariloche. Había más de un millón de chilenos en Argentina por la crisis económica«, recalcó.
De todos modos, subrayó, «teníamos que camuflarnos y tener un bajo perfil«. «Se que en Bariloche, por ejemplo, los militares se llevaban a los chilenos de los barrios pobres en camiones hasta la frontera. Había mucho chileno indocumentado en ese momento. Eran racias. La gente era deportada sin ningún trámite», comentó.
«La dictadura estaba decidida a ir a la guerra -acotó-. Por eso, valoro la democracia como una forma de vida. El peor gobierno democrático es siempre mejor que cualquier dictadura. El Tratado nos volvió a la normalidad». Sin embargo, consideró que, en Bariloche, por ejemplo, «el pueblo chileno siguió sufriendo. Las colectividades europeo argentinas excluyeron a los latinos, pero fue algo contra los chilenos que era la colectividad más grande«.
Comentarios