Entre el fuego y la esperanza: la cierva que conmueve en medio de los incendios de Neuquén

Una cierva esta desorientada. Con los ojos cerrados. Inmóvil en el medio de la Patagonia, sobre ruta 23, frente a Estancia Palitue. A 40 kilómetros: el incendio más importante de la historia de Neuquén. Araucarias, lengas y ñires quemados. Lagartijas, hurones y zorros huyen de su hábitat, el Parque Nacional Lanín.

Simón Manzur es fotógrafo y realizador audiovisual. Ya llevaba más 20 días en Valle Magdalena, tierra con más de 23 mil hectáreas afectadas por los focos de incendio. Documenta el trabajo que hacen brigadistas, bomberos, pilotos, técnicos, operarios, funcionarios y vecinos para apagar las llamas.

Una tarde hizo clic. Inmortalizó un momento. Sacó una foto que lo dejó pensando.

Cerca de las 7 de la tarde, de regreso desde el campamento base hacia Junín de los Andes, en el medio de la ruta 23, se toparon – junto al equipo del ministerio de Seguridad con el que trabaja – con personas reunidas al costado de la ruta, cerca del alambrado. Frenaron. Miraron desde arriba de la camioneta. Después bajaron.

Simón, cámara en mano, quiso saber qué pasaba. Entre guardaparques y policías rurales había una cierva. Atontada, pero de pie. Inmóvil, golpeada. Simón enfocó y pensó en los estragos que el incendio está dejando, «que pena», se dijo.

La escena que vio Simón había empezado mucho antes. Una vecina de Junín de los Andes había llamado a guardafaunas y a la policía. Les había avisado, que había una cierva desorientada en el medio de la ruta. De inmediato llegaron al lugar. Constataron que tenía un golpe en la cabeza y vieron una mancha de sangre en el asfalto. «El animal ha querido cruzar y ha pasado algún vehículo y le pegó en la cabeza», dedujo Rubén Diaz, guarafauna de Junín de los Andes. El animal tenía raspaduras, golpes y un hematoma en el ojo derecho.

Lo primero que hicieron fue un lavaje de fosas nasales. «Las tenía obstruidas», contó Diaz. Después hicieron llamados: a su superior y a la Red de Rescate de Fauna Ñacurutú, un grupo de profesionales con los que trabajan codo a codo cuando encuentran animales silvestres que tienen posibilidad de sobrevivencia. Una de las veterinarias, del otro lado del teléfono, les dijo: no tenemos espacio para cuidar a la cierva y les dio el peor de los pronósticos: «por las fotos y videos que me mandan no creo que sobreviva». Pero la cierva tenía una sorpresa para ellos: tomó fuerzas y saltó el alambrado.

«Vimos que tenía signos de vitalidad», contó Diaz, «por eso nos quedamos a su resguardo, a ver qué hacía». Le vecina tenía una botella, la ofreció. Al pobre animal le dieron agua. Le agarraron la cabeza para que pueda tragar. A los diez minutos llegan dos camionetas. En una viajaba Simón.

La cierva recibió más agua. Y Simón hizo clic. Registró. El animal reaccionó, pero permaneció quieto. Dócil. «Que imprudencia, la de algunos conductores», se enojó. El animal está a 40 kilómetros del incendio pero, aún así, la imagen le devolvió a Simón el compromiso de quienes combaten las llamas y cuidan los animales.

Simón se subió a la camioneta y pensó en la cierva. En su destino. «Ojalá», se dijo, «haya podido recuperarse».