Mechi Bartorelli, la diseñadora que lleva la Patagonia a tus prendas con colores vibrantes

Mechi Bartorelli es diseñadora textil y de indumentaria. Hace ropa a medida para todos los días y vestidos de alta costura. Frente a la moda rápida propone prendas únicas con estampas propias que nos acompañen en el tiempo y sean más amigables con el medioambiente.

Tiene cientos de botones esparcidos por toda su casa. Dos veces por semana se traslada a la escuela con dos máquinas de coser, una overlock y una recta, para dar clases de corte y confección. María de las Mercedes, de 33 años y oriunda de Roca, es conocida por todos como Mechi Bartorelli. Su nombre es su marca, el sello con el que identifica toda su colección. Hace remeras, buzos y camisas para el día a día, y también vestidos de alta costura, en especial trajes de novia y quinceañeras. Su ropa no es solo ropa, es la expresión de un universo de colores vibrantes, formas simples y paisajes de la Patagonia para llevar en la piel.

Su vocación por las telas, las agujas, los hilos, las tijeras y las máquinas de coser viene de niña. Las primeras puntadas las aprendió de su mamá y de su abuela paterna, quienes le contagiaron la fascinación por lo hecho a mano aunque no eran modistas ni costureras. Así era la vida antes, cuando la ropa se hacía a medida, se aprendía a coser en casa, y ese era un conocimiento muy valioso que se transmitía de madres a hijas.

«Siempre me encantó coser. Cuando era niña iba a talleres de corte y confección donde una señora me enseñaba. En 2009 me fui a Buenos Aires a estudiar producción de moda y diseño de indumentaria en la Universidad de Palermo. Mientras estudiaba, cosía, y cuando venía a Roca de vacaciones de invierno o verano, hacía showrooms en la casa de mis padres, donde vendía esa ropa», cuenta.

Otra prenda inspirada en las montañas de Bariloche. Foto gentileza Mechi Bartorelli.

En 2016 terminó la carrera, trabajó un tiempo para una marca y después volvió a Roca. Lo primero que hizo fue dar clases de corte y confección en el pequeño departamento en el que vivía. Empezó a vender en cada feria de emprendedores que se hacía en la zona, hasta que llegó la pandemia y lo cambió todo. Así lo recuerda: «Empecé a hacer barbijos y seguí con pijamas, pantalones y buzos para que la gente estuviera cómoda en su casa. Vendía muchísimo. Después me compré una bordadora porque quería bordar diseños y darle a mi ropa un toque más único. Semana a semana compraba montones de telas en los locales de Roca, la gente me hacía pedidos por Instagram y yo hacía la ropa».

«Este bucito lo pensé soñando en este lugar que siempre quise conocer»: el campo de tulipanes de Trevelin. Foto gentileza Mechi Bartorelli.

Telas estampadas con alma patagónica, el sello de Mechi Bartorelli


Tras el primer gran salto de la bordadora, a Mechi se le ocurrió la idea de estampar las telas. Llamó a su amiga Vicky Borsi, diseñadora gráfica, le comentó la idea y la respuesta fue un sí. Desde entonces trabajan de forma colaborativa y tienen una relación muy especial, casi simbiótica, en la que ambas ponen en juego toda su creatividad y lo que mejor saben hacer. «Yo le digo: ‘Amiga, quiero una estampa de cangrejos, flores, monitos o jirafas’. Veo un plato, una maceta o un velador, le saco una foto, se la mando y le digo: ‘Mira, me gustan estos colores’. A partir de ahí, ella lo crea, entiende perfectamente lo que quiero. Es mi otra mitad», define.

Mechi lo cuenta y parece simple, pero es un proceso que requiere tiempo, organización y planificación. Una vez que el dibujo está listo, hay que hacer un rapport textil, que es un módulo de repetición que permite diseñar tejidos sin que se note esa repetición. Para eso se utiliza un programa de edición. Es un paso clave para aprovechar toda la tela sin dejar espacios vacíos y que a la vez resulte atractiva visualmente. Después envía el archivo a un lugar de impresión en Buenos Aires, donde lo estampan en la tela que ella elija (lino o gabardina) y luego se lo mandan a Roca. Desde que inicia una idea hasta que llega a la puerta de su casa en forma de tela, pasan por lo menos tres meses.

«Por lo general, hago una tirada de una tela con varias estampas a la vez. A mí lo que me gusta es la exclusividad, trabajo a pedido, no hago en masa para vender por cantidad, es todo más personalizado y único. Como volver a lo que era antes, cuando se hacía todo a medida y había otra conciencia con la moda. Para mí, un vestido te puede acompañar a lo largo del tiempo, lo podes ir modificando y adaptando a tus necesidades. También busco generar conciencia con el medio ambiente, porque ahora es todo tan masivo y eso tiene un impacto», señaló.

Los tulipanes de Mechi inspirados en los de Trevelin y que su amiga diseñadora convirtió en diseño. Foto gentileza Mechi Bartorelli.

Desde 2019, trabaja como profesora de corte y confección en dos escuelas públicas de la ciudad, bajo la órbita del Ministerio de Educación de la provincia. Son talleres que ofrecen una salida laboral para jóvenes y adultos desde los 18 años; el único requisito es haber terminado la escuela primaria. El curso dura un año lectivo, de marzo a diciembre, tiene muy buena recepción y siempre se arma lista de espera. La mayoría de sus alumnas son mujeres. «Doy clases dos veces por semana y les enseño a hacer todo el proceso de creación: estampar, sublimar, hacer etiquetas, a crear su propia marca. A mí me gusta mucho poder brindarles herramientas y por eso la gente se siente agradecida. Algunas de mis alumnas han logrado armar sus propios emprendimientos», dice orgullosa.

Mechi Bartorelli: los paisajes de la Patagonia en la piel


Muchas de las telas estampadas que llevan el sello de Mechi Bartorelli están inspiradas en los paisajes de la Patagonia: un atardecer en el Nahuel Huapi, un fondo de montañas nevadas en Bariloche, con grandes rosales en primer plano, casitas como salidas de un cuento, peces de colores, frutas, un jardín con geranios en flor, lavandas y los tulipanes de Trevelin. «Me encanta la naturaleza y pienso que, además, está bueno representar lo que tenemos aquí cerca, que mis creaciones reflejen todo lo lindo que tenemos en la zona para ponerlo en valor», expresa.

A futuro, se propone seguir haciendo ropa desde la Patagonia, pero sin masificarse. «Tal vez romantizo mucho», admite, «pero sería como volver a lo de antes, a que se valore todo el proceso de confección, a que haya más diversidad y no que estemos todos vestidos de la misma forma».

Un paisaje de estepa con nieve quedó plasmado en rombos, blanco y negro y flores de colores vibrantes. Foto gentileza Mechi Bartorelli.

Le encanta vivir en Roca porque es tranquilo, a diferencia de Buenos Aires, y siente que tiene más tiempo para pensar y crear, aunque a veces le cueste más conseguir algunos materiales. «Me resulta más inspirador ver los pájaros, el río y la barda», admite. Además, a través de las redes sociales, sus diseños cobran visibilidad en cualquier punto del país.

En los vestidos para quinceañeras y novias, lo que más se busca es el toque personal, ese detalle que hace que la prenda sea única, irrepetible, distinta. Por lo general, la clienta llega con una idea concreta y el diseño se va trabajando en conjunto. Así lo explica: «Vemos juntas las telas en los comercios de la zona, y ahí comienza el proceso para confeccionar el vestido y el armado. Se va probando todas las veces que sean necesarias hasta que quede como ella quiere. Yo aconsejo algunas cosas, pero si no me piden sugerencias, no las hago. La diversidad de los cuerpos se respeta, cada una elige ponerse lo que desea y una no puede meterse en lo que la otra persona quiere de ella«.

Para un vestido de fiesta se necesitan cinco metros de tela; si lleva falda, un poco más, casi siete. Al momento de explicar qué tienen en común sus creaciones de alta costura, se toma un tiempo. «Cada diseño va con la persona, pero todos en general tienen una caída, un vuelo, parecen una brisa de viento, algo así«, responde con cierta timidez esta diseñadora 100% patagónica.

Peces y colores para un vestido bien de verano. Foto gentileza Mechi Bartorelli.

La moda rápida, un problema global que tiene impacto en el medio ambiente


La moda rápida se caracteriza por la producción masiva de ropa a bajo costo, lo que genera un impacto ambiental significativo. La producción textil consume grandes cantidades de agua dulce y tierra para el cultivo de fibras como el algodón.

Además, los procesos de teñido y acabado contribuyen a la contaminación del agua potable. El lavado de prendas sintéticas libera microplásticos que contaminan los océanos y entran en la cadena alimentaria, causando daños a la salud humana y a los ecosistemas.

Mucha de la ropa no deseada termina en la basura en lugar de ser reciclada. La tecnología para reciclar textiles aún está en desarrollo. Como estrategia para hacerle frente, se necesita promover la innovación en la industria textil para producir ropa duradera, reparable y reciclable.

Más flores en las telas de Mechi Bartorelli. Foto gentileza.

Tiene cientos de botones esparcidos por toda su casa. Dos veces por semana se traslada a la escuela con dos máquinas de coser, una overlock y una recta, para dar clases de corte y confección. María de las Mercedes, de 33 años y oriunda de Roca, es conocida por todos como Mechi Bartorelli. Su nombre es su marca, el sello con el que identifica toda su colección. Hace remeras, buzos y camisas para el día a día, y también vestidos de alta costura, en especial trajes de novia y quinceañeras. Su ropa no es solo ropa, es la expresión de un universo de colores vibrantes, formas simples y paisajes de la Patagonia para llevar en la piel.

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