El sitio arqueológico de Bariloche que fascina a científicos y sus paredes seducen a escaladores

Las pinturas rupestres fueron descubiertas en 1994. El sitio está ubicado a solo 15 kilómetros del centro de Bariloche.

Un sitio arqueológico al suroeste de Bariloche, a solo 15 kilómetros del centro, convive entre la fascinación de los investigadores y las visitas frecuentes de los escaladores que transitan las paredes de esa ladera sur del cerro Otto.

Las pinturas rupestres fueron descubiertas en 1994 por la arqueóloga de la Secretaría de Cultura de Río Negro, Ana María Albornoz. Desde entonces, el sitio se conoce como El Calabozo, próximo a la ruta 80 y al barrio Villa Los Coihues.

«Está un tanto más elevado del arroyo del Valle del Gutiérrez, a unos 150 metros. Está alto, se llega transitando un sendero de 100 metros y es distinto de otros sitios del área porque tiene una orientación hacia el oeste, en un sector sombrío, cuando otros sitios similares de la Patagonia miran hacia el norte o este«, explicó el doctor en Arqueología, Federico Scartascini, investigador del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Río Negro.

Otra particularidad del sitio es que, pese a ser pequeño, cuenta con 39 dibujos distintos en tres sectores bien delimitados. Una cualidad que lo torna parecido a otras arqueológicas de la región del Nahuel Huapi, Mascardi y Gutiérrez es que son pinturas rojas. «Hay monocromía: solo se pinta con rojo y tonalidades de rojos. En otros lugares de la Patagonia, en cambio, hay policromía«, destacó Scartascini.

El sitio convive entre investigadores y escaladores. Foto;: gentileza

Los motivos de las pinturas, destacó, son similares a otros que aparecen en la zona del Lago Moreno, Isla Victoria y la zona del Perilago. «Hay dos clases de diseños -explicó el investigador-: figurativos que refieren a figuras conocidas como animales, por ejemplo, o abstractos. En este sitio, la mayoría de los motivos son no figurativos, son abstractos. Hay muchos círculos con una cruz en el medio».

¿Qué significado tienen los registros rupestres? Reflejar otras cosmovisiones del mundo. «Esta gente pintaba información que resultaba importante para ellos. Una forma de comunicar ciertas cosas que, en función del uso del espacio en ese contexto temporal, era significativo», señaló.

Años atrás, el becario doctoral Manuel Vargas publicó un artículo en el que analizaba cómo los motivos policromáticos se podían vincular «con un lugar de tránsito, donde confluían o pasaban poblaciones que, gran parte de su vida, estaban en movimiento«. «El Calabozo permite pensar en la circulación humana en ese sector. Está en un valle que conecta la cuenca del Nahuel Huapi con la cuenca del Gutiérrez. La variabilidad de motivos hace pensar que no se trataba de un sitio para habitar sino un lugar de paso«, destacó Scartascini.

Dieron una charla sobre el sitio para concientizar. Foto: gentileza

Primeros pobladores de Sudamérica

Recordó que la zona del Nahuel Huapi tiene una historia de ocupación vinculada a los primeros pobladores de Sudamérica. Puso como ejemplo el sitio arqueológico El Trébol, también al oeste de Bariloche, con casi 12.600 años de ocupación. «Sin embargo -acotó-, esa zona del bosque andino patagónico no fue usado continuamente por humanos. Fue usado de manera discontinua: la gente venía, se iba. En los últimos 2000 años, algo cambia y esta zona registra un aumento demográfico. Pero todas estas pinturas responderían a ese momento: más cantidad de gente transitando el espacio«, describió.

Aclaró que los registros rupestres no se pueden fechar. «Desde la arqueología, dijo, podemos saber las fechas de algunas cosas, pero no de todas. Los registros rupestres, en su gran mayoría, no tienen elementos orgánicos que necesitamos para fecharlos. Cuando las pinturas son con color negro, sí, porque se usó carbón vegetal que permite fechar«. Un año atrás, un equipo de arqueología descubrió la pintura rupestre más antigua de Sudamérica al norte de Neuquén. Lograron fecharla porque el registro rupestre tenía pintura negra.

«En el caso de estas pinturas, al ser rojas, lo que predomina es el óxido de hierro -la hematita- que no tiene componentes orgánicos claros y por lo tanto, no podemos fechar la pintura», indicó.

Por el momento, en ese sitio solo se conocen las pinturas. Todavía no se hicieron excavaciones, pero los investigadores suponen que solo hay registros rupestres en ese sector. «No quiere decir que no haya nada más. Los primeros pobladores cuentan que, cuando eran chicos, encontraban pedazos de cerámica arqueológica. De modo que es posible que haya restos arqueológicos materiales en el sitio», esgrimió.

Instalaron un cartel informativo para dar a conocer el sitio. Foto: gentileza

Scartascini explicó que este tipo de sitios están expuestos a la presencia de personas y animales que pisotean la zona, en este caso los paredones, lo que lleva a la pérdida de la cobertura vegetal, el sedimento queda libre, se empieza a perder y se activa la erosión. «Uno de los impactos de la escalada tiene que ver con eso, por eso, se apunta a la conservación para cuidar el entorno cercano al paredón para que la erosión no sea muy alta y se vaya degradando. No hemos visto material suelto en la superficie de momento», dijo.

Desde 1994, el sitio recibe visitas arqueológicas para el monitoreo. Sin embargo, hubo una intervención durante la cuarentena por el Covid-19 cuando un escalador abrió una vía próxima a uno de los sectores con pinturas. Otros escaladores dieron aviso, los investigadores explicaron las características del lugar al joven que desarmó esa vía de inmediato. «Esto ocurre en muchos lugares del mundo: la gente usaba los reparos rocosos para vivir y hoy, esos sectores resultan atractivos para la escalada deportiva. Suele ser muy problemático porque los arqueólogos cierran los sectores de escalada y los escaladores rompen los sitios arqueológicos. Nuestra apuesta es permitir que este deporte pueda seguir practicándose, pero que se conozca de los territorios donde escalan, de los lugares por donde pasan las vías. Apuntamos a la noción de menor impacto posible», comentó.

Tiempo atrás, se instaló un cartel informativo en la zona dando a conocer que Calabozo es, además de un sector de escalada, un sitio arqueológico.


Un sitio arqueológico al suroeste de Bariloche, a solo 15 kilómetros del centro, convive entre la fascinación de los investigadores y las visitas frecuentes de los escaladores que transitan las paredes de esa ladera sur del cerro Otto.

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